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[La página 5 reproduce el índice en el original. (N. del E.)]
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Agradezco a R. Fernández y D. Taguas su asistencia con los datos y cálculos: a J. L. Feito y A. de la Fuente su ayuda con la discusión de este trabajo: y a J. Andrés, C. Bean, C. Boix, R. Doménech, J. Galí, J. García Solanes, J. F. Jimeno, M. A. Lasheras, A. Marcet, J. Pérez Campanero, X. Sala i Martín, M. Sebastián, D. Taguas, R. Repullo y J. Viñals sus comentarios y sugerencias a una versión previa del mismo. La responsabilidad de su contenido es enteramente mía. (N. del A.)
3
Esta cuestión no se considera de forma explícita en este trabajo. Véase Ruiz Castillo (1995) para un análisis de la medición y evolución de la distribución de la renta en España que muestra la existencia de mejoras significativas de equidad desde 1973. (N. del A.)
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En esta sección el producto se define como el PIB real evaluado al coste de los factores. A menos que se señale lo contrario, todos los datos utilizados en este trabajo están definirlos de acuerdo con las convenciones de la Contabilidad Nacional y proceden de la base de datos del MOISEES («Modelo de Investigación y Simulación de la Economía Española»). Ver Corrales y Taguas (1991). (N. del A.)
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Ver la Sección A. 1. del Apéndice para un resumen del marco analítico utilizado en el Cuadro 1, y la Sección A. 2. para la estimación de los coeficientes de la función de producción. (N. del A.)
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Esto no debería interpretarse como que el progreso tecnológico no es importante. Como los resultados reseñados en el texto ponen de manifiesto, un 40% del crecimiento de la productividad del trabajo puede ser adscrita a este factor. (N. del A.)
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Medido como el coste laboral total dividido por el deflactor del PIB al coste de los factores. (N. del A.)
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Es decir, supone que en un merco competitivo los empleadores maximizan sus beneficios, están en su curva de demanda de factores y por tanto retribuyen al trabajo y al capital de acuerdo con su productividad marginal. Este supuesto y el de la flexibilidad parcial a la baja del salario real son los que pemtiten, como es frecuente en la literatura sobre estas cuestiones, hacer compatible este análisis de una economía en la que existe paro, con el ejercicio de contabilidad de las fuentes del crecimiento descrito en la Sección 2.1 más arriba. Ver la Sección A.3 del Apéndice para una descripción del procedimiento utilizado para evaluar la «brecha salarial de pleno empleo», y Bruno y Saclas (1985) para una aplicación de esta metodología a un subconjunto de países de la OCDE. (N. del A.)
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Como sea que el análisis que sigue se centra más en la comparación entre las tasas de crecimiento del salario real observado y del salario real de pleno empleo, que en la diferencia entre los niveles de estos dos conceptos en un determinado variable WGAP mostrada en el Gráfico 6.B se estandariza detal forma que su media en el período 1964-1971 sea igual a 100. Sin estandarización, su media en este período sería 94.6. (N. del A.)
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El coeficiente de correlación entre la brecha salarial y la tasa de paro es 0,88. (N. del A.)