Y, un día,
como en los cuentos, también a ella se le aparece un
Príncipe Azul, vestido de Paje, que le promete sacarla de
las tinieblas de la aldea y enseñarle la luz de la
Corte.
¿Se
encontrará con Miguel de Cervantes para que solucione su
relación con el Paje?
 Acto I
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Al subirse el telón aparece en el escenario una
estancia de un hogar rural manchego del siglo XVII. Es una
habitación entre sala de estar y comedor. En la pared del
fondo, hay una puerta no muy grande que comunica con la biblioteca
de DON QUIJOTE y que va a
ser ocultada por el aparador colocado en un lateral. Éste es
un mueble locero, con platos y botes de cerámica de
Talavera. Entre los muebles y adornos rústicos se contempla
una lanza vieja y oxidada, que, como una reliquia, recuerda a los
antiguos hidalgos de la familia Quijano, que lucharon heroicamente
en el pasado.
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Necesariamente, se encuentran en este lugar los
útiles de trabajo de nuestras mujeres, que, en este caso son
varias sillas bajas y los correspondientes mundillos de hacer
bolillos prestos a ser utilizados en cualquier momento. Es
necesario que las actrices sepan hacer encaje, aunque sea una
puntilla sencillita, para darle más verosimilitud a la
actuación.
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Esta obra, además de celebrar a DON QUIJOTE, quiere ser un homenaje a
las encajeras de la Mancha que, en el Siglo de Oro alcanzaron su
máximo esplendor.
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Comienza la escena, antes de abrirse el telón con
sonido de hoguera crepitando y, a lo lejos, en off., se escuchan
las voces del CURA,
MAESE NICOLÁS, el
AMA y la SOBRINA, que están acabando de
dar buena cuenta de la biblioteca de DON QUIJOTE.
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BARBERO.- ¡Arrojemos a la hoguera todos
estos libros que han vuelto loco al mejor hidalgo de toda la tierra
de La Mancha!
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AMA.- ¡Ahí va!
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CURA.- Mira cuántos hay
aquí...
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AMA.-
Yo tiro todos estos
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SOBRINA.- ¡Éste también!,
Que ha sido uno de los que más ha enloquecido a mi
tío.
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AMA.- ...Y éste.
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(Entran por un lateral TERESA y SANCHICA. Son toscas y zafias, las
dos. Se limpian los mocos con el mandil o la manga, se arrascan
exageradamente y se mueven con ordinariez.)
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(Tosiendo y espantando el
humo.)
TERESA.- ¿Qué es lo que pasa
aquí?
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SANCHICA.- Algo debe estar ardiendo desde hace
un rato porque llega el humo hasta nuestra casa.
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TERESA.- ¡Ama!
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(A la vez.)
SANCHICA.- ¡Tonia!
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(Dentro.)
CURA.- Ojo, con lo que hacemos, porque todos
esos que he colocado en el rincón, no se deben quemar.
|
(Dentro.)
BARBERO.- ...Todos.., todos... Hay que quemarlos
todos. Que no quede en la casa ni rastro de estas perversiones.
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(Dentro.)
AMA.- ¡Hale, otro más!
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(Dentro.)
CURA.- No seas bruta, mujer, algunos libros son
muy interesantes y enseñan cosas que es bueno saber.
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TERESA.- No las oyes?. Están ahí
dentro, en la biblioteca de Don Alonso.
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SANCHICA.- Parece como que estuvieran haciendo
fuego.
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SOBRINA.- Ya no quedan más que estos
tres.
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(Dentro.)
BARBERO.-
¡Allá van!
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SANCHICA.- ¿No le estarán quemando
los libros al hidalgo?
|
(Dentro.)
SOBRINA.- ¡Ay!, ¡cuánto humo!
(Toses.)
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TERESA.- ¡Ay, madre... cuando se
entere!
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(Dentro.)
AMA.- ¿Mira que si se levantara tu
tío ahora y nos pillara? ¡Sería capaz de coger
la lanza y arremeter contra todos!
|
(Dentro.)
CURA.- Será mejor cerrar la ventana y
echar agua en la hoguera, para que no note nada.
|
(Dentro.)
BARBERO.-
Vayan saliendo todos de aquí, que yo me
encargo de bajar al corral y de apagar el fuego con agua del
pozo.
|
|
(El CURA, con el
AMA y la SOBRINA, van entrando en la estancia
que aparece en escena, a medida que hablan.)
|
(Entrando mientras sacude las
manos y la ropa.)
AMA.-
Ahora, lo que tenemos que hacer es cambiar de sitio
ese aparador para que cubra el hueco de la puerta y tu tío,
Don Alonso, se confunda y no encuentre la habitación de los
libros. (Mirando a TERESA y SANCHICA.) ¿Estáis
aquí vosotras? ¡Qué bien! Ayudadme, entonces, a
quitar los cacharros para mover el mueble.
|
|
(Todo el mundo se dispone a despejar el aparador de
vasijas.)
|
(Entrando y dirigiéndose a
la SOBRINA.)
BARBERO.- ¿Qué os ha parecido la
hazaña?
|
SOBRINA.- ¿Por qué me
preguntáis a mí, con toda la gente que hay?
|
BARBERO.- Por que sois la más
hermosa...
|
CURA.- Andad, dejaos de zalamerías y
ayudadme a mover el mueble y tapar la puerta para confundir a Don
Alonso.
|
BARBERO.- Que me place. ¡Allá
vamos!
|
|
(Mueven el aparador cómicamente entre el
CURA y el BARBERO con gestos de
grandísimo esfuerzo, con satisfacción de las mujeres
que se sonríen pensando que ellas lo hubieran hecho antes y
mejor.)
|
AMA.-
No saben vuestras mercedes cómo se lo
agradecemos. Aunque solas también hubiéramos podido
hacerlo. ¿Quieren tomar un poco de queso y un vasito de
vino?
|
BARBERO.- Imposible. Me esperan en la
barbería para colocar unas sanguijuelas. Ya vendré
más tarde a ver cómo se ha despertado el "Caballero
Andante" (Lo dice con mucho
retintín.) y charlar un rato con su
encantadora Sobrina. (La SOBRINA le mira
desconcertada.)
|
CURA.- Voy a controlar la hoguera. Hasta
luego.
|
AMA.- Hasta luego.
|
SOBRINA.- Adiós.
|
AMA.- Ahora debemos colocar las piezas como
estaban. Ayúdame tú, Teresa, y que las muchachas
tejan.
|
|
(El AMA y
TERESA colocan las vasijas
y las van limpiando mientras ANTONIA y SANCHICA se sientan juntas a tejer,
cerca del espectador. La SOBRINA tiene finos modales de hidalga
pueblerina, mientras que SANCHICA se sienta y gesticula con
ordinariez. Hablan muy sigilosas.)
|
SANCHICA.- ¿Sabes quién ha
venido?
|
SOBRINA.- ¿Quién?
|
SANCHICA.- ¡El bachiller!
|
(Muy
emocionada.)
SOBRINA.- ¿Cuándo?
|
SANCHICA.- Anoche.
|
(Coqueta.)
SOBRINA.- Me tengo que arreglar. No quiero que
me encuentre oliendo a humo.
|
SANCHICA.- ¿No te han dado noticias de su
llegada?
|
SOBRINA.- Vendrá él mismo a
dármelas. Como siempre.
|
SANCHICA.- ¡Qué suerte tienes!...
yo no tengo un enamorado que me quiera así...
|
SOBRINA.- ¿…Y Lope Tocho?
…¿o es que ya no te quiere? (Se miran
con complicidad.)
|
SANCHICA.- ¡Bah!
|
(Acercándose a las
jóvenes.)
TERESA.- ¿Qué secretos os
traéis, muchachas?
|
SANCHICA.- Ninguno, madre... Estábamos
hablando.
|
TERESA.- Ya.., ya... Mejor será que nos
vayamos, no sea que se levante de la cama el señor hidalgo y
arme una trifulca como no encuentre sus libros.
|
SANCHICA. - ... Pero... si acabamos de
empezar...
|
TERESA.- Nada. no quiero que te metas en
líos. (Se la lleva.)
|
SANCHICA.- Hasta luego.
|
|
(Mientras tanto, el AMA se sienta muy cansada y coge su
mundillo de hacer encaje. El trabajo no ha sido para menos: acaba
de cargarse la labor de muchos años de coleccionismo de
libros por DON QUIJOTE.
Ambas hablan mientras trabajan.)
|
AMA.- ¡Ay, qué silla más
rica!
|
SOBRINA.- ¿Estáis cansada?
(Música y silencio mientras tejen.)
(Reflexionando.) ...Ama... Ama...
|
AMA.- ¿Qué dices, hija?
|
SOBRINA.- ...Ama, ¿creéis que
habremos hecho bien... con eso de quemar los libros?
|
AMA.- Naturalmente, muchacha. Esos libros han
sido la perdición para esta familia.
(Siguen trabajando el
encaje.)
|
SOBRINA.- ¿Cómo vais con esa
puntilla nueva que os enseñaron en vuestro pueblo?
|
AMA.- Es un poco complicada, no creas. Mira.
(Se acerca la SOBRINA y observa con detenimiento la
labor.)
|
SOBRINA.- ¿Y esas rayas del
cartón? ,¿qué significan?
|
AMA.- Eres un lince, hija. Quería darte
una sorpresa cuando lo tuviera hecho.
|
(Curiosa.)
SOBRINA.- Pero ¿qué es?
|
AMA.- Es un punto nuevo, “punto de la
Virgen”, creo que se llama.
|
SOBRINA.- ¿Me lo
enseñaréis?
|
AMA.- ¡Faltaría más!
¿para quién, si no es para ti, aprendo yo tantos
encajes?
|
SOBRINA.- Pues para venderlos en la feria de
Almagro... y sacar buenos dineros por ello…
|
AMA.- Anda... anda... Déjate de
conversación y trabaja... (Vuelven las dos al
mundillo. Música)
|
(Con tristeza.)
SOBRINA.- ...Eran hermosos...
|
AMA.- ¿Hermosos? ¿Cuáles?
¿Los encajes?
|
SOBRINA.- Los libros del
tío... (Melancólica.) Yo
aprendí a leer en ellos.
|
AMA.- No se te ocurra decirle a nadie que sabes
leer... y mucho menos que has leído los mismos libros que tu
tío... Pensarán que tú también
estás… loca. (Hace un gesto
significativo.)
|
SOBRINA.- ...Que no, Ama. Que todo el mundo que
lee no se vuelve loco... mira los sabios.
|
AMA.- ¿Y por qué se ha vuelto
así mi señor, Don Alonso? ¿Por qué?
|
(Pensando.)
SOBRINA.- Yo creo que se empezó a volver
así desde que Aldonza Lorenzo se marchó del
pueblo.
|
AMA.- ¿Desde que se fue al Toboso?...
Pues ya han pasado unos años... ya.
|
SOBRINA.- Los mismos que hace que mi tío
se encerró en su habitación.
|
AMA.-
Aldonza no le hizo nunca demasiado caso.
|
SOBRINA.- Pero, ¿le llegó a pedir
matrimonio, en serio?
|
AMA.- ¡Qué va! Tu tío ha
sido siempre muy tímido para las mujeres. Era del dominio
público que estaba enamorado de Aldonza, pero él
jamás le dijo nada.
|
SOBRINA.- A lo mejor se marchó al Toboso,
aburrida de que nunca se le declarara.
|
AMA.- No te digo que no.
|
SOBRINA.- ... Y mi tío, en vez de ir a
buscarla, que es lo que tenía que haber hecho, se
dedicó a leer y leer...
|
AMA.- ...leer...hasta la ruina.
|
SOBRINA.- La locura no es la ruina.
|
AMA.- ...En este caso, han venido juntas.
|
SOBRINA.- ...¿Por qué?
|
AMA.- ...Pues porque los libros cuestan caros...
y tu tío ha ido vendiendo la hacienda poco a poco... y
apenas tenemos para vivir.
|
SOBRINA.- ¿No tenemos dinero?...
|
AMA.- No
|
SOBRINA.- ¿Pero nada... nada?...
Entonces, ¿de qué comemos?
|
AMA.- Gracias a mis ahorros… y al
barbero, que le presta algunas veces...
|
SOBRINA.- Siempre fue el mejor amigo del
tío Alonso.
|
AMA.- Pero, ahora... me ha dicho que quiere
cobrar.
|
SOBRINA.- ¿Y, de dónde va a cobrar
si no tenemos fincas ni dineros?
|
AMA.-
Ahí está lo malo... piensa que como no
hay dinero... y tú no te vas a poder casar con otro, porque
eres pobre... lo mejor sería... que... que...
(Apenas perceptible.) que tú te
casaras con él...
|
SOBRINA.- ¿Qué?
|
(Alto.)
AMA.- Que tú te casaras con el
barbero.
|
SOBRINA.- ¿Que yo me case con ese viejo
de maese Nicolás? ¡Ni en sueños, Ama!...
¡Antes me meto monja, que casarme con él!
|
AMA.- ...es que...
|
SOBRINA.- ¿Qué?
|
AMA.- Que tu tío ya le ha apalabrado el
matrimonio, si no me equivoco.
|
SOBRINA.- ¿Sin contar conmigo? Ahora
sí que me doy cuenta de que está loco. En su sano
juicio, jamás hubiera hecho eso.
|
AMA.- Es muy astuto el barbero... él fue
el que ideó lo de quemar los libros.
|
SOBRINA.- Porque... podría haberse
quedado con ellos... y así se cobraba la deuda... Pero, de
esta manera... en vez de cobrarse en libros... se cobrará en
Sobrina... ¡Qué bien!
|
AMA.- Los hombres, siempre se cobran en especie,
hija.
|
SOBRINA.- Ya veo, ya... Por eso anda
persiguiéndome continuamente... y poniendo cara de
pasmado.
|
(Acariciándola.)
AMA.- ¡Mi niña!... Es que...A lo
mejor te convenía hacerle caso…
|
SOBRINA.- ¿Qué?
|
AMA.-
Es que… Ahora..., Sansón Carrasco... ya
no te querrá.
|
(Soltando el mundillo y
poniéndose de pie, muy enfadada.)
SOBRINA.- ¡No hay más esques, Ama!
...¿Vos creéis que mi Sansón me va a abandonar
sólo porque sea pobre? ¿Verdad? ¡Mal le
conocéis!
|
AMA.-
Ojalá te quiera, como dices.
|
SOBRINA.- ¡Sansón me quiere!
|
AMA.- Ya lo veremos... Creo que acaba de llegar
de Salamanca con el título de BACHILLER.
|
SOBRINA.- Ya lo sabía.
|
AMA.-
Ya... Y no me lo habías contado,
¡picarona!. (Se oyen ruidos en el interior.
DON QUIJOTE se está
rebullendo.) Me marcho. Tu tío se acaba de
despertar y, como se presente pidiendo explicaciones, no voy a
saber qué decirle. (Se va el AMA.)
|
SOBRINA.- ¿Y me dejáis a mí
sola para que resuelva el problema, ¿no?
(Vuelve a coger la labor, que está muy
enredada.) ¡Lo que me faltaba! ¡Los
bolillos, enredados!
|
|
(Música. DON
QUIJOTE entra el la estancia y se dirige con gran parsimonia
hacia el aparador situado delante de la puerta. Toca el mueble, se
separa de él intentando mirar con perspectiva, se vuelve a
acercar. Detrás entra el AMA. Escena lenta y
cómica.)
|
(Mirando a su tío de
reojo.)
SOBRINA.- ¿Qué buscáis,
tío?
|
DON
QUIJOTE.- ¿Hacia qué parte está
el aposento de mis libros, hija? (El AMA y la SOBRINA se miran en
silencio.)
|
AMA.- ¿Qué aposentos busca vuestra
merced?. Ya no hay aposentos ni libros en esta casa, porque todo se
lo llevó el mismo diablo.
|
SOBRINA.- ...Que no era el diablo, Ama.., sino
un encantador que se metió dentro de la estancia y, cuando
salió volando, dejó la casa llena de humo... y ya no
quedaban libros ni nada. Dijo que se llamaba el sabio
Muñatón.
|
DON
QUIJOTE.- Frestón, sería.
|
AMA.- No sé si se llamaba Frestón
o Fritón. Sólo sé que acababa en ton.
|
DON
QUIJOTE.- Así es.
|
AMA.- ¿Fritón?
|
(A la vez.)
SOBRINA.- ¿Frestón?
|
DON
QUIJOTE.- Frestón, digo.
(Exaltado.) Es un sabio encantador,
grande enemigo mío, que me tiene ojeriza porque yo voy a
vencer en singular combate a otro caballero a quien él
favorece.
|
SOBRINA.- ¿Pero, quién le mete a
usted, señor tío en esas pendencias?. Mejor
estaría en su casa, y no irse por el mundo a desfacer
entuertos... Mire que muchos van por lana y vuelven
trasquilados...
|
(Muy excitado.)
DON
QUIJOTE.- ¡Oh, Sobrina mía! Primero que
a mí me trasquilen, ... (Agarra la lanza que
está colocada en la pared y hace ademán de
atacar.) Pelaré yo las barbas a cuantos
imaginaren tocarme en la punta de un solo
cabello... (Continua luchando contra alguien
imaginario.)
|
AMA.- Calma, mi señor Don Alonso..,
calma... Vuélvase a la cama y tranquilícese, que
enseguida le voy a llevar un caldito para que se reponga.
|
|
(El AMA sale de la
estancia acompañando a DON
QUIJOTE seguido de la SOBRINA. Música. Al cabo de un
ratito vuelve la SOBRINA
con ropa más elegante y acicalándose. Se ha arreglado
por si viene a verla su enamorado. Hojea un libro mientras se
sienta de nuevo sin apartar los ojos de él. En lo mejor de
la lectura, aparece el CURA. La SOBRINA esconde con rapidez el libro
debajo del delantal.)
|
CURA.- ¿Qué guardas con tanto
secreto?
|
SOBRINA.- Nada...Este libro que vuestra merced
ha salvado de la hoguera.
|
CURA.- ¡Dámelo!
|
SOBRINA.- ... Es que... que... quería
leerlo...
|
CURA.- ¿Leerlo? ¿Es que sabes
leer?
|
SOBRINA.- ¡Claro!
|
CURA.- ¿Y cómo no me lo
habías dicho nunca en confesión?
|
SOBRINA.- ¿Por qué había de
decirlo?
|
CURA.- ¡Es pecado!
|
SOBRINA.- ¿Pecado? ¿Por
qué?
|
CURA.- Pecado, sí. ¿Quién
te ha enseñado ese vicio de la lectura?
|
SOBRINA.- Mi señor tío, don Alonso
Quijano... a quien todos llaman "El Bueno".
|
CURA.- Tu tío... tu tío...
¿No sabes que está loco?
|
SOBRINA.- ¿Qué tiene de malo
leer?... Vuestra merced también lee...
|
CURA.- ... Pero yo leo en latín... y soy
hombre... y soy cura... ¡Tú eres mujer!
|
SOBRINA.- ¿Las mujeres no podemos
leer?
|
CURA.- ¡No! Mira lo que le ha pasado a tu
tío, ¡siendo hombre!... Los libros hacen pensar y eso
no es bueno para las mujeres.
|
SOBRINA.- ¿Qué es bueno para
nosotras?
|
CURA.- Para las doncellas es bueno rezar, cuidar
la casa, reír con moderación y prepararse para ser
una buena esposa que le dé muchos hijos a su marido.
|
SOBRINA.- Yo no voy a tener marido. Soy
demasiado pobre para eso.
(Taimado.)
|
CURA.- De acuerdo. Pero algún buen
hombre... como maese Nicolás... no tendría
inconveniente en desposarte y darte una honorable familia.
|
(Indignadísima.)
SOBRINA.- ¡Mi familia, que es una familia
hidalga, puede que no tenga dinero, pero no por eso deja de tener
honor y dignidad!
|
CURA.- No me rechistes, que soy hombre de
Dios.
|
SOBRINA.- ¡Yo no me quiero casar con el
barbero!
|
CURA.- ¡Tienes la lengua larga y eso no es
bueno para una doncella honesta y recatada!... ¡Dame ese
libro!
|
SOBRINA.- Este libro es de mi tío, don
Quijote de la Mancha, ¡y no se lo voy a dar!
|
CURA.- ¡Le llamas Don Quijote! ...
¡Justificas sus locuras!... ¡Dame ese libro endemoniado
de caballerías que ha secado el cerebro de tu
tío!
|
SOBRINA.- ¡No!
|
(El CURA quiere quitarle el libro a la
SOBRINA y ella se
resiste.)
CURA.- ¡Dámelo!
|
SOBRINA.- ¡No! ¡Y lo leeré
cuantas veces quiera!
|
CURA.- ¡Arderás en el infierno por
toda la eternidad! (Sale muy enfadado. Queda la
SOBRINA llorando.
Música triste. Al cabo de unos minutos entra el BACHILLER.)
|
BACHILLER.- ¡Tonia!
|
(Acercándose y
abrazándose a él.)
SOBRINA.- ¡Sansón!
|
BACHILLER.- ¡Tonia mía!
|
SOBRINA.- ¡Cuántas ganas
tenía de que llegarais!
|
BACHILLER.- Ya estoy aquí para siempre...
Pero...¿por qué lloráis?
|
SOBRINA.- Por dos cosas.
|
BACHILLER.- ¿Dos cosa graves?... A
saber...
|
SOBRINA.- El cura me ha dicho que voy a arder en
los infiernos.
|
BACHILLER.- ¿Por qué?
|
SOBRINA.- Porque sé leer.
|
BACHILLER.- No os preocupéis: leer no es
malo.
|
SOBRINA.- Mirad lo que le ha ocurrido a mi
tío.
|
BACHILLER.- Eso ha sido por leer demasiado: todo
hay que hacerlo con medida.
|
SOBRINA.- ¿Tampoco es malo para las
mujeres?
|
BACHILLER.- Ni para las mujeres.
|
SOBRINA.- ¿Y por qué dice el cura
que es pecado el que las mujeres lean?
|
BACHILLER.- Porque es un cura que no ha salido
del pueblo y no sabe que en Salamanca y en la corte hay doncellas y
damas honorables que leen de corrido y con buena
entonación… ¿A vos os gusta leer?
|
(Mimosa.)
SOBRINA.- ... Sobre todos vuestros versos.
|
BACHILLER.- A mí me gusta leer en
vuestros ojos... (Le limpia las lágrimas con
un pañuelo.) ... que no deben llorar...
(La besa en la nariz.) ¿Cual es
la segunda causa que os apena?
|
SOBRINA.- Me da miedo decíroslo?
|
BACHILLER.- ¿Por qué?
|
SOBRINA.- Porque ... me quieren separar de
vos.
|
BACHILLER.- ¿Separaros de mí?...
¿Quién?
|
SOBRINA.- El barbero, maese Nicolás?
|
BACHILLER.- ¿Que quiere hacer maese
Nicolás con vos?
|
SOBRINA.- Casarse.
|
(Indignado.)
BACHILLER.- .¿Con vos?... Pero vos... no
querréis.
|
SOBRINA.- Claro que no. Pero como mi tío,
Don Quijote, le debe tanto dinero, él ha pensado que una
manera de cobrárselo sería casándose
conmigo... (Llorando, de nuevo.) ...
¡Y yo os quiero a vos! (Abraza al BACHILLER.)
|
BACHILLER.- ¡Vuestro tío
está loco!
|
SOBRINA.- Me siento como si estuviera
prisionera. ¡Ay! (Llora.)
|
BACHILLER.- ¿Me dejáis que sea
vuestro caballero y os libere de la prisión?
|
SOBRINA.- ¡Ay! ¿Qué
decís?...¿A vos también os gustan los libros
de caballerías?
|
BACHILLER.- Claro... Aunque estén un poco
pasados de moda.
|
SOBRINA.- En los libros no existe el tiempo. Con
ellos podemos transportarnos a cualquier época.
|
(Muy teatral.)
BACHILLER.- Yo seré un caballero que os
salva del matrimonio con el viejo barbero... y vos la dama de mis
pensamientos, como Dulcinea.
|
SOBRINA.- ¿Quién es Dulcinea?
|
BACHILLER.- Dulcinea del Toboso, ¿no la
conocéis? Es una dama de ese lugar, de la que, según
parece, vuestro tío, Don Quijote, anda enamorado y a la que
dedica todos sus pensamientos y sus hazañas.
|
SOBRINA. -Mi tío, de quien anda enamorado
es de Aldonza, la vecina que se marchó a vivir al
Toboso… la hija del señor Lorenzo Corchuelo.
|
BACHILLER.- ¿Aldonza Lorenzo? No importa.
Él la ha ennoblecido llamándola Dulcinea.
|
SOBRINA.- Eso lo ha sacado de los libros de
Caballerías. Todos son iguales: siempre hay un caballero
valiente que lucha por el amor de su dama. ¿Vos
lucharéis por mí?
|
BACHILLER.-
¡Siempre!
|
SOBRINA.- Os tendréis que buscar un
nombre pomposo para cubrirlo de fama... ¿Cómo os
llamaréis?
|
BACHILLER.- Me lo buscaréis vos.
|
SOBRINA.- ¿Y qué nombre me
pondréis a mí?
|
(Pensando.)
BACHILLER.- ... Pues... ¿Qué os
parece...Sobrinea?
|
SOBRINA.- ¿Por qué Sobrinea?
|
BACHILLER.- ... Porque sois la Sobrina de Don
Quijote, ¿no?
|
SOBRINA.- ¿Sobrinea?...¿ Y
qué más?
|
BACHILLER.- ¿Qué os parece
"Sobrinea de la Mancha"? Pues manchega sois.
|
SOBRINA.- De pura cepa…y a mucha
honra… y Sobrina del más loco manchego de todos los
tiempos.
|
BACHILLER.- Pero nosotros tenemos que conseguir
que se vuelva cuerdo, de nuevo.
|
SOBRINA.- Eso digo yo. ¿Y qué
haremos?
|
BACHILLER.- Mañana mismo, os pido en
matrimonio a vuestro tío. Si aún le queda algo de
cordura, no dudará en darme vuestra mano.
|
SOBRINA.- ¿Mañana mismo?
|
BACHILLER.- ¡Mañana, mi Sobrinea!
(La abraza.)
|
SOBRINA.- ...Mañana, mi Caballero...
|
BACHILLER.- ¿Caballero de qué?
|
(Mirando por la
ventana.)
SOBRINA.- Caballero de la Blanca Luna… No
encuentro título más alto. (Se
abrazan.)
|
BACHILLER.- ¡Vamos a decírselo al
Ama...!
|
SOBRINA.- ¡Vamos!
|
|
(Salen de la estancia que se va quedando en penumbra poco a
poco. Cuando está casi a oscuras, aparece DON QUIJOTE en camisola con unas
babuchas el la mano para no hacer ruido y una rodela bajo el brazo,
cómicamente. En la otra, lleva una vela. Se sienta en una
silla y se pone las medias.
|
|
Si parece oportuno, coge una aguja de la labor de la
SOBRINA y se cose una
media. Es de noche. Mira con insistencia hacia la puerta hasta que,
sigilosamente, entra SANCHO).
|
SANCHO.- ¿Pero todavía anda
vuestra merced con ropa de dormir?¿Piensa salir de esa guisa
a recorrer el mundo?
|
DON
QUIJOTE.- No, hombre, no. Tengo la armadura bien
guardada en la cuadra. Al salir me has de ayudar a
ajustármela…. Oye, Sancho, ¿tenemos ya todo
preparado para irnos a buscar aventuras?.
|
SANCHO.- Yo traigo todo lo que usted me dijo:
las alforjas, la bota y la comida, ¿usted tiene la muda y el
dinero que nos hará falta?
|
DON
QUIJOTE.- Todo. Todo lo tengo aquí escondido.
Toma. (Le da un hatillo y una bolsa con
dinero.) ¿pero dónde tienes las
alforjas?
|
SANCHO.- ¿Dónde las voy a tener? A
lomos de mi burro, Rucio, que he dejado en la cuadra junto a
Rocinante.
|
DON
QUIJOTE.- ¿Tu burro Rucio?...
(Pensando.) ... No sé, no
sé... No recuerdo haber leído en ningún libro
de caballerías que los caballeros andantes llevaran
escuderos montados en burro.
|
SANCHO.- Pues, lo que es, yo, Sancho Panza, no
estoy dispuesto a recorrer los caminos andando junto a su caballo,
por muchas ínsulas que me haya prometido vuestra merced.
|
DON
QUIJOTE.- Todo se andará, amigo Sancho. Todo se
andará.
|
(Soñador.)
SANCHO.-
...A lo mejor, si por un milagro, lo que conquista
vuestra merced es un reino, yo sería rey y mi mujer, Teresa,
sería reina y mis hijos infantes.
|
DON
QUIJOTE.- Pues, ¿quién lo duda?
|
SANCHO.- Yo lo dudo... Creo que a mi mujer...
condesa le caerá mejor.
|
DON
QUIJOTE.- ¿Te has despedido de Teresa, tu
mujer, y de tu hija?
|
SANCHO.-
No, mi amo. Usted tampoco se ha despedido de su
Sobrina y del Ama, ¿verdad?
|
DON
QUIJOTE.- No. De nadie. Y hemos de salir enseguida
para que cuando amanezca y nos echen en falta, no puedan
encontrarnos.
|
SANCHO.- ¿Le parece a vuestra merced que
cojamos el camino de Montiel?
|
DON
QUIJOTE.- Eso había pensado yo mismo. Pero
antes, espera que me encomiende a la dama de mis pensamientos para
que me proteja en mis aventuras.
|
SANCHO.- ¿Quién es la dama de sus
pensamientos, mi amo?
|
(Con gran
solemnidad.)
DON
QUIJOTE.- Sólo sé decir, respondiendo a
lo que me pides, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso,
un lugar de la Mancha; sus cabellos son de oro, su frente campos
elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus
mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro
su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos y su blancura
nieve.
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SANCHO.- El linaje, prosapia y alcurnia,
quisiera yo saber...
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DON
QUIJOTE.- Procede de los del Toboso de la Mancha,
linaje, aunque moderno, tal, que puede dar generoso principio a las
más ilustres familias de venideros siglos.
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SANCHO.- ¿Y a ella, se quiere vuestra
merced encomendar?
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(DON QUIJOTE, se
coloca en el escenario, frente al público, y, con la mano en
su corazón y los ojos hacia el cielo, le dirige una
oración a DULCINEA,
mientras se oye una música suavísima. SANCHO le mira sin comprenderle
mucho.)
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DON
QUIJOTE.- ¡Oh, señora de mi alma,
Dulcinea, flor de la fermosura, ayudad a vuestro caballero, que,
por satisfacer a la vuestra mucha bondad, sale hacia el mundo,
dispuesto a buscar las más difíciles aventuras!
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SANCHO.- Amén.
(Al ver que ya se ha relajado su
señor.)
Pues salgamos de
este lugar de la Mancha a librar batallas y ganar ínsulas
para que pueda gobernarlas Sancho Panza.
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DON
QUIJOTE.- Salgamos, Sancho amigo, que ya es el alba.
(Cogen sus cosas y se ponen a salir de la estancia
muy sigilosos.)
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TELÓN
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