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Un
olvidado texto de Galdós238
En 1915 Galdós concibió el proyecto -o se lo sugirieron- de escribir una serie de artículos para La Esfera sobre «Ciudades viejas». Sólo uno apareció: «El Toboso».
Como preparación para esta tarea Galdós recurrió -como frecuentemente había hecho en el pasado para los Episodios nacionales239- a un antiguo amigo suyo de este famoso pueblo, D. Antonio Nuño de la Rosa (ver carta núm. 4). De la carta se puede colegir que D. Benito le pedía informes para escribir «históricamente» sobre El Toboso que su amigo no le pudo proporcionar. La respuesta de D. Antonio, del 2 de agosto de 1915, obligó a Galdós a cambiar sus proyectos originales, y, en vez de darnos una relación histórico-literaria de la importancia de El Toboso -que suponemos era su propósito- recurrió como tantas otras veces en sus novelas y episodios al procedimiento de combinar una experiencia «vivida» con otra «leída».
Que la experiencia leída fuese de origen cervantino, no es de extrañar por dos razones: la una demasiado obvia para ser mencionada; la otra, que también va resultando un lugar común en la crítica galdosiana, es la extrema importancia que la obra de Cervantes siempre tuvo para Galdós a través de toda su producción literaria (novelas, episodios y aún ensayos). Que la parte «autobiográfica» de este ensayo correspondía verdaderamente a una experiencia vivida por Galdós, nos fue fácil comprobarlo por medio de la colección de cuatro cartas que transcribimos al final de esta nota y cuya reproducción agredecemos a la Casa-Museo Pérez Galdós en cuyo archivo se encuentran.
La experiencia de Galdós en El Toboso corresponde al año de 1909, cuando D. Benito entró a formar parte de la «Conjunción republicano-socialista» en cuyo grupo viajó haciendo la campaña para su reelección como diputado a Cortes. (Nótese la mención que se hace en la carta núm. 3 al «triunfo de las ideas democráticas de las cuales es V. infatigable propagandista».)240
Al leer las cartas de D. Antonio Nuño de la Rosa y cotejarlas con el texto «El Toboso», nos damos cuenta de que el personaje a quien Galdós llama «el caballero del verde gabán» es este patricio compatriota de Dulcinea. En la carta núm. 1 nos enteramos, por ejemplo, de que el Jesús, «único republicano que existe en esta Villa y contornos», el orgulloso padre de «Marsellesa», es el Jesús Martínez mencionado por D. Antonio y a quien se refiere D. Benito en su «epílogo» al mencionar que fue colocado como guarda particular en una de las casas de campo de su rico amigo.
La segunda carta confirma el dato que nos da Galdós acerca de los excelentes quesos que «el caballero del verde gabán» guardaba en sus bien provistos almacenes. Dato más digno de notarse, sin embargo, es el comentario, en esta misma carta, sobre la situación política prevalente en España en julio de 1909 («[...] ¡que los moros van a dar la puntilla a la dinastía! ¡Lástima de nación comprometida y desangrada por un capricho pueril de Maura!») y que resultó ser profético.241
—152→El contenido de la tercera carta no ilumina el texto de Galdós -excepto en lo que ya se apuntó más arriba- pero sí nos da una muestra más de lo grave de la situación en que se encontraba España en estos momentos (con una campaña militar impopular en Marruecos a la que los padres no desean enviar a sus hijos), a pesar de que para esa fecha, 29 de octubre de 1909, Alfonso había forzado la renuncia de Maura (Carr, pp. 485-86).
En cuanto a la prodigiosa pirueta que da Galdós en este ensayo tardío, no quiero comentar sino que lejos de haber decaído su poder creativo, se muestra aquí el escritor en perfecto control de esas facultades que siempre hicieron de él un gran novelista: la perfecta fusión de mito e historia, de vida y literatura, de símbolo y realidad. Es sobre todo de notar la persistencia en la obra de D. Benito de la voz de Cervantes.
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