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Loc. cit., supra, nota 20.

 

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JORGE MAÑACH: «Vanguardismo. I», Revista de Avance. I, 1 (1927).

 

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«Somos» (editorial de) válvula, I, 1 (enero de 1928). No parece excesivo recordar aquí el «Arte poética» de Huidobro (de El espejo de agua, 1916): «Sólo para nosotros / viven todas las cosas bajo el sol».

 

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La originaria distinción que se hacía en la poesía en la Grecia antigua era fundamentalmente objetiva y funcional, ya que partía de los modos como se entregaba al receptor. La poesía hablada o recitada era la épica, la poesía cantada o musicada era la mélica o lírica, y la poesía representada era la dramática. Los cambios que históricamente se fueron introduciendo en los medios materiales de producción de obras literarias han alterado el fundamento de dicha distinción. El peso de una tradición hace sin embargo que actualmente se distinga entre poesía (lírica), novela/cuento (épica o narrativa) y teatro (dramática), sin que se pare mientes en que estas categorías obedecen ahora a criterios que habría que formalizar adecuadamente, y que por otra parte, no dejan de ser categorías abstractas, cuyas manifestaciones concretas no siempre son pasibles de un deslinde riguroso. Para el caso específico de la literatura hispanoamericana, la aplicación mecánica de estas distinciones conlleva otros problemas que no pretendemos examinar aquí, pero que perturban seriamente los estudios. Nada más como ejemplo, piénsese en el modo como podrían resolverse a partir de estos tres «géneros» casos como el de Los sirgueros de la Virgen de BRAMÓN, o Los infortunios de Alonso Ramírez de SIGÜENZA Y GÓNGORA; y más próximamente obras como las Memorias de un venezolano de la decadencia de JOSÉ RAFAEL POCATERRA o Confieso que he vivido de PABLO NERUDA.

 

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Piénsese en Escalas melografiadas (Lima: Talleres Gráficos de la Penitenciaria, 1923) o en Fabla salvaje (1ª ed. en La Novela Peruana, Año I, Nº 9, Lima, 1923) o en El tungsteno (Madrid: Editores Cenit, 1931).

 

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La producción dramática de Vallejo ha permanecido prácticamente inédita. Sin embargo LUIS MONGUIÓ en la Bibliografía de su César Vallejo, vida y obra (Lima: Editora Perú Nuevo, 1952) menciona por lo menos 5 piezas dramáticas inéditas. En 1938, la revista Commune de París (VI, 60, 1938, pp. 1438-1441) publica una traducción parcial de Piedra cansada (como Pierre de soleil, tr. de Louis Parrot); en 1956 la revista Letras (Nos. 56-57, Lima, pp. 5-18) publica Colacho hermanos, también parcialmente. Recientemente se editó en Lima un volumen con la obra dramática que no he podido consultar al escribir estas notas.

 

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Quienes vean como peligrosamente marxista o sociológica esta proposición, pueden tranquilizarse recordando que lo primero fue planteado ya por Benedeto Croce, y que lo segundo era sostenido por Paul Valery en su Curso de 1937, donde llega a pensar que «una historia profundizada de la literatura (...) podría llegar a ser hecha sin que ni siquiera el nombre de un escritor fuera mencionado Cit. por ed. en castellano: Introducción a la poética. Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor, 1975, p. 10).

 

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A estas circunstancias habría que agregar el carácter predominantemente rural del conjunto de la sociedad venezolana al término de la guerra: «El ochenta por ciento (80%) de la población vive en el campo y un veinte por ciento (20%) apenas en las ciudades, sin descontar que en éstas viven ausentistas dueños de extensos latifundios, a los cuales asocian su inactividad urbana». (RUBÉN CARPIO CASTILLO: Acción Democrática, 1941-1971. Bosquejo histórico de un partido. Caracas: Ediciones República, 1971, p. 23).

 

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La Universidad Central de Venezuela se clausura por decreto del 10 de octubre de 1912, a raíz de una huelga de estudiantes contra el rector Felipe Guevara Rojas, iniciada el 19 de septiembre (Cf. «Los sucesos Universitarios de 1912», Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, IV, 19-21, Caracas, julio-diciembre de 1962, pp. 243-250). La entonces llamada Federación General de Estudiantes de Venezuela es clausurada en febrero de 1914, provocando la airada protesta de sus dirigentes (Cf. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores V, 28-29, Caracas, enero-abril de 1964, p. 327, donde se reproduce la carta de protesta). En general el movimiento estudiantil y la vida cultural estuvieron en condiciones materiales muy precarias durante todo el período de Gómez. Basándose en los antecedentes que entrega el historiador José Luis Salcedo Bastardo, Juan Liscano dice que a la muerte del dictador, en 1935, en Venezuela «hay sólo 60 maestros titulares, no existen escuelas rurales, sólo se cuenta con 3 liceos y 15 colegios con algo más de 1.100 asistentes, las dos universidades suman 1.532 estudiantes y las dos únicas escuelas normales, 115 jóvenes» (JUAN LISCANO: «Líneas de desarrollo de la cultura venezolana en los últimos cincuenta años», en R. J, VELÁSQUEZ et. al., op. cit., p. 598). Esto para una población de 3.360.000 habitantes. Para mayores informaciones sobre la situación cultural y educacional en la época de Gómez, puede consultarse el ya citado trabajo de M. DE L. ACEDO DE SUCRE y C. M. NONES MENDOZA: La generación venezolana de 1928, esp., pp. 75-81.

 

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Cf. MANUEL ACOSTA SILVA: «Sucesos estudiantiles anteriores a 1928», en su libro Historias del 28. Caracas: s. e., 1976. Cit., p. 284.