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Aire libre, vida
limpia,
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Amigo Blas de Otero:
Porque sé que tú existes,
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¿Cómo
sacar a Eurídice de su propio infierno?
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Cuando llueve, y
reviso mis papeles, y acabo
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Cuando te llamo
Madre, yo no digo nada,
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Cuando ya nada se
espera personalmente exaltante,
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Cuanto más de
cerca miro,
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Cuéntame
cómo vives;
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De noche,
calladamente, entro en mi mundo secreto:
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De todo lo que fui
nada me queda
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Debo ser algo
tonto
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El agua
transparente
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El amor y la tierra
se abrazan sollozando,
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En el fondo de la
noche tiemblan las aguas de plata.
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En la unidad del
mundo y en la matriz del caos
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Ese cajón de
luz que es un viejo teatro,
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Esta fuerza
extraña,
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Hago,
solitarios.
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He roturado sendas.
He derribado troncos.
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La belleza se mira
en el espejo,
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La mar está
en tus ojos.
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La vida que murmura.
La vida abierta.
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Las bestias, los
relámpagos, los hombres,
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Me alzo solo ante el
vacío.
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Me asomo a mi
agujero pequeñito.
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Nada es mentira.
Todo es verdad.
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No cojas la cuchara
con la mano izquierda.
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Nosotros,
euskaldunes, últimos iberos,
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Perdido entre las
cosas
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Pero tú
existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
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Podemos transgredir
todos los reinos,
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Poema
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Poema
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Poesía
veloz
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¡Qué
extraño es verme aquí sentado,
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¿Quién
desentrañará lo que ya estaba escrito?
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Quizás,
cuando me muera,
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Sancho-bueno,
Sancho-arcilla, Sancho-pueblo,
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Se han estudiado
todos los datos del problema.
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Ser poeta no es
vivir
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Si es verdad que
existo y que me llamo Rafael;
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Si la vida es juego,
juega bien.
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Son poemas,
poemas;
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Su vida sólo
fue miedo loco a la muerte.
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Todo, cuando da
vueltas,
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Un beso sólo
es un beso.
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Un hombre; los
caminos;
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Uno dice lo que
dice, mas no dice lo que piensa.
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Uno va, viene y
vuelve, cansado de su nombre;
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Vamos viviendo,
contra-muriendo,
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¿Y si la
muerte no fuera el descanso
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