—27→
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«Sola una de vuestras hermosas manos»:
desmembramiento petrarquista
y disección anatómica en
la venta (Don Quijote, I, 43)
University of Manitoba
Cuando Maritornes y la hija del ventero cuelgan
a Don Quijote por la muñeca de un
agujero en el muro de la venta, éste siente
«tanto dolor, que creyó o que la muñeca le
cortaban o que el brazo se le arrancaba»
(I, 43;
511)10. Esta escena le merece a Nabokov el mismo
juicio que el resto de Don Quijote: «This is
an excellent scene from the artistic point of
view but its cruelty is appalling»
(147-48).
Nabokov considera la crueldad como un desagradable atributo
secundario, como un defecto a pesar del cual la escena es excelente.
Mi opinión es que la crueldad es el ingrediente fundamental
de esta escena, que es excelente desde el punto de vista artístico
precisamente por su crueldad. Ésta es una crueldad en su sentido
—28→
más primario, en su sentido etimológico de carne viva y sangrante,
de desmembramiento11.
En un período en que la nueva ciencia anatómica estaba redefiniendo la relación entre el cuerpo y sus partes, la imagen del desmembramiento causaba una reacción de ansiedad y risa nerviosa (Hillman y Mazzio xviii)12. Cervantes aprovecha y potencia este doble efecto del desmembramiento recurriendo al método tan cervantino de contrastar las fantasiosas convenciones de un género literario con la cruda realidad13. En concreto, Cervantes contrasta el desmembramiento textual de la amada de tradición petrarquista con la crudeza de la disección anatómica de cadáveres en la época. El resultado es cómico y horrendo simultáneamente, la imagen de un galante Don Quijote convertido en un cadáver colgado y listo para su disección.
La descripción del cuerpo de la amada como un conglomerado
de partes es uno de los aspectos del petrarquismo que más
influye en la poesía europea14. En sus Rime sparse, Petrarca nunca
nos presenta el cuerpo de Laura como un todo, sino sometido a
una operación de desmembramiento textual. Los ojos, la boca, los
cabellos, el cuello y las manos de Laura están diseminados por el
texto15. Hasta el mismo Don Quijote utiliza esta fragmentación al
describir a Dulcinea en su plática con el caminante Vivaldo:
«[Q]ue sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas
arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales,
perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil
—29→
sus manos»
(I, 13; 141-42)16.
A pesar de que en su creación en verso Cervantes -como
todos los poetas de su época- presenta claras influencias
petrarquistas, en ocasiones se burla de los aspectos ridículos del
petrarquismo (Fucilla 181)17. Así, en el episodio de Dulcinea encantada,
la descripción que Sancho da de Dulcinea y que Don Quijote
no deja de recriminarle es una clara parodia del petrarquismo:
«Bastaros debiera, bellacos, haber mudado las perlas de los ojos de
mi señora en agallas alcornoqueñas, y sus cabellos de oro purísimo
en cerdas de cola de buey bermejo, y, finalmente, todas sus
faciones de buenas en malas, sin que le tocárades en el olor, que
por él siquiera sacáramos lo que estaba encubierto debajo de
aquella fea corteza; aunque, para decir verdad, nunca yo vi su
fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates un
lunar que tenía sobre el labio derecho a manera de bigote, con
siete o ocho cabellos rubios como hebras de oro y largos de más
de un palmo»
(II, 10; 709-10).
También en este episodio de la venta que estamos analizando
se parodian los excesos del petrarquismo. Maritornes le suplica a
Don Quijote que introduzca por el agujero «sola una de vuestras
hermosas manos»
(I, 43; 507). Estas palabras proceden del soneto
de Petrarca que comienza «O bella man»
(345), cuyos ecos resuenan
en numerosas composiciones de la literatura renacentista y
posterior. Góngora, Gutierre de Cetina o Argensola, entre otros
muchos, lo imitan al cantar las bellas o hermosas manos de sus
amadas18.
Esta burlesca petición de Maritornes de «una de vuestras
hermosas manos»
da comienzo a una escena llena de discursos y
acciones que evocan la tradición petrarquista de desmembramiento.
Don Quijote reconoce el tono petrarquista en las palabras de
—30→
Maritornes y se presta a participar en este juego erótico-desmembrativo.
No sólo accede a meter la mano por el agujero
sino que también él utilizará tópicos del petrarquismo al describirles
a las dos muchachas la mano que están contemplando. Para
ello, adapta la formula tradicionalmente aplicada a las blancas
manos femeninas en la poesía petrarquista y describe su propia
mano como mano virginal «a quien no ha tocado otra de mujer
alguna»
(I, 43; 508).
Con estas acciones y palabras Don Quijote está realizando una
cómica feminización de su propio cuerpo. Además, la descripción
que Don Quijote hace de su mano recurre a calificativos que,
aunque no sean feminizantes de por sí, lo son en el contexto en
que se profieren. Don Quijote comienza así la descripción su
mano dentro del agujero: «Tomad, señora, esa mano, o, por mejor
decir, ese verdugo de los malhechores del mundo»
(I, 43; 508).
Esta descripción conforme a modelos de fuerza y valor guerrero
tan aparentemente masculinos adquiere, sin embargo, un tono
feminizante en el contexto petrarquista en que se encuentra. Es
típico del petrarquismo describir la mano femenina como mano
guerrera vencedora, cruel y sanguinaria (Mirollo 34). Así hace
Argensola al describir las manos de su amada Ana, «manos que a
tantos han vencido»
(Rivers 201).
Esta descripción en términos bélicos de la mano femenina se
debe a que el poeta no la ve como un objeto pasivo, sino como el
agente causante de su enamoramiento. La mano tiene en la época
una fuerza erótica que hoy nos resulta difícil de comprender.
Como sinécdoque, la mano representaba todos los encantos
ocultos de la amada. La visión de la blanca mano femenina que se
movía desenfadada en las fiestas era lo que causaba el enamoramiento
del poeta19. Cuando Don Quijote accede a meter la mano
en el agujero, le advierte a la hija del ventero «[n]o os la doy para
que la beséis, sino para que miréis»
(I, 43; 508). Cómicamente,
Don Quijote es consciente de la fuerza de enamoramiento de su
«hermosa mano»
, cuya mera visión va a agravar la pasión amorosa
—31→
de la hija del ventero.
Pero la descripción que de su mano hace Don Quijote es
petrarquista no sólo en el contenido, sino también en la forma.
Aunque la descripción es en prosa, Don Quijote utiliza un recurso
formal característico de la poesía laudatoria del cuerpo femenino:
la repetición anafórica. Cuando el enamorado poeta describe
una parte del cuerpo de su amada, intenta decir algo diferente y
original. Ante la imposibilidad de describir la parte del cuerpo de
su amada de una manera definitiva, el poeta tiene que acudir a
retrocesos y avances, a acumulaciones descriptivas que llevan a
callejones sin salida que le obligan a volver a empezar. Esta forma
de describir se caracteriza por una estructura de descripción
inicial negativa «no x, sino y». Estas dubitaciones se manifiestan
a nivel formal en la abundancia de anáforas, en un volver a
comenzar una y otra vez la frase con la parte del cuerpo que se
está intentando alabar. Este discurso anafórico es el mismo que
Don Quijote utiliza al describir su mano: «Tomad, señora, esa
mano, o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del
mundo; tomad esa mano»
(I, 43; 508)20.
Los continuos retrocesos y la anáfora son especialmente
frecuentes en el blasón poético, un subgénero que lleva hasta sus
últimas consecuencias la fragmentación petrarquista (Tomarken
148). El blasón poético se origina de la combinación de dos géneros
altamente sinecdóquicos que tienen en común el utilizar
partes del cuerpo humano: la poesía petrarquista y la heráldica21.
El blasón se diferencia de la poesía petrarquista en que pierde de
vista el total del cuerpo femenino que está describiendo al concentrarse
en las minucias de la parte. «Beau tetin»
de Clément
Marot (1530), que se considera el comienzo del género, es una
típica muestra de esta técnica de fragmentación en que la parte
desplaza al todo. Los excesos en que caen los autores de blasones
dan lugar a la aparición del contrablasón, un género burlesco en
—32→
el que se denigran las partes menos nobles del cuerpo. Aunque en
España no existe una tradición del blasón per se, los poemas de
Quevedo a partes del cuerpo pertenecen claramente a este tipo de
poesía en que el desmembramiento retórico ha sido llevado hasta
sus límites. Estos excesos desmembrativos del blasón poético
hacen también que se le llame con el significativo nombre de
«blasón anatómico»
22.
La coincidencia entre anatomía y poesía es característica de la
época. Aunque el desmembramiento poético del cuerpo femenino
se remonta a Petrarca, e incluso a la poesía cortesana anterior, su
auge coincide con el de la disección anatómica de cadáveres en la
segunda mitad del XVI y principios del XVII. Ambas prácticas, la
literaria y la médica, son parte de lo que Sawday, en su libro The
Body Emblazoned: Dissection and the Human Body in Renaissance
Culture, llama «la cultura de la disección»
. Durante la Edad Media
la disección de cadáveres no se había apenas practicado por
considerarse innecesaria para el aprendizaje de la medicina, ya
que los libros de Galeno contenían todo lo que se necesitaba
saber. Sin embargo, a partir del siglo XV, desde la Universidad de
Padua se va extendiendo por toda Europa la práctica de diseccionar
cadáveres para la enseñanza de la medicina. A partir de la
década de 1530 se produce una eclosión de los libros y grabados
anatómicos, que no sólo son adquiridos por médicos, barberos y
cirujanos, sino también por el público culto en general, que está
fascinado por esta nueva terra incognita interior23. El año 1543 es
un hito en este interés por las ilustraciones anatómicas. En este
año se publica con enorme éxito el De humani corporis fabrica de
Vesalio, seguido a los pocos meses por un epítome. La gran
novedad de este libro es que contiene numerosos dibujos de las
—33→
muchas disecciones que Vesalio había realizado. El libro gozó de
una popularidad sin precedentes para un libro médico. Se hicieron
más de 25 ediciones legales en los 250 años siguientes, y los
plagios de sus láminas son numerosísimos24.
En España el interés por la disección estaba muy extendido, ya que muchos de los profesores de las universidades españolas se habían formado en la Universidad de Padua (García Ballester, Historia 1: 90). Andreas Vesalio mismo ejerció en España como médico personal de Carlos V y Felipe II, a quienes dedicó la Fabrica y el epítome25. No es de extrañar que hubiera también un gran interés por los libros anatómicos. Entre 1475 y 1599, además de numerosas hojas volanderas, se publicaron en España 541 libros médicos, la mayoría con ilustraciones anatómicas, como la Historia de la composición del cuorpo [sic] humano (1556) del palentino Juan Valverde, que reproduce en parte los grabados de Vesalio (Granjel 54-55)26.
Otra manifestación de este interés generalizado por la disección en la época son los llamados teatros anatómicos. Eran auditorios asociados a las universidades para la instrucción de estudiantes de medicina, que podían contemplar allí las disecciones realizadas por sus profesores. Dado el interés general por el tema, se obligaba a los catedráticos de anatomía a realizar varias disecciones públicas al año. En Salamanca se abrió un teatro anatómico —34→ en 1552, al que todo el público podía acudía varias veces al año a presenciar disecciones. En ocasiones, los teatros anatómicos cobraban entrada y sentaban al público en diferentes gradas según su categoría social. El ambiente lúdico de las sesiones anatómicas estaba asegurado por celebrarse con frecuencia durante el carnaval. El mes de febrero era el más adecuado para evitar la putrefacción de los cadáveres ya que la lección anatómica podía extenderse durante días. El espectáculo producía una mezcla de horror, curiosidad e hilaridad entre los asistentes, quienes algunas veces tenían que ser amonestados por su comportamiento, e incluso ser sancionados con multas por robar partes del cuerpo diseccionado para burlas macabras27.
Ésta y otras anécdotas similares muestran que los asistentes al teatro anatómico y los lectores de los libros ilustrados de anatomía no tenían un interés puramente científico. Los animaba un deseo erótico por el cadáver anatomizado similar al de los poetas por los cuerpos de las amadas que desmembraban en sus composiciones (Sawday 43 et seq.). La misma conexión entre desmembramiento y deseo erótico se expresa en el mito de Orfeo desmembrado por las Bacantes, cuyos avances había rechazado. En «El celoso extremeño», Cervantes presenta una imagen de deseo y desmembramiento similar cuando Loaysa -a quien por su habilidad musical se le compara con Orfeo- entra finalmente a la casa. Las mujeres lo sientan en un estrado y se ponen a su alrededor:
(2: 125) |
—35→
Esta conexión entre disección y erotismo se muestra también en el lenguaje de deseo que Vesalio utiliza al describir sus furtivas salidas nocturnas a la búsqueda de cuerpos de ajusticiados para sus disecciones. Vesalio presenta la secreta cita nocturna con el objeto de su deseo -el cuerpo muerto- con un lenguaje procedente del amor cortés (Sawday 197). Igualmente, este erotismo de la disección se muestra en los libros de anatomía de la época. El libro De dissectione partium corporis humani (1545) del anatomista francés Charles Estienne contiene numerosos grabados anatómicos de atractivos jóvenes de ambos sexos aún vivos -una convención de los libros anatómicos de la época- y en posiciones claramente eróticas. Estos modelos se muestran con las piernas abiertas, enseñando sus órganos genitales, o recostados lánguidamente en sugestivos dormitorios o idílicos paisajes, como invitando al lector a poseerlos, a pesar de las horrendas mutilaciones de sus cuerpos28.
Pero el erotismo de la disección no se limita al cuerpo ajeno, sino que se dirige también al cuerpo propio. De las ilustraciones de los libros de anatomía de la época, las más inquietantes son las imágenes de cuerpos que, cuchillo en mano, se diseccionan a sí mismos. Una de las imágenes más famosas de este tipo está en el citado libro del español Valverde, que contiene un grabado de un hombre que se ha desollado a sí mismo. En una mano empuña todavía el cuchillo con que se ha depellejado, y en la otra sostiene la piel arrancada29. Otras ilustraciones contienen disecciones del cuerpo propio en sus capas más profundas. Así, muestran cuerpos que se levantan los tejidos externos para mirarse adentro. En estas imágenes, el deseo de alcanzar el interior aparece asociado con el dolor inevitable que esto supone (Sawday 6 et seq.). Don Quijote realiza una operación de disección semejante al describir su mano dentro del agujero. Sus palabras muestran esta misma combinación de disección y erotismo dirigidos hacia el cuerpo propio. Las consecuencias serán, inevitablemente, dolorosas.
Don Quijote retóricamente levanta la piel y los tejidos de su
—36→
mano dentro del agujero para mostrarles a las dos muchachas «la
contestura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura
y espaciosidad de sus venas»
(I, 43; 508). Este lenguaje es
similar al de los libros anatómicos de la época. En la Historia de la
composición del cuorpo [sic] humano, Valverde dedica extensos
capítulos a los movimientos de la mano mediante músculos y
tendones. Por ejemplo, en el en capítulo XVIII del libro segundo,
«De la carne que se halla en la parte de dentro de la mano»,
Valverde escribe:
(46r) |
Aunque hoy nos resulte extraño, la mano es uno de los
órganos que más curiosidad despertaban en la época y a cuya
disección los tratados de anatomía dedicaban más texto e imágenes.
Parte de esta fascinación anatómica por la mano se debía a la
paradoja de que la mano diseccionaba a la mano, que era a la vez
el órgano diseccionador y el diseccionado. Vesalio señala que,
etimológicamente, la palabra «cirugía» significa «labor de la
mano» (Hecksher 73, 140-41 nota 79). Pero el principal motivo
por el que la mano fascinaba a los anatomistas es que es el único
órgano exclusivamente humano. Ya desde la Antigüedad se
resalta la especificidad humana de la mano, el «instrumento de
instrumentos»
que la llama Aristóteles en su De partibus animalium
(4.10). Su ductilidad permite al ser humano adaptarse a
todos los medios, distinguiéndolo así de los animales. Aristóteles
llega a afirmar en De anima (2.9) que la mano hace al hombre, y
no al contrario. Uno de los libros de anatomía más influyentes de
—37→
la Antigüedad, De usu partium de Galeno, significativamente
comienza con un extenso análisis de la mano. Tanta es la importancia
de la mano en la anatomía renacentista, que muchos
anatomistas se hacen retratar diseccionando una mano. Éste es el
caso de Vesalio en el famoso frontispicio de su Fabrica, o del
retrato de Rembrandt Lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp,
en que este anatomista aparece comenzando la disección de un
cadáver por la mano30.
La mano también fascina a los anatomistas por ser el órgano
que mejor representa el resto del ser humano31. En esta misma
conexión entre la mano y la totalidad de la persona se basa la
quiromancia -adivinación del destino por la palma de la mano-,
una práctica tan en boga en la época que en el siglo XVII se llegó
a enseñar en las universidades con el consentimiento tácito de la
Iglesia. Se publicaron tratados de quiromancia que fueron ampliamente
leídos, como el De humana physiognomonia (1586) de Giambattista
della Porta. La mano, junto con la boca, tiene la capacidad
de comunicar algo superior a ella. Los manuales de retórica y las
instrucciones a los actores en los textos teatrales contienen consejos
de cómo expresarse con los gestos de la mano. Las manos de
Cristo y los santos expresan complejos significados en pinturas y
estatuas. La heráldica y los emblemas utilizan también este valor
de sinécdoque de la mano que, al sujetar objetos de todo tipo, da
lugar a significados alegóricos que sólo los iniciados pueden
interpretar32. En su tratado de quiromancia, Della Porta conecta
—38→
la mano y el resto del cuerpo al afirmar que la posesión de una
mano grande indica una fuerza grande en todo el cuerpo (Sorell
27-34; Hecksher 150 nota 121). El mismo Cervantes se muestra
muy consciente del poder de la mano para representar al resto de
la persona. En la famosa descripción que hace de sí mismo en el
prólogo a las Novelas ejemplares -y también en el prólogo a la
segunda parte del Quijote-, alude a su mano inútil como símbolo
fehaciente de su valerosa participación en la batalla de Lepanto33.
En este episodio, Don Quijote está realizando una conexión
semejante entre la mano y el resto de su cuerpo cuando, tras
describir los músculos, nervios y venas de su mano, advierte a las
dos jóvenes: «de donde sacaréis qué tal debe de ser la fuerza del
brazo que tal mano tiene»
(I, 43; 508).
Sin embargo, Maritornes cuestionará la validez de esta conexión
sinecdóquica que Don Quijote acaba de establecer entre
su mano y el resto de su cuerpo: «Ahora lo veremos -dijo Maritornes.
Y haciendo una lazada corrediza al cabestro, se la echó a
la muñeca y, bajándose del agujero, ató lo que quedaba al cerrojo
de la puerta del pajar, muy fuertemente»
(I, 43; 508). Don Quijote
queda entonces de pie sobre la silla de su caballo, dolorosamente
estirado y temiendo quedar colgando en el aire si Rocinante se
mueve34. Don Quijote que, segundos antes, había conectado
retóricamente su mano con el resto de su cuerpo, trata ahora
inútilmente de deshacer esa conexión. Para ello, le advierte a la
hija del ventero: «[N]o la tratéis tan mal [mi mano], pues ella no
—39→
tiene la culpa del mal que mi voluntad os hace, ni es bien que en
tan poca parte venguéis el todo de vuestro enojo»
(I, 43; 508).
Esta acción de Maritornes de atar la mano de Don Quijote da
un doloroso giro realista a la vaga conexión retórica que éste había
establecido entre la mano y el resto de su cuerpo. Maritornes
actualiza los elementos disectivo-anatómicos implícitos en el discurso
petrarquista que Don Quijote estaba utilizando. Don
Quijote se da cuenta de este doloroso giro justo en el momento en
el que Maritornes está procediendo a atarle la muñeca con el
cabestro del Rucio: «Más parece que vuestra merced me ralla que
no que me regala la mano»
(I, 43; 508). Don Quijote, que retóricamente
había diseccionado su mano para mostrarles a las muchachas
sus venas y músculos, se encuentra ahora con que, del otro
lado del muro, las dos muchachas han empezado una operación
disectiva real.
Pero será al amanecer cuando lo que comenzó como un
jugueteo erótico-literario de desmembramiento alcance el punto
álgido en este giro realista de la disección anatómica. Don Quijote
ha pasado la noche de pie sobre Rocinante, pues «aunque él
quisiera sentarse y ponerse en la silla, no podía sino estar en pie
o arrancarse la mano»
(I, 43; 509). Al amanecer, un caballo de
unos viajeros que llegan a la venta se aproxima a oler a Rocinante,
que reacciona devolviendo el saludo. Entonces, Don Quijote
pierde pie y queda dolorosamente colgado de la muñeca, «cosa
que le causó tanto dolor, que creyó o que la muñeca le cortaban
o que el brazo se le arrancaba»
(I, 43; 511). Esta posición es la
misma en la que los grabados de Vesalio y otros libros de anatomía
de la época representan los cuerpos anatomizados (figura 1).
Era práctica frecuente diseccionar los cuerpos no tumbados sobre
una mesa, sino en posición vertical (Singer 87). En esta posición,
la gravedad ayudaba a apartar los músculos y tejidos exteriores,
con lo que el anatomista podía acceder más fácilmente al interior
del cuerpo. En el grabado que abre el tratado de Theodor Kerckring
Spicilegium anatomicum (1670), aparece la ciencia anatómica
representada como una mujer que disecciona un cadáver que
cuelga de una cuerda atada a su muñeca (figura 2)35. Don Quijote,
—40→
que ha empezado
su aventura galante
fantaseando
sobre la disección
de su propia
mano -el primer
paso de la disección según los
grabados de la
época— ha terminado convertido
en un espécimen
anatómico listo
para ser
—41→
—42→
diseccionado en su totalidad.
Figura 1. Cadáver colgado mostrando la cavidad torácica y otros órganos. A la izquierda, colgado de un clavo en el muro, el diafragma. Tabla 7.a del libro 2º de Juan de Valverde, Historia de la composición del cuorpo humano (Roma: A. Salamanca y A. Lafreri, 1556), que reproduce modificada una lámina de Vesalio, Fabrica humani corporis (1543).
Página 40
Figura 2. Frontispicio del libro de Theodor Kerckring Spicilegium anatomicum (1670), en el que la ciencia anatómica aparece como la figura de una mujer que procede a diseccionar un cadáver colgado de la mano.
Página 41
El placer erótico ha sido suplantado por el dolor que caracteriza la disección, por más que se realizase en un cadáver insensible. Tortura y disección estaban íntimamente conectadas, pues la disección era vista como parte del ceremonial del castigo. Foucault ha establecido claramente la conexión entre ciencia y poder, que hacen del cuerpo del delincuente el lugar del que extraen la verdad en forma de confesión pública de la culpa mediante la tortura y la ejecución. La disección del cadáver es el paso siguiente de esta ceremonia del poder sobre el cuerpo (47 et seq.). De hecho, los cuerpos que se usaban para las anatomías procedían casi siempre de las ejecuciones. Es más, ante las quejas de los médicos por la perenne escasez de cadáveres y la dificultad de preservarlos, era frecuente que las autoridades los complaciesen haciendo coincidir las fechas de las ejecuciones con las de las sesiones anatómicas. En ocasiones, incluso permitían a los médicos elegir un tipo de ejecución que no estropeara el futuro espécimen anatómico (Singer 75)36. Vesalio mismo explica que durante su infancia se aficionó a observar los cuerpos de los ejecutados que se exponían en un patíbulo cercano a su casa (Le Breton 75). Existen documentos de la Universidad de Salamanca que confirman esta práctica en España. Por ejemplo, una disposición del Consejo Real firmada por Carlos V en 1552 comunica:
(Beltrán de Heredia 5: 484) |
—43→
La conexión entre la posición en que Don Quijote está colgado y la tortura aparece claramente en el texto mismo al aludir al tormento de la garrucha:
(I, 43; 511). |
El dolorido cuerpo de Don Quijote colgado del agujero en el muro por la muñeca se convierte en el cuerpo torturado y anatomizado, una imagen de dolor que proporciona un conocimiento a quienes lo observan. Esta conexión entre castigo, disección y conocimiento aparece en los libros de anatomía de la época en la forma del mito de Marsias, el sátiro que desafió a Apolo a un concurso de flauta y fue atado a un árbol y desollado vivo en castigo a su osadía. La segunda edición de la Fabrica de Vesalio (1555) contiene una reproducción del desollamiento de Marsias en la decoración de la letra inicial V. El libro de Estienne ya citado también contiene un grabado de Marsias atado a un árbol y desollado. La imagen de Valverde antes mencionada del hombre que con un cuchillo se ha arrancado la piel deriva igualmente de las representaciones de Marsias (Sawday 185-87).
Como Marsias, Don Quijote es la víctima expiatoria a través de cuyo dolor podemos conocernos. La asociación entre el cuerpo diseccionado y Cristo es frecuente en la época. Por ejemplo, el cuadro de Rembrandt La lección de anatomía del doctor Joan Deijman (figura 3) representa el cadáver diseccionado en una pose inspirada en el Cristo difunto de Andrea Mantegna (Gross 240). Esta conexión entre los cuerpos diseccionados y la figura de Cristo está reforzada por la abundancia en la época de imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, que se abre el pecho para que a través de su interior podamos acceder a nuestra salvación (Sawday 117). Esta identificación entre cuerpo anatomizado y víctima expiatoria se muestra inequívocamente en algunos grabados de la —44→ época, como un grabado en los Commentaria del anatomista Berengario da Carpi, que para ilustrar los músculos presenta la imagen de un Cristo crucificado al que se le ha arrancado la piel. Curiosamente, Nabokov hace la misma conexión al final de su comentario de la escena en la venta: «Then some horsemen approach, Rocinante moves, and Don Quixote is left hanging, we may suggest from the shadow of a cross» (148, énfasis mío).
Figura 3. Lección de anatomía del doctor Joan Deijman de Rembrandt, que se inspira para el cuerpo diseccionado en el Cristo difunto de Andrea Mantegna.
La cómica crueldad de esta escena refleja la ansiedad que la
práctica disectiva causa en un período en el que está surgiendo el
concepto moderno de «individuo». La disección cuestiona la
unidad del cuerpo, una de las bases de esta nueva individualidad.
El individuo -in-dividuus, no divisible- se postula partiendo de
un cuerpo singular y autónomo, un cuerpo como unidad
ontológica. La práctica disectiva desmiente esta unidad y unicidad
del cuerpo al revelarlo como un conglomerado divisible en
—45→
componentes genéricos de orden inferior37. Cervantes capta esta
tensión al parodiar la fácil tradición petrarquista de desmembrar
y volver a ensamblar el cuerpo de la amada. Para ello, utiliza el
método tan cervantino de confrontar las artificiosas convenciones
literarias del desmembramiento petrarquista con la cruda realidad
de la disección anatómica en la época. El resultado es una escena
simultáneamente cruel y cómica, una escena en la que el galante
ofrecimiento de Don Quijote de «tomad, señora, esa mano»
gradualmente da paso a una disección. Don Quijote termina
convertido en un cadáver colgado listo para su disección, y el
placer erótico del fantasioso desmembramiento petrarquista se
transforma en el dolor realista y cruento de la nueva disección
anatómica.
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