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Cuando Pío Baroja publicó en 1919 su libro La caverna del humorismo637, envió algunos fragmentos a diversos periódicos y revistas638. El semanario La Internacional, de ideología socialista, dirigido en aquellas fechas por Antonio Fabra Ribas, recibió el capítulo «La balada de los buenos burgueses», perteneciente a la obra mencionada. No se publicó en su momento, sino que apareció en las páginas de la revista, sin mencionar su procedencia, unos ocho meses más tarde, cuando Fabra Ribas había pasado a dirigir El Socialista y se había hecho cargo de la dirección de La Internacional Manuel Núñez de Arenas.
El capítulo en cuestión era una fuerte diatriba antiburguesa (es posible que Núñez de Arenas estuviese en lo cierto al afirmar que había sido elegido por Baroja para La Internacional por esa —400→ razón) con referencias poco reverentes a la religión y a la monarquía:
Nuestro país es una balsa de aceite. Nuestra Santa Madre Iglesia tiene días de gloria; las peregrinaciones abundan; los robustos frailes y los amenos jesuitas brotan como la hierba; Su Majestad el Rey muestra su belfo austriaco en las carreras y en las regatas, más que en las bibliotecas y laboratorios. [...]. ¡Viva el lujo! ¡Viva la alegría! Gozad, gozad, buenos burgueses; todavía no viene el bolcheviquismo. No vendrá, no, porque vosotros sois españoles, y con esto está dicho todo; vosotros tenéis la fe que salva y el Santo Cristo de Limpias, que mueve los ojos y bailará el tango argentino si le conviene a los curas639. |
Como responsable de la publicación de un texto que contenía injurias al Rey y a la religión fue procesado Manuel Núñez de Arenas. Ya en 1916, desde la revista España, Álvaro de Albornoz había denunciado lo absurdo y anacrónico de una ley según la cual «Es delito la reproducción de los escritos punibles aunque no hayan sido perseguidos. De este modo, el hecho de trasladar a un periódico una página de cualquier libro de esos que andan por todas las bibliotecas populares puede costar al autor de la reproducción unos cuantos años de prisión»640. La realidad era que en 1920, aunque aplicada de forma más suave, seguía vigente, como lo demuestra el proceso del que nos ocupamos.
La impunidad de Baroja y el procesamiento de Núñez de Arenas provocaron los airados e irónicos comentarios de la revista España, que con un artículo sin firma titulado «Un sacrificio del Sr. Baroja»641 encendió el fuego de la polémica. Desde las páginas de España se acusaba a Baroja de haber cargado toda la responsabilidad en Núñez de Arenas, al haber declarado que el texto que apareció en La Internacional no era un artículo sino un fragmento de un libro publicado, y que no había enviado nada —401→ recientemente al semanario socialista. En el citado artículo de la revista España se ofrecía una irónica versión de los hechos:
No cabe duda de que con sus ataques a los socialistas, sus reiteradas manifestaciones de individualismo a ultranza, su postura germanófila durante la Primera Guerra Mundial, Baroja se había creado fama de escritor burgués642; esto le produjo alguna antipatía en círculos socialistas y en concreto, como demostró en alguna ocasión con sus críticas, en Luis Araquistáin, director de España, con quien había coincidido, al igual que con Núñez de Arenas, en la redacción de dicha revista643.
—402→Pío Baroja, alejado por aquellos años de las colaboraciones periodísticas, utilizó sin embargo la prensa para puntualizar su postura ante los comentarios suscitados por el proceso al director de La Internacional. La carta que a continuación transcribimos apareció el 20 de agosto de 1920 en El Sol y en El Imparcial, y el día siguiente en el ABC.
La carta de Baroja suscitó la respuesta de Manuel Núñez de Arenas, publicada en El Sol (21 de agosto de 1920) y en ABC (22 de agosto de 1920). Los textos enviados por el director de La Internacional a uno y otro periódico diferían en algunos matices pero básicamente expresaban las mismas ideas.
Señalaba Núñez de Arenas el alarmismo de Baroja ante un suceso al que él, el procesado, no había dado excesiva importancia, «hasta el punto de que, dirigiendo yo La Internacional y conociendo mi procesamiento hace unos quince días, se me olvidó dar la noticia del suceso en el número de la semana pasada». —404→ Apuntaba una inexactitud en la carta de Baroja; no era él, sino Fabra Ribas, el director de La Internacional cuando se recibió el texto de La caverna del humorismo, «libro en que el novelista Sr. Baroja pretendía la plaza de filósofo, ¡oh perniciosa emulación de Ortega!»644. Según Núñez de Arenas, Fabra Ribas «a pesar de mis buenos oficios no lo quiso publicar» y la explicación enviada a Baroja sobre la «pérdida» del texto sólo había tenido como razón la cortesía. Núñez de Arenas daba en su escrito la siguiente versión del proceso:
Ante la denuncia el Sr. Baroja se alarma, se inquieta, moviliza a su familia, a sus dependientes; me preguntan si debe emigrar, qué precauciones ha de tomar. Al tiempo escribe a un gran amigo de Madrid para que procure arreglarle el asunto. Yo le respondo que no pasará nada, que sólo la casa editorial de su familia y él mismo ganarán con el reclamo que se está haciendo a La caverna, obra que fue poco apreciada por las personas habituadas a leer. Es decir, que iba a dar salida a unos volúmenes en almacén. Pero, no satisfecho, viene a Madrid. Se entrevista con el juez y le envuelve en razones. Me llaman a las Salesas y me comunican mi procesamiento, basado en el siguiente razonamiento del juez: lo que se persigue es el hecho de que se haya publicado en La Internacional el trabajo del señor Baroja. Ahora bien; la voluntad de publicar allí, ¿de quién es, del autor o del director? Preguntan al autor sobre el envío de un trabajo a La Internacional; contestó que ACTUALMENTE no había mandado nada, callándose que lo había mandado siete meses antes. De ello deduce el juez que si ahora no ha mandado nada y ahora se publica el trabajo, el trabajo no está mandado por él. Y me procesa a mí. Yo comprendí en seguida el razonamiento del juez y la situación de ánimo del señor Baroja al declarar como lo hizo; y como yo, sin ser el Cid, sé comprender las debilidades ajenas y afrontar molestias e incomodidades, declaré que me conformaba con la decisión del juez y con la declaración del Sr. Baroja. ¿Se podía dar mayor prueba de amistad y mayor delicadeza? Pues aún ha habido más. No le dije una palabra del caso al señor Baroja. Comenté con mis amigos lo absurdo del punto de partida del razonamiento del juez, castigando la reproducción de un trozo de libro no perseguido. Pero extremé la corrección con el Sr. Baroja hasta el —405→ punto de que, al dar la noticia en La Internacional de mi procesamiento, sólo copiaba al pie de la letra la exposición del juez y no comentaba. Cierto que al trabajo del Sr. Baroja se le llamaba artículo; pero en una gacetilla eso no tiene importancia. Y después de esa conducta mía, el Sr. Baroja publica la carta conocida645. |
En la carta enviada a ABC (en la de El Sol no se hace referencia al tema) Núñez de Arenas acusa a Baroja de oportunista, por la elección del capítulo para La Internacional:
Por otra parte, en El Sol Núñez de Arenas señalaba que Baroja se había mostrado conforme con el desarrollo de los hechos, y no hubiese escrito la carta en la que intentaba justificar su postura si no hubiera sido provocado, desde España, por un «espíritu maligno» que le había afeado su conducta.
Baroja volvió a utilizar las columnas de El Sol (21 de agosto de 1920), ABC y El Imparcial (22 de agosto de 1920) para replicar a Manuel Núñez de Arenas, con el siguiente texto en el que Baroja daba por finalizada la polémica:
Dos cartas más en torno al asunto aparecieron, con la misma fecha y en la misma página, en El Sol: una de Núñez de Arenas, «Las elecciones de Fraga», y la otra de Antonio Fabra Ribas, «Al margen de una polémica»646.
El director de La Internacional resumía en su carta la versión de los hechos que ya conocemos y aclaraba que la palabra «grabado» a la que alude Baroja, aparecida en el texto enviado a El Sol, era evidentemente una errata, ya que la palabra empleada había sido «galerada». Por otra parte, molesto por las alusiones a sus posibles intereses políticos, le recuerda a Baroja su frustrado intento de ser nombrado candidato a diputado:
—408→Una relación de esta aventura política nos la da el propio Baroja en su libro publicado en 1918 Las horas solitarias (Notas de un aprendiz de psicólogo), donde cuenta que la idea surgió en la revista España y precisamente de Núñez de Arenas647.
La carta de Antonio Fabra Ribas era una réplica a las alusiones de Núñez de Arenas sobre su negativa a publicar en La Internacional el texto enviado por Baroja, y expresaba respeto por el novelista:
Si tal reseña no apareció en La Internacional se debió, según Fabra Ribas, a su abandono del semanario para dirigir El Socialista, periódico en el que tenía pensado organizar una sección donde se practicase la crítica literaria con auténtico rigor y seriedad:
—409→
Ni Baroja ni Núñez de Arenas volvieron a hacer ninguna declaración pública sobre el proceso.
El periódico El Sol se había mantenido también al margen de la polémica, limitándose a insertar en sus páginas las cartas enviadas por los interesados. La primera carta de Núñez de Arenas en respuesta a Baroja se introdujo con la siguiente nota, en la que el diario demostraba su deseo de mantener la imparcialidad:
Ayer publicamos unas cuartillas de Pío Baroja, a quien convenía publicar la aclaración que en aquéllas se hacía sobre un asunto que interesa a tan querido amigo nuestro. Hoy el Sr. Núñez de Arenas, querido amigo nuestro también, desea contestar al Sr. Baroja. Y aunque, en este género de cuestiones no tenemos por qué intervenir, acogemos lo que el Sr. Núñez de Arenas dice por las mismas razones por que acogimos ayer lo que decía Pío Baroja648. |
ABC, sin embargo, se mostró menos imparcial al manifestar su adhesión a la postura de Baroja:
Estamos, por nuestra parte, de acuerdo completamente con el ilustre escritor y creemos que en las columnas de la Prensa no requiere nuevas explicaciones649. |
Si ABC estaba de acuerdo con Baroja, la joven revista La Pluma se apresuró a exponer su disconformidad en una nota publicada en el número de septiembre:
NOSOTROS NO. Ambos interesados nos han contado el caso en sendas cartas publicadas en los periódicos. La Internacional publicó una «Balada de los buenos burgueses» escrita por D. Pío Baroja, quien al saberla denunciada por el fiscal de Su Majestad solicitó de su amigo el Sr. Azorín que intercediera, dadas sus relaciones con personajes influyentes, por ver de arreglar el asunto. Ello es que el juez, oídas las declaraciones al Sr. Baroja, ha procesado al director de La Internacional, Sr. Núñez de Arenas (!!!), quien, acostumbrado a padecer persecución por la justicia en calidad de socialista, ha aceptado sin protestar el endoso. —410→Pero el Sr. Baroja, soliviantado por un justo comentario del semanario España, se confiesa cobarde (quizá por emular a otro amigo del Sr. Azorín, Montaigne, no por su cobardía glorioso, sino por filósofo) y aún dice que el señor Núñez de Arenas no es un Cid... El ABC manifiéstase conforme con el insigne escritor. Nosotros, no650. |
Recordemos que Baroja había sido objeto del desdén de La Pluma y se le había incluido en la lista de «no colaboradores» publicada en el número primero de la revista651.
Fue el semanario España quien primero habló de la participación de Azorín y sus influencias para resolver los problemas de Baroja. El semanario parecía interesado en mantener viva la polémica; para ello publicó otro artículo, también sin firmar, titulado «No fue un sacrificio del Sr. Baroja». Se acusa al novelista, al que se califica de «cavernario humorista», de haber utilizado la influencia de Azorín y la amistad de éste con el conde de Romanones para desviar la responsabilidad hacia Núñez de Arenas. Se dirigían duros ataques a Baroja que no se limitaban a su personalidad sino que se hacían extensivos a su obra:
Todo esto, que puede figurar en una antología del cinismo, es lamentable para el Sr. Baroja. Su filosofía nos pareció siempre una filosofía para bosquimanos; su literatura, una literatura para boys-scouts, y su castellano, el de un extranjero un poco torpe, acaso el de un Sylok mitad italiano y mitad blondosemita del Norte de África, nacido casualmente en el país vasco. Pero teníamos fe en su carácter, y ahora descubrimos que su carácter -el sentimiento de la dignidad y la responsabilidad- es aún peor que su estilo, su literatura y su filosofía. —411→ Este percance, que a un hombre delicado le haría llorar, al señor Baroja pretende darle risa652. |
El artículo de España no provocó réplicas ni comentarios en la prensa de aquellos días.
Todavía nos encontramos, sin embargo, con una alusión a esta polémica en una obra de Luis Araquistáin, la «farsa novelesca» Las columnas de Hércules653 publicada en 1921. En el capítulo XI, «Recuerdo de Linos, maestro de Hércules» en el que se hace un recorrido crítico por la literatura de la época (las resonancias cervantinas parecen evidentes) se ofrecen los siguientes juicios sobre Baroja:
Pío Baroja, ante la burguesía mezquina que refleja Galdós, busca hombres que están situados de hecho o en idea al margen de la sociedad, anarquistas y parias más o menos auténticos. Le obsesiona la literatura rusa, aunque no la más fuerte sino la más exportada en aquel tiempo, que es tal vez la de Gorki; pero la literatura rusa es casi siempre autobiográfica: historia de miseria, de dolor, de presidio y de locura, que cada autor ha vivido o visto de muy cerca. En Baroja ese género tenía que ser una mala imitación, porque ningún otro escritor de su tiempo ha llevado una vida tan burguesa, con un espíritu tan conservadoramente burgués; si alguna vez ha corrido el peligro, no de ir a la cárcel, que eso sería absurdo pensarlo, sino de ser procesado por delito de imprenta, nuestro hombre ha eludido heroicamente su responsabilidad y se ha agenciado un testaferro a la fuerza. Su vida no ha sido precisamente la de un Gorki654. |
Ninguna otra referencia a la polémica entre Pío Baroja y Núñez de Arenas volvemos a encontrarnos en la prensa de aquellos días, más preocupada por los problemas planteados por la Real Orden del 13 de junio de 1920, que regulaba el papel de los periódicos, su precio y tamaño, y que había llevado a la supresión de —412→ El Sol entre los días 14 y 19 de agosto, por la crisis de gobierno tras la dimisión de Bergamín, la muerte de Miguel Moya y los conflictos sociales.
Pensamos que los textos aquí recogidos no sólo sirven para rescatar del olvido una anécdota biográfica, sino también para poner de relieve algunos aspectos de la personalidad de Baroja, contradictoria y siempre interesante.