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ArribaAbajo Palabras para Jorge

Antonio Requeni



Como un animal voraz
la muerte me anda siguiendo.
Voy a entregarle mi cuerpo
y voy a seguir viviendo.



Querido Jorge: recuerdo la tarde en que me leíste esta copla que acababas de escribir. Trabajábamos juntos en la redacción de La Prensa, uno al lado del otro, todos los días, compartiendo la primicia de versos propios y ajenos, así como confidencias, tristezas y alegrías. Por esa época, principios de la década del setenta, publicaste tu libro Solo de muerte. En él aparecían, como en casi todos tus poemas, seres y costumbres de tu paisaje jujeño, pero también las eternas perplejidades del hombre ante el misterio que nos rodea, especialmente el misterio de la muerte. Ahora ya lo sabes, ya no tienes necesidad de seguir interrogando, como lo seguimos haciendo nosotros. El único consuelo que nos queda a tus lectores y amigos es el que señalaste en tu copla: «Voy a entregarle mi cuerpo / y voy a seguir viviendo». Le has entregado a la muerte sólo el cuerpo y seguirás vivo entre nosotros gracias a la poesía que nos dejaste, esa poesía a la que regresaremos en más de una ocasión para volver a encontrarnos. Porque como te oí decir más de una vez: «La única muerte es el olvido». Acudo siempre a tus palabras. «¿Qué cosa puede ser un hombre si no es capaz de mantenerse en pie sobre su verdad?». Vos permaneciste erguido sobre la verdad y la belleza de los poemas de «Memoria terrestre», «Imágenes y conversaciones», «Solo de muerte» o «Poemas conjeturales»; en los magníficos cuentos de «El miedo inmortal»; en tus ensayos sobre José Hernández, Juan Carlos Dávalos, Daniel Ovejero y Carlos Mastronardi; así como en la prosa bellísima y tan argentina de «Escrito en la tierra»;   —360→   obras todas ellas en las que vive la justicia, el amor, la libertad y los sueños. Porque fuiste uno de los grandes poetas argentinos, un poeta que se mantuvo fiel a su raíz provinciana y abierto a la gran cultura universal. Nuestra literatura pierde contigo una voz lírica que perdurará, seguramente, más allá de modas y retóricas cambiantes. Tus amigos pierden a un amigo noble, inteligente, sensible y generoso, a un hombre -«a todo un hombre», como diría Unamuno- que amó y sufrió con su país y por su país. Con tu muerte, yo pierdo a un hermano.