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ArribaAbajoLanzamiento del sitio electrónico de la Academia en Universia138

El viernes 1 de noviembre a las 12, en el piso quince de la sede central del Banco de Santander, en Bartolomé Mitre 480, se realizó el acto de inauguración de la Página de Internet de la Academia Argentina de Letras, en el portal de UNIVERSIA. Frente a un público selecto, constituido por directivos de la Fundación Santander, académicos, periodistas e invitados especiales, se lanzó dicha Página. En la ocasión, hicieron uso de la palabra el Presidente de la Academia Argentina de Letras, Dr. Pedro Luis Barcia y el Gerente General de Universia Argentina, Lic. don Julio Piñero. Éste ilustró su exposición de lanzamiento con abundantes proyecciones en pantalla gigante de las distintas opciones que ofrece la flamante Página, que fue comentado con animada explicación. Señaló Piñero que la Academia Argentina de Letras es la única academia que tiene su presencia particular en el Portal de las Universidades.


Palabras del Presidente de la Academia

Agradezco, en nombre de la Academia Argentina de Letras y en el mío propio, la hospitalidad que nos brinda la Fundación para la presentación en sociedad de nuestra página en Internet, en el seno del portal de UNIVERSIA (www.aal.universia.com.ar).

Don Julio Piñero y yo somos meros bastoneros de esta fiesta visual. La protagonista y estrella de hoy es la Página, en el ámbito   —392→   la pantalla. Antes de mi breve exposición para manifestar nuestro entusiasmo, estimo de obligación hacer una denuncia pública. El señor Gerente General de Universia Argentina padece una evidente limitación, y a las pruebas de lo que hemos visto me remito: no sabe hacer las cosas... mal.

Es un gerente pleno. Si atendemos a las acepciones que tiene el verbo latino gero, gerere, de donde nace «gerente» -por aquí mostramos nuestra deformación profesional-, veremos que a todos esos sentidos da realidad cumplida don Julio Piñero: 1) «portarse adecuadamente bien»: lo hace con aplicación; 2) «desempeñar un cargo»: lo asume con eficacia; 3) «llevar el peso de algo sobre sí»: lo cumple portando la grave carga de la información de tantas universidades; 4) «representar a alguien»: a su empresa, y juzgamos bien de ella con solo conocerlo, según lo castiga el refrán viejo: «De tal señor, tal embajador»; 5) «producir, crear, engendrar y ejecutar una empresa»: esta cualidad nos ha valido nuestra presencia feliz en su portal.

Además el Gerente tiene una virtud encomiable para mí, que soy abundoso en verbos: es un hombre lacónico. Si lo hubiera conocido Pedro Muño, amigo del Cid, hubiera invertido el famoso cachetazo verbal que lanzaron a los de Carrión y le hubiera dicho: «Manos sin lengua».

Cuando el año pasado se acercó a la Academia para ofrecernos en nuestra gestión trabajar juntos, lo recibimos con entusiasmo y lanzamos, inicialmente, una «Agenda académica». Él ignoraba que somos como el sapo de la fábula, que una vez que se le ha hecho sitio en el asiento, avanza sobre todo él. Si se descuida, seremos el portal de la Academia que cede una página a Universia.

Aquella agenda fue el primer paso de un camino en común, que deseamos largo y fructuoso. A diferencia de lo que ocurre en tantos ámbitos de la realidad, en los que vale el dicho hispano: «Estos lodos vienen de aquellos polvos», aquí decimos con justicia: «Esta construcción proviene de aquellas piedritas iniciales».

Cuando planeamos la labor conjunta, ofrecí sólo tres cesas a Universia: orden, seriedad intelectual y continuidad. No era poco para nuestro país en nuestras circunstancias. Para mí era fácil esa oferta, porque sabía que podía apoyarme en la calidad probada de las personas que trabajan en nuestra Casa. Nosotros no disponemos de «recursos humanos», sino de personas responsables, eficientes, con voluntad   —393→   de superación con las cuales la función directiva se hace fluida y eficaz.

Y, junto a Piñero, fuimos cumpliendo los tres pasos de todo proyecto, según el conejo en Alicia en el país de las maravillas: se dice que se lo va a hacer, se lo hace y se dijo que se lo dijo. Aquí estamos diciendo que lo hemos hecho. Pero es errar usar un pretérito, porque la labor es permanente y renovada. Lo estamos haciendo, y nos internaremos en el ilímite espacio virtual: nulla die sine linea digital. En eso estamos.

Universia fue generosa en el ofrecimiento y paciente y eficaz en el asesoramiento técnico y en la adecuación de nuestro material al espacio virtual. Esta dimensión del ciberespacio produce, al enfrentar se con ella, un efecto similar al apampamiento frente a la infinitud planetaria de la llanura. Poco a poco aprendemos a explorar el terreno, a senderearlo y a cartografiarlo.

Hemos hecho mucho juntos en poco tiempo. UNIVERSIA tiene un sistema muy aceitado y un personal altamente capacitado, y nosotros disponíamos de mucho material procesado que aguardaba, como el arpa de Bécquer, la mano que la pulsara e hiciera presente. Teníamos la totalidad de nuestra Biblioteca digitalizada y ya habíamos elaborado sendos CD Rom que contenían las Dudas y cuestiones idiomáticas. Igualmente, la información general y la historia de nuestra Academia ya estaban digitalizadas. Si fuéramos gauchos diríamos, con dicho campestre, que se encontraron Juancho y su rosillo, para bien de la empresa común.

Agradecemos a UNIVERSIA por ponernos en la órbita de lo que el papa Juan Pablo II denomina: «El mayor ágora del mundo y de los tiempos: Internet». Estamos en el mundo virtual, palabra emparentada con virtus, que vale tanto como «fuerza o potencia», propias del vir, «varón». Como se ve, los romanos no eran políticamente correctos. Dijo Heráclito, novedosamente, hace más de veinticinco siglos: «Como la piedra, eternamente en la orilla, así es el hombre que no está en el presente». Estamos aquí y ahora. «A la ocasión, la pintan calva y con un pelo en la frente». Esta señora, según la fabulación plástica, es una mujer desnuda que viene sobre una rueda hacia nosotros. Solo podemos atraparla si pillamos el pelo único de su frente. Si no es así, la perdemos para siempre. La hizo rodar hacia nosotros don Julio Piñero, y la tomamos.

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La virtualización es indiferente, como lo es todo el mundo de la técnica. Ella será lo que hagamos de ella. Esto es una obviedad, pero cotidianamente la olvidan quienes vapulean la herramienta en lugar de la mano y la mente que la guían. UNIVERSIA, que tiene señorío tecnológico, la hace servir a la gran familia universitaria. Porque somos dueños y no siervos de lo tecnológico.

Atendamos a los anatemas de Jean Baudrillard, que profetiza sobre la desaparición de toda realidad por la desrealización en lo virtual. Atendamos al pronóstico de Paul Virilo, que anuncia una inevitable implosión en el mundo de la virtualidad. Atendamos, digo, a sus advertencias apocalípticas para hacerlas imposibles. Podemos rescatarnos del futuro de estos anuncios apoyados en dos firmes palancas: la actualización de los proyectos humanos y la humanización de toda empresa asumida. Hagamos convivir la virtualización con la actualización.

Las antiguas y venerables imágenes de la integración del saber han ido mutando con el tiempo: la casa de Aristóteles, basada en el saber constructivo de la filosofía; los ciclos articulados de la enciclopedia pensada por los griegos; el árbol de las ciencias, de Ramón Llull; la cadena de los saberes, de Diderot, en su obra magna; la pirámide de las disciplinas en el recio y simplista Comte... Todas estas imágenes tienen hoy una propuesta de sustitución en la imagen de la red. Enfrentamos un saber reticulado. Éste tiene su trivium y su cuadrivium. Hay un orden en él, aunque parezca laberíntico, tiene un diseño.

Es un nuevo lenguaje, y todo lenguaje es virtual. Pierre Levy dice del espacio virtual: «Es una gran computadora cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna parte, un ordenador hipertextual, disperso, viviente, inacabado, virtual; un ordenador de Babel: el mismísimo ciberespacio» (¿Qué es lo virtual? Barcelona: Paidós, 1998, p. 45). No dice que la frase es casi textual de la pluma de Pascal y que tiene una vida de más de tres siglos. La frase asocia lo actual con lo remoto.

La Academia Argentina de Letras, gracias a UNIVERSIA, ofrece un espacio para la visita, y su biblioteca para la exploración y la navegación. Los invitamos a todos a esta excursión en el ciberespacio pues, como dice la sentencia humanística latina: «Navegar es necesario, vivir no es necesario».

Pedro Luis Barcia



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