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31

K. Marx. El 18 de Brumario de Luis Bonaparte; citado y comentado por G. Lukács, Historia y conciencia de clase (Barcelona: Grijalbo, 1975), p. 65.

 

32

Vid. mi prólogo ya citado en la nota 6.

 

33

Poulantzas, p. 328. Añade que esta tendencia se confirma sobre todo con los agentes que ocupan las plazas descalificadas o subalternas de la pequeña burguesía, como los empleados de comercio de nivel inferior (p. 329). Aunque es de poca utilidad para nuestro tema, el número extraordinario XXXIX de Cuadernos para el Diálogo, «'Clases medias' en España» (marzo 1974), confirma en todos sus trabajos el cumplimiento en nuestro país de ese acercamiento creciente entre pequeña burguesía (tanto tradicional como «nueva») y proletariado.

 

34

Jean-Paul Borel, El teatro de lo imposible, (Madrid: Guadarrama, 1966), pp. 231-32.

 

35

Ricardo Doménech, «Cinco estrenos para la historia del teatro español», Primer Acto, no, 100-101 (noviembre-diciembre 1968), p. 25. Vid. también El teatro de Buero Vallejo (Madrid, Gredos, 1973), p. 84.

 

36

Vid. Patricia O'Connor. «Censorship in the Contemporary Spanish Theater and Antonio Buero Vallejo», Hispania, 52 (1969), 283.

 

37

Charles-V. Aubrun, Histoire du théâtre espagnol n'y , 2.ª ed. (París, PUF, 1970), p. 120, cree que el sentido de la obra es que «Il n'y a rien à faire... contre l'éternelle injustice». Es de temer que su lectura haya sido un tanto apresurada, pues informa que la obra se desarrolla a lo largo de «vingt ans», y llama a Fernando «blouson noir» (?). Está claro que a Aubrun le desagrada la situación española de posguerra y de ahí extiende su menosprecio por casi todo lo producido en ella; como al teatro sólo asiste la «classe moyenne», parece pensar, los autores deben sacrificar en el altar de su ideología. Lo menos que puede decirse de las páginas finales del librillo de Aubrun es que son demasiado apresuradas. Las cosas mejoran poco en su artículo «Le Théâtre espagnol engagé: Buero Vallejo et Sastre», en Jean Jacquot, ed., Le Théâtre moderne (París: CNRS, 1967), II, 117-23, donde insiste en su suposición de que el dramaturgo predica «la résignation de l'homme devant la société perverse en soi». Parece conveniente que toda crítica trascienda las meras impresiones personales y el gusto -o disgusto- del lector. No mayor explicación tienen la referencia a lecturas buerianas de Henry Miller (?) o la definición de su primera obra como «un croisement assez maladroit de Chekhov et de Osborne». ¡Y tan maladroit! Como que Osborne no empezó hasta 1956, con la famosa Look Back in Anger...

 

38

Las teorías de Trosky las resume y glosa Ernest Mandel, El Fascismo (Madrid: Akal, 1976), pp. 36-37, por donde cito. Mandel advierte también que los movimientos de masas del fascismo pueden «influenciar ideológicamente... a la parte menos consciente de los trabajadores y, sobre todo, de los empleados» (cursiva mía).

 

39

A. Buero Vallejo, «Comentario», en Hoy es fiesta (Madrid; Alfil, 1957), p. 104. No entiendo cómo se puede hablar sin más de «son souci d'affermir l'individualisme bourgeois dans le cadre d'une structure politique et sociale totalitaire», como hace Ángel Berenguer. L'Exil et la cérémonie (París: UGE, 1977), p. 53. Puede deducirse que estoy en desacuerdo con el sociologismo apriorístico de este autor, del que me separan también otras consideraciones. Baste decir quetodo trabajo sobre la pequeña burguesía que omita en 1977 la mínima mención a los fundamentales estudios de Poulantzas resulta por sí mismo inútil; además, no es de recibo un análisis pretendidamente sociológico que identifique asalariado con proletario (cfr. ibid., p.23).

 

40

Ch. Aubrun, en Le Théâtre moderne, p. 120; lo considera una de las «incohérences internes» de la obra.