—32→
Florida State University
Bartolomé José Gallardo17 |
A veces los hombres no escogemos los temas, los temas nos aparecen
en el camino. El tratar de las obras atribuidas a Cervantes no es, en un
sentido, un trabajo grato. Hace diez años, cuando un deseo de conocer
todo lo cervantino me llevó a comenzar en esta materia,
—33→
suponía inocentemente que los cervantistas me agradecerían mis
contribuciones. Pensé que se aplaudiría la identificación
de otras obras de Cervantes, obras olvidadas, perdidas o desconocidas.
Él mismo nos dijo abiertamente, en el prólogo de las
Novelas ejemplares, que existían
«obras que andan por allí descarriadas, y quizá sin el
nombre de su dueño»
.
Por mi parte, me estimula e ilumina y apasiona tanto leer a Cervantes que tener acceso a una nueva página suya es un gozo muy grande. Pero no todos piensan así. Esta línea de investigación ¿se considera todavía algo indigna, un poco como investigar la prostitución o algún otro tema supuestamente «indecente»? Espero que el mundo haya mejorado en esta hostilidad crítica. Para mí, la identificación de nuevas obras o aun nuevas supuestas o posibles obras del mayor autor de la literatura española es una tarea de cierta relevancia. Pero diga uno lo que diga, estas tesis tienen una vida llena de dificultades. Nadie se pronuncia positivamente sobre ellas. Son difíciles de publicar: una ponencia sobre la identificación de lo que considero un fragmento de la fantástica, fantasmagórica, mágica Semanas del jardín, la obra cuyo titulo hipnotizaba, fue rechazada dos veces18. He encontrado la misma reticencia en cuanto a mi reconstrucción de una obra sí perdida, pero innegablemente cervantina, su Bernardo, «famoso» según su propia descripción19.
En el caso del fragmento o supuesto fragmento de las Semanas del jardín, que si es suyo será su único autógrafo literario conocido, al menos su identificación como cervantino había sido apoyada antes por cervantistas de relieve, de otra generación20. Aunque casi nadie lo sabe, pues raramente se menciona, consta que Cervantes —34→ escribió una Relación de las fiestas que en Valladolid se hicieron al nacimiento de nuestro Príncipe21. La identificación de este escrito con una relación anónima publicada en 1605, propuesta en el siglo pasado, ha sido apoyada últimamente por Alban Forcione y Francisco Márquez Villanueva22. Y se han sugerido otras atribuciones que estimo probables, en primer lugar la famosa «Tía fingida»23.
Pero hay un libro en prosa para el cual nadie, que yo sepa, ha sugerido una posible autoría cervantina. Por mis muchos pecados, después de años de trabajar con él he llegado a concluir que fue escrito por Cervantes. Y se trata de una obra conocida por todos los cervantistas, o al menos por todos los biógrafos de Cervantes.
No espero convencerles por esta breve presentación. No ha
bastado un estudio de 127 páginas para que una sola persona haya dicho
que una tesis mía es correcta: que el «Diálogo entre
Selanio y Cilenia» es un fragmento de las
Semanas del jardín, tesis ya
vislumbrada por los siempre beneméritos Schevill y Bonilla. (Antonio
Cruz Casado sí ha dicho, en
Anales cervantinos, que mi tesis tiene una
«alta probabilidad»
de ser correcta, y que he llegado
«a los límites de la
—35→
filología»
,
términos que le agradezco24.) Una hora no
bastará para mi propósito de hoy, ni bastarían acaso una
semana ni un año. Sí tengo la ilusión de inquietarles, de
dejarles convencidos de que hay al menos una
posibilidad de que Cervantes escribiera esta
obra.
Se trata de la Topografía e historia general de Argel publicada en Valladolid en 1612 por Diego de Haedo, monje benedictino y abad de Frómista. Es una extensa obra que ocupa tres tomos en su segunda y única edición moderna completa, la de la Sociedad de Bibliófilos Españoles (Madrid, 1927-2925). Consta de cinco partes. La primera es la «Topografía o descripción de Argel y sus habitadores y costumbres», que describe la geografía y defensas de la ciudad. Con rasgos pintorescos pinta la vida de sus habitantes, y estas páginas para su traductor francés se parecen a las de Rabelais26.
—36→Siguen un «Epítome de los reyes de Argel» y tres diálogos: el «Diálogo de la captividad» y el «Diálogo de los mártires», que tienen la forma de diálogos entre unos cautivos, y el «Diálogo de los morabutos» o cofradías religiosas27, en el cual un cautivo dialoga con un musulmán sobre cuestiones religiosas. Éste ha sido el menos estudiado28.
La Topografía e historia general de Argel es la obra por la cual los biógrafos conocieron el heroísmo de Cervantes en África del Norte y su liderazgo entre los cautivos. En el siglo XVIII, cuando el lugar de nacimiento de Cervantes era objeto de disputa, fue en esta obra donde el ilustre padre Martín Sarmiento encontró que fue «hidalgo principal de Alcalá de Henares». Valiéndose de tal pista, otro erudito encontró su partida bautismal29.
La obra representa, sobre todo, un intento de documentar lo que
el autor había visto durante sus años de cautiverio, y una
llamada desesperada a la acción militar. Según la portada, en la
obra «se verán casos estraños, muertes espantosas, y
tormentos exquisitos, que conviene se entiendan en la Christiandad»
.
Le ha conmovido profundamente el sufrimiento de los cautivos españoles,
separados a la fuerza de sus familias y patria, llevados (en las palabras de
Don Quijote), mal de su grado, adonde no querían ir. Le han conmovido
más las violaciones, torturas, martirios, inmoralidades y faltas de
cumplimiento incluso de las leyes musulmanas. Hay martirios en su
opinión iguales a los de los primeros cristianos. El autor toma la pluma
preocupado de que ello no se conozca en Europa, de que la mayoría de los
miserables cautivos no se rescaten, por indiferencia de los grandes y ricos de
la Europa cristiana, y sobre todo de que no se monte una campaña militar
para librar a los cautivos y abolir la piratería de una vez. Tiene mucho
de protesta contra la política de Felipe II, quien desperdiciaba
recursos luchando contra Protestantes en el norte de Europa y no eliminaba,
como sobradamente podía, estos cautiverios y martirios
in partibus infidelibus30.
Aunque el libro evidentemente fue escrito o al menos acabado en España y con una biblioteca delante (la fecha de 1596 se cita como la última mencionada en la obra31), el autor ha tomado extensos apuntes durante su cautiverio, a los cuales se refiere32. Cabe hablar de verdadera literatura de testimonio, literatura de documentación y de protesta social. El autor, un solo individuo y cautivo también, no podía tomar armas contra estos horrores. Pero sí podía observar, entrevistar y apuntar, y después recordar y escribir. Igual que los que han sobrevivido a los campos de concentración de los nazis, no quiere ni puede permitir que tantas maldades hayan ocurrido sin que se conozcan. Conservarlas para la memoria humana es lo que podía hacer nuestro autor, y lo que ha hecho. Habría sido para él un paso esencial hacia la estabilidad mental, alterada, al parecer, por lo que había visto.
No es una respuesta sangrienta a aquella violencia, pero sí cabe calificarla de respuesta humanista. Ha sido duradera, y el propósito documental del autor ha sido plenamente logrado. No hay otra fuente ni remotamente tan penetrante, detallada y correcta por todo el norte de África en algunos siglos anteriores o posteriores. Es una ventana abierta que nos muestra un cuadro del pasado. Ha influido mucho en autores posteriores del Siglo de Oro que trataron de África del Norte33.
Desde un punto de vista histórico o literario, la obra
tiene mucho valor. Los posteriores historiadores de Argel la califican de
«la más exacta, precisa y completa de todas las historias,
tanto europeas
—38→
como islámicas»34
, y hablan de su «escrupulosa exactitud»35
y de su «minuciosidad.»36
Nadie pone en tela de juicio los acontecimientos horribles
que describe37. Cuando no narra lo que ha visto
personalmente,
—39→
«se basa en los relatos fidedignos de
personas viejas que presenciaron los hechos y no en relaciones de segunda mano
recogidas por otros historiadores»38
.
«Es también el más complejo [sophisticated] de los historiadores cristianos»
,
según un norteamericano39. Los errores
han sido calificados de «raros»40
. Según Emilio Sola, el autor estaba obsesionado
«por la precisión y la exactitud»41
, y una
investigación arqueológica del siglo diecinueve ha apoyado un
relato suyo42.
El autor es también, según el mismo erudito,
«un notable prosista, muy buen narrador y uno de nuestros
clásicos del Siglo de Oro más singulares y, sin duda, más
valiosos... Es una obra apasionante que, a medida que te adentras en su
estudio, más sugestiva y coherente se muestra, más inquietante y
emotiva»43
. En
opinión de
—40→
José María Parreño,
coeditor con Emilio Sola del
Diálogo de los mártires de
Argel, «la prosa de [la obra] es el castellano limpio y entero
del Siglo de Oro»
(pág. 21). El autor, igual que
Cervantes, domina la forma del diálogo y crea la ilusión de la
conversación. Es, en suma, una obra histórica ejemplar,
verídica y detallada, de amena y provechosa lectura.
Ya sabemos, y es universalmente aceptado por todos los que
estudian la obra hoy día, que el abad Diego de Haedo no fue su autor.
Éste describe tan detalladamente la ciudad de Argel que tiene que haber
sido un testigo de vista, y Haedo no estuvo allí nunca44. Aquí comienzan los
misterios y contradicciones de esta obra contradictoria y
misteriosísima. Hubo un segundo Diego de Haedo, éste
(según la portada) arzobispo de Palermo, presidente y capitán
general del reino de Sicilia45. El
primer Diego de Haedo le dedica el libro, y en su carta dedicatoria, relata
cómo los escritos fueron compuestos por el segundo Diego de Haedo,
«siendo informado de Christianos Cautivos, especialmente de los que se
contienen en los Diálogos, que estuvieron muchos años en
Argel»
. Los «borrones», dice Diego de Haedo 1, «los
entregamos» a Diego de Haedo 2 en Palermo, «estando yo en su
servicio». Lo que ha hecho Diego de Haedo 1, con trabajo y diligencia
según nos especifica, fue dar a estos borrones «la
—41→
última forma y esencia»
, sin la cual «no se
podían imprimir, ni sacar a luz... Y pues son de V. S. I. se los vuelvo
y ofrezco para que sean recibidos y estimados como el mucho valor del autor
merece»
(I, 10-11). Dicho sea de paso, la dedicatoria
que incluye estas líneas no sólo es tan problemática como
los prólogos a
Don Quijote y a las
Novelas ejemplares, casos únicos en la
literatura del Siglo de Oro, sino que es también completamente
cervantina en su lenguaje y enfoque.
Poniendo estas contradictorias palabras en claro en lo posible,
Diego de Haedo 1 nos comunica en la dedicatoria que no fue el autor de la obra,
y su papel se limitó, en su propia descripción, a dar a la obra
su «última forma y esencia»
. Diego de Haedo 2, de
quien la obra «es», la recibió «entregada» y
«en borrón», siendo informado de cristianos cautivos.
Repito: Diego de Haedo 1, cuyo nombre aparece en la portada, dio a la obra
sólo la «última forma». Diego de Haedo 2 la
recibió en borrador. Ninguno de los dos la escribió. Se trata, en
realidad, de un escrito anónimo.
Luis Astrana Marín, George Camamis, Emilio Sola y Mohammed Mounir Salah atribuyen la obra al doctor Antonio de Sosa, sacerdote benedictino cautivo con Cervantes, y amigo suyo. Sosa es el único que participa en cada uno de los tres diálogos de la obra. Natural de Córdoba46, ciudad con la cual Cervantes tenía muchos vínculos familiares, nos es desconocido a no ser por lo que dice la obra misma, por su testimonio en la «Información de Argel», un conjunto documental que Cervantes reunió47, por un Memorial en latín que los cautivos enviaron al Papa, a Felipe II y a otros príncipes cristianos48 y por —42→ unos pocos documentos49. Aun sin otros datos que estas fuentes, la amistad entre Cervantes y Sosa es una de las más extensas y mejor documentadas de todas las suyas. Cervantes, recordemos, era un autor que valoraba en mucho la amistad. Pero su amistad con Sosa no ha recibido el examen que requiere. No se ha tenido en cuenta la tesis de estos eruditos: que un amigo íntimo de Cervantes escribió una obra histórica sobre Argel.
Estos eruditos atribuyen la obra de Haedo a Antonio de Sosa por la cantidad de información sobre Cervantes que contiene. Sólo pudo haberla escrito un buen amigo suyo, afirman. Repito: por la información sobre Cervantes que la obra contiene, la atribuyen a Sosa, amigo y compañero suyo. Que Cervantes puede haber sido su autor también -que sea otro posible autor-, al parecer ni ha sido considerado.
Así que tenemos dos posibles autores, y sólo dos, de esta obra anónima publicada por Haedo: Antonio de Sosa y Miguel de Cervantes. Sea cual sea el que escojamos, nos queda el mismo problema: la publicación de la obra por Haedo bajo su propio nombre. Haedo no sólo le dio unos retoques, sino que publicó como suyo, al parecer a sabiendas, una obra escrita por otro. La obra apareció con un nombre de autor falso. Es un hecho en que están conformes todos los que han examinado la obra en este siglo. Así que el no publicarla Cervantes con su nombre no es un argumento en contra de ser Cervantes su autor, pues el problema es el mismo con Sosa. (¿Por qué no la publicó Sosa con su nombre? O si Sosa había fallecido, algo que no nos consta, ¿por qué no honró Haedo la portada con el nombre de Sosa?) Se trata de una obra no publicada por su autor. Pero no es un caso como el de las poesías de Francisco de la Torre, publicadas por Quevedo, aunque con el nombre correcto del autor en la portada (que alguno ha tomado como un truco de Quevedo50). Si fuera sin el consentimiento del autor verdadero, se trataría de un caso de fraude.
—43→Pero la explicación puede ser más inocente: que Cervantes permitió o aun buscó a una persona que se encargara de firmar la obra. Sería, entonces, un caso más parecido al de la Nueva filosofía de la vida del hombre de Doña Oliva Sabuco de Nantes, nombre empleado por su padre para sus escritos51. Una posible pista para llegar a una explicación del hecho puede hallarse en las circunstancias de publicación de la obra. Apareció en 1612, un año antes de las Novelas ejemplares, pero lleva aprobación de Valladolid en 1604 (donde consta que Cervantes, pero no Sosa, estaba), y otra aprobación de 1608 del historiador real Antonio de Herrera (vinculado no con Sosa sino con Cervantes, pues fue quien le encargó la Relación de las fiestas ya aludida52). Una demora de siete años en publicar la obra sugiere un problema de finanzas: una obra de mercado limitado. ¿Cuántos comprarían una topografía e historia de Argel, y más, enfocada en la Argel de hacía veinticinco años, en la que el estado de guerra había desaparecido53? La historia, igual que hoy, se vendía poco. No hubo, naturalmente, segunda edición del libro de Haedo.
El nombre de Cervantes, en 1604, pudo haber sido un inconveniente para el editor. Cervantes era entonces desconocido fuera de pequeños círculos literarios. La fama que comenzó a llegarle, en 1605 precisamente, era como autor festivo (cómico). El poner el nombre de un clérigo en la portada, el nombre de Haedo, puede haber sido una manera de facilitar su publicación. Puede haber sido con el consentimiento de Cervantes, dispuesto a permitir que la obra se imprimiera sin su nombre, asegurando con la multiplicidad de ejemplares su supervivencia, en vez de peligrar en un solo manuscrito. Claro que el estilo cervantino (en mi opinión) de la dedicatoria de Diego de Haedo a Diego de Haedo también es un dato. (¿Verdad que esto parece un juego?)
Así que «si es cervantina, ¿por qué no la publicó Cervantes con su nombre?» parece ser una pregunta válida, pero analizada, no la es. Su autor, sea quien fuere, la publicó o permitió que se publicara sin su nombre. O si la obra es de Sosa, y éste había fallecido, Haedo calló a sabiendas su nombre. Porque la obra está allí, con un nombre falso de autor en la portada. Elogia calurosamente a Cervantes y todos la atribuyen hoy a un íntimo amigo suyo. Uno de estos dos, —44→ Cervantes o su amigo Sosa, fue el autor de esta obra publicada por Haedo.
Ahora bien: la obra ¿la escribió Cervantes o Sosa? Sosa, que según su apellido sería portugués, es un candidato difícil de rechazar, pues es un desconocido. Si fue el autor, ésta es su única obra conocida. Los únicos otros textos relacionados con él son su testimonio, lleno de elogios de Cervantes, que forma parte de la «Información de Argel»54, y el Memorial en latín ya citado. Y hay una escueta mención de «dos cavalleros Sosas portugueses» en la jornada final de Los tratos de Argel. Es un vacío.
Dado este anonimato en que vive Sosa, el misterio que le rodea, no hay datos con que rechazar su candidatura, aunque me parece cuestionable que un portugués escribiera un castellano tan bello y puro como el de los textos publicados por Haedo. Pero tampoco hay motivo alguno para rechazar la de un hombre sobre el cual abundan los datos: Miguel de Cervantes.
A mí me parece más lógico en un principio que un escritor de categoría escribiera una obra anónima, pero muy buena, que el que lo hiciera un desconocido. El escritor, ya sabemos que podía escribir. En el caso de Sosa no lo sabemos, y como no nos ha dejado ni una línea en castellano aparte de este escrito atribuido, me permito dudarlo.
El único argumento en favor de la autoría de Sosa
es la erudición del libro, sobre todo en el «Diálogo de la
captividad»55.
Están nombrados, algunas veces con precisión, autores latinos no
traducidos al castellano. No consta que Cervantes leyera el latín. Pero
hay una explicación sencilla de esta erudición. ¿De
dónde la pudo obtener Cervantes? De su buen amigo el doctor Antonio de
Sosa, con quien hablaba a menudo durante casi cuatro años56, y en cuya boca coloca
esta sabiduría. Dicho esto, hay extensos y variados paralelos entre las
actitudes y pareceres de Cervantes y las del autor de la
Topografía de Argel. Algunos
—45→
de ellos han sido comentados ya por los que atribuyen la obra a
Sosa. Repito: los que atribuyen la obra a
Sosa, comentan su parecido con las obras de
Cervantes. Incluso los paralelos son tan
cercanos que le dejan a Parreño «sumido en la
perplejidad»57
.
Conviene recordar la importancia para Cervantes de su experiencia
argelina. Aquellos años constituyen lo que Alonso Zamora Vicente
describió como «un hecho primordial en la vida de
Cervantes»
, que la divide «en dos mitades»58
. Según Juan Goytisolo, están en
«el núcleo central de la gran invención
literaria»
: «Cervantes elaboró su compleja y
admirable visión de España durante su prisión en tierras
africanas»59
.
Vivió cinco años como cautivo, desde los veintiocho hasta los
treinta y tres años. Nunca tuvo la vuelta segura, y en algunos momentos
pensó que moriría en tierra de moros. Organizó fracasados
intentos de fuga. Se salvó de ser llevado a Constantinopla en el
último momento: rescatado porque el dinero no alcanzó para otra
persona que interesó más a los frailes rescatadores60. La historia de su experiencia argelina era enormemente
novelesca, mejor que cualquier mentiroso libro de caballerías.
El tema de Argel está, entonces, muy presente en la obra
cervantina. Astrana Marín lo califica de «recuerdo fijo»
(II, 465, n. 1). Mientras la obra publicada por Haedo
incorpora el cautiverio en la historia por primera vez, es Cervantes quien lo
incorpora por primera vez en la literatura61. La «Historia del cautivo», en la Primera Parte de
Don Quijote, ofrece una alternativa a la
lectura de los libros de caballerías62. Ha sido descrita como el núcleo del
Quijote, su parte más primitiva, el
«Ur-Quijote»63. El tema figura también en las
Novelas ejemplares («El amante
liberal» y «La española inglesa»), en cuatro de sus
comedias y en
Persiles (libro III,
—46→
capítulo X64). He
sugerido en otra comunicación que Cervantes volvió de Argel con
ganas de escribir, de ser escritor, y que
La Galatea, un estudio del amor, es en parte
una respuesta a la lascivia abusiva que triunfaba en aquel nido de piratas65.
La presentación de Argel en la obra publicada por Haedo es
completamente conforme con el Argel de la «Historia del Cautivo» de
Cervantes. Allí, dicen los dos textos, se oían todas las lenguas,
en una ciudad regida por renegados a veces muy crueles66. Cuando en la obra de Haedo se habla de los martirios y de los
intentos de fuga, respuestas a las crueldades, arbitrariedades y bestialidades
cometidas en Argel, sobre todo por estos renegados, es completamente conforme
con lo que dice Cervantes en sus obras firmadas67. Incluso la censura del abuso de
muchachos cristianos, que Camamis (págs. 78-79) señala como una
manía de la obra publicada por Haedo, aparece -lo que no es el caso de
otros autores68- como tema importante en
Los tratos de Argel, y no falta en
Don Quijote69. Incluso el interés cervantino en las palabras, en la
lengua, hallamos en la obra
—47→
publicada por Haedo70. Es también completamente coherente
con la conciencia religiosa de Cervantes la ausencia de milagros, en medio de
tantos martirios. La única alusión a un milagro en la
martiriología publicada por Haedo, una paloma que «desde el lugar
de su gloriosa muerte subía al cielo», está introducida con
estas palabras tan cervantinas: «Dicen algunos -no lo
afirmo»71
.
Los paralelos entre el tratamiento cervantino del tema argelino,
y el tratamiento en la obra publicada por Haedo, han sido comentados ya.
Según Jean Canavaggio, «se ha hecho observar que los episodios
que desfilan sobre el tablado [de
Los baños de Argel] se corresponden
punto por punto con los que refiere el P. Haedo en su conocida
Topographía e Historia general de
Argel»72
. Cervantes no podía aprovechar la
Topografía de Argel cuando
escribió su
Baños, pues su comedia es muy anterior
a la publicación de la
Topografía.
George Camamis, por su parte, señala paralelos entre la
Topografía de Argel y otro drama
cervantino,
Los tratos de Argel: «En el
Diálogo de la captividad y en
Los tratos hay una extraordinaria
coincidencia en los conceptos filosóficos y jurídicos sobre el
origen y la justificación de la esclavitud. Los dos autores expresan la
misma añoranza de la Edad de Oro, que no conocía la servidumbre,
las mismas ideas sobre el cautiverio como resultado de la conmutación de
la pena de muerte aplicable al vencido en la guerra y sobre el cautivo como un
ser jurídicamente muerto durante su período de
cautividad»73
.
¿Cervantes autor de una obra histórica? Es más que verosímil. Cervantes se apasionaba con la historia y leía obras históricas, como la Crónica de Juan II, por citar un buen ejemplo74. Según vemos en Don Quijote y he comentado en otra parte, entendía algo del método —48→ histórico75. Consta documentalmente, como ya he dicho, que redactó una Relación de las fiestas celebradas en 1605 por el nacimiento del futuro Felipe IV. En la Primera Parte de Don Quijote el valor de la historia verídica se señala repetidamente. El sabio canónigo toledano recomienda lecturas históricas a don Quijote. El mismo protagonista desea ser sujeto de una historia. El problema principal de los libros de caballerías, según Cervantes, es que eran historias falsas que proclamaban ser fidedignas y engañaban a los lectores76.
Tampoco nos ofende imaginar a Cervantes, preso en Argel, sin biblioteca, ocupando el tiempo y su mente en observar cuidadosamente y en conversar, en apuntar y en escribir. Es la misma actitud de observador y entrevistador que percibimos en «Rinconete y Cortadillo», en el «Coloquio de los perros», en Don Quijote y en otras obras suyas. El señalar que lo contemporáneo es tan importante o impresionante como lo clásico -en este caso, que los martirios contemporáneos son tan importantes como los de los primeros cristianos- es una actitud que encontramos cuando Cervantes habla de las lenguas modernas o de los autores contemporáneos77.
El autor de la
Topografía de Argel presenta un solo
caso de un cautivo todavía vivo: el de Miguel de Cervantes. No
sólo distingue a Cervantes como el único vivo merecedor de la
atención del lector, se deshace en elogiar su heroísmo y
valentía. De la misma manera en que el Cautivo del
Quijote sugiere que de los hechos de
«un español llamado tal de Saavedra» se podría
componer una historia muy superior a la suya, el autor de la
Topografía de Argel observa que
«del cautiverio y hazañas de Miguel de Cervantes se
podría hacer una particular historia»78
.
Cervantes fue quien organizó a los cautivos, preparó su fuga y
los mantuvo en un refugio secreto durante siete meses. Cuando el plan se
deshizo, aceptó con no vista valentía toda la responsabilidad del
asunto. En palabras de Camamis (pág. 121),
—49→
para el autor de la
Topografía de Argel, quien
según Camamis era Sosa, Cervantes «representaba..., en una
persona viva, el espíritu de todos los mártires de
Argel»
.
El elogio de Cervantes, sobre todo el colocado en boca de otro
(«la alabanza propia envilece»
, observa don Quijote en el
capítulo I, 16), suena a cervantino. Según
Nicolás Marín, «No hay ocasión en que Cervantes
no se elogie, bien que excusándose por salir de los límites de su
natural modestia; tantas veces ocurre esto que no es posible verla nunca ni
creer en ella»79
. Es Cervantes quien se llama,
negándolo, el regocijo de las musas. (En el prólogo al
Persiles un caminante le califica así,
descripción que, ya pronunciada, el personaje «Cervantes»
rechaza.) Según los propios amigos de Cervantes, nos comunica él
mismo en la dedicatoria de la Segunda Parte de
Don Quijote, el
Persiles llegaría «al extremo de
bondad posible». Sansón Carrasco nos informa que
Don Quijote se vendía mucho
(capítulo II, 2). La aprobación de Márquez Torres para la
Segunda Parte de
Don Quijote, de posible autoría
cervantina en opinión de varios80, «toca los límites del lisonjero
elogio» en sus propias palabras, y según un mensajero,
había entusiasmo por
Don Quijote y Cervantes hasta en la
China81. El
certificado de buena conducta de Cervantes en Argel, firmada por el trinitario
Juan Gil, está en la mano de Cervantes82. Una obra que elogia a Cervantes, no tiene
que ser cervantina. Pero quien ensalzaba más y más veces a
Cervantes era el mismo Cervantes83. Los
paralelos no han acabado. Tanto la
Topografía de Argel como
Don Quijote elogian los libros, «en
términos muy parecidos»
, según Parreño
(pág. 21). «Resulta curiosa la concordancia obvia entre
el capítulo 38 [de la Primera Parte del
Quijote] sobre las armas y las letras y el
asunto similar desarrollado en el
Diálogo segundo de la
Topografía»
(Salah,
pág. 65). Consta también que el diálogo, usado en
la obra publicada por Haedo, es una forma que Cervantes cultivó.
No sólo el «Coloquio de los perros», sino Don Quijote es una obra de diálogo84.
La obra publicada por Haedo está orientada, al menos en principio, a informar a los españoles con vistas a un posible ataque, a una limpia de un nido de piratas. El autor comenta cuidadosamente las fortificaciones argelinas. Según Emilio Sola, el autor de la Topografía de Argel ofrece una «minuciosa descripción de todo aquello que pudiera tener importancia militar»85. Esta descripción ¿mejor la podría hacer un militar, Cervantes, o un benedictino, Sosa?
Encontramos también en las obras de Cervantes una
crítica a la política exterior de Felipe II y una llamada a una
campaña contra Argel. En la «Historia del cautivo», el
soldado narrador describe al Turco como «el enemigo
común»86
. En
Los tratos de Argel de Cervantes,
también se presenta la necesidad de una campaña contra Argel, un
pasaje aprovechado por Adolfo de Castro en su falsa «Epístola a
Mateo Vázquez»87. La frustración de esta
campaña por la muerte de Don Juan de Austria y por «la cerviz
indómita y erguida del luterano Flandes»88
, provoca una horrible y repetida mofa de los
muchachos callejeros argelinos, en
Los tratos de Argel: «¡Don
Juan no venir! ¡Acá morir!»
.
El tema de la libertad es central a la
Topografía de Argel: el
«Diálogo de la captividad» no trata de otra cosa. En las
palabras del poeta Luis Rosales, autor de un estudio de dos tomos sobre el
tema, «la libertad es el eje mismo del pensamiento
cervantino»89
. O como dijo don Quijote, «la libertad es uno
de los más preciosos dones que a los hombres dieron los
cielos»90
. Todos estos paralelos no pueden explicarse por una
lectura cervantina de una obra de Sosa (y es curioso, como ha señalado
Sola91, que Cervantes no
la menciona nunca). Menos por un influjo cervantino
—51→
sobre Sosa.
Antes de recurrir a explicaciones rebuscadas e insólitas, simplemente
hacemos constar: no se ha sugerido nunca, en toda la historia de los estudios
cervantinos, a ninguna posible fuente de Cervantes con tantos y tan cercanos
paralelos de expresión y pensamiento, ni a ningún amigo con quien
haya coincidido en tantos pareceres.
No, tenemos que tomar una decisión. El autor de la Topografía de Argel desconfiaba de milagros y estaba, como Cervantes92, obsesionado por la verdad. Le ofendió hasta los tuétanos lo que había presenciado en Argel, a lo que no volvió la cara. Se interesaba por las costumbres sexuales, incluidas las prohibidas en España, y por las cuestiones religiosas. Su obra ha sido calificada de sugestiva, coherente, inquietante, emotiva, bien escrita y legible para una sensibilidad actual93. El autor tal de una obra tal, ¿es el gran Miguel de Cervantes, autor de Don Quijote, o es el sabio, pero callado, sacerdote Antonio de Sosa, del que no conocemos ninguna obra, aparte de ésta que algunos quieren atribuirle? Porque tiene que ser de uno de los dos. Esto ya está demostrado en el libro de Camamis.
El aceptar la Topografía de Argel como cervantina, aceptación que me parece inevitable, conlleva algunas consecuencias. Una consecuencia menor es el naufragio de un sueño mío, una edición que recogiera (cosa hasta ahora inexistente) todos los textos que han sido atribuidos a Cervantes y que tienen, en opinión del editor, al menos una posibilidad de ser genuinas. Son ya demasiado numerosas, y demasiado extensas. Existe la posibilidad, algún día, de una edición digital. Nuevas ediciones del «Diálogo de la captividad» y del «Diálogo de los morabutos», o de toda la obra, hacen mucha falta, y representarían un adelanto. La Topografía de Argel nos brinda información abundante sobre los pareceres religiosos de Cervantes, tan confusos para los críticos94. Pero también tenemos que reconocer que su valor como —52→ documentación de la experiencia argelina de Cervantes se rebaja mucho. Los elogios de Cervantes contenidos en la obra no representan los juicios de un observador independiente, como se ha pensado desde 1612 hasta la fecha, sino otro ejemplo del aludido afán autoelogiador de Miguel de Cervantes95. Y la presentación que hace de sí mismo es difícil de creer del todo. Que cometiera actos heroicos no extraña96. Cervantes, igual que su personaje Don Quijote, aspiraba al heroísmo, acaso hasta al martirio. Querían ganar renombre y subir al caballeresco templo de la fama97. Actos temerarios, autosacrificio, todo ello es posible. Pero que pudo haber hecho lo que hizo en Argel, y sobrevivir, incluso sin ningún castigo de las autoridades, que él mismo señala como arbitrarias y crueles, a mí no me convence. Muchos, por mucho menos, perdieron la oreja, las narices o la vida. El verídico historiador, hablando de sí mismo, como mínimo no nos ha contado toda la verdad98.
Otra perspectiva sobre Cervantes que la obra ofrece, para acabar,
es la inestabilidad mental del autor. Según Sola,
«rozó la locura en su cautiverio argelino»
y era
«maniático u obseso en ocasiones»99
. Esto para mí no es una tacha muy negra.
Escribir cualquier libro es
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una forma de locura (y yo he escrito
varios). Los hombres y mujeres normales y felices no escriben las grandes
obras. Cervantes fue el autor de la historia de un loco, un gran loco100.
Ésta, pues, es mi tesis: que la Topografía de Argel publicada por Diego de Haedo (Diego de Haedo 1) fue escrita por Miguel de Cervantes. Si no os convenzo, al menos os ofrezco una posibilidad. Espero que me agradezcáis el que me haya atrevido a hacerlo101.