En el
capítulo XX del
Quijote (1605) Don Quijote y Sancho
procuran interpretar el significado de un sonido desconocido. Utilizando la
metodología que Wilhelm Dilthey desarrolla acerca del problema del
círculo hermenéutico es posible analizar la forma en que Don
Quijote y Sancho fracasan en sus intentos. El texto de Cervantes demuestra que
el error radica en la confusión de los géneros. Don Quijote cree
que el ruido es anticipo de alguna aventura caballeresca, mientras que Sancho
lo entiende como un rasgo de un cuento folklórico. Cuando Cide Hamete
revela que el ruido es producido por unos mazos de batán, ambos,
caballero y escudero, deben reconocer su confusión. Por otra parte, Cide
Hamete al mismo tiempo que aclara la causa del ruido, abre la posibilidad de
cuestionar su propio sistema narrativo. Todo esto subvierte el círculo
hermenéutico que Cide Hamete trata de cerrar al final de la
novela.
La Gitanilla
es una obra que la crítica tradicionalmente clasifica
como una de las novelas ejemplares «idealizadas» de Cervantes. A
pesar de esta tendencia exegética, un escrutinio de los temas, las
situaciones, la estructura de la obra revela que hay fuertes notas
irónicas que desmienten su concepción idealizada. En ella,
Cervantes pinta un mundo idealizado solamente en la superficie. El resultado es
una visión problemática de la realidad llena de ambigüedades
y dilemas morales. En
La Gitanilla hay un desplazamiento
estético más hacia la novela moderna, la cual se caracteriza por
la representación de una realidad problemática, que hacia la
narrativa del
romance, género típicamente
idealizado.
En este
ensayo, se plantea el problema de la multiplicidad de los géneros
en el
Quijote junto con el problema del
género
del Quijote; los dos polos de la
investigación son, así, la multiplicidad y la
totalización. El
Quijote presenta varios casos de
géneros mezclados y es, como novela, paradigmático de la
totalización de diversos géneros literarios. Representa el
caso-límite del gusto renacentista para los «géneros
mixtos» y transforma las reglas clásicas que exigen géneros
sencillos. Extendiendo estas consideraciones al campo epistemológico -al
problema de los objetos «compuestos» («baciyelmo») y
las perspectivas múltiples- se ve que el
Quijote exige un sólo punto de
vista correspondiente a un espacio teórico rigurosamente
exteriores a la novela misma. Así
puede decirse que la novela de Cervantes marca la transición desde la
imitación de la naturaleza a la representación de un mundo, y que
proyecta una epistemología que luego se encontrará en la
filosofía de Descartes.
Las
investigaciones de Francisco Ayala y Félix Martínez-Bonati
señalan una serie de «regiones de la imaginación» en
Don Quijote relacionadas con distintos
géneros literarios, expresivos éstos a su vez de diferentes
maneras de enfocar la experiencia vital. La confrontación de estilos y
géneros en la novela, «contenido» aparte, constituye para el
lector un aprendizaje en la discriminación entre tales estilos y modos
de entender y valorizar la realidad.
En el
presente ensayo (continuación de un estudio anterior [Cervantes,
Fall 1983] sobre
los retratos cervantinos del escritor), se propone una nueva manera de entender
la presencia de la teoría literaria en una obra de ficción.
Partiendo de la hipótesis de que la teoría, en cuanto
creación lingüística, ha de consistir necesariamente en
ficciones, se someten a un análisis
literario las principales Poéticas
escritas por los contemporáneos de Cervantes. En ellas se revelan
figuras, imágenes, estructuras retóricas, narraciones, y mitos
-es decir, la representación imaginativa de cuestiones doctrinales- que
dejarán en la obra del gran novelista una huella mucho más
profunda que la de las sentencias y preceptos por las que son ya conocidas y
reconocidas en los textos cervantinos.
Cervantes
hereda, tanto de la escolástica medieval como de los
neo-aristotélicos coetáneos suyos una tendencia a valorar el
intelecto como facultad superior en la jerarquía de potencias del alma.
En la anatomía del alma predominante en la época de Cervantes el
intelecto recibe y ordena los datos sensoriales de la facultad imaginativa, una
facultad relacionada más directamente con el cuerpo y los sentidos que
la del intelecto. Esta valorización del intelecto como superior a la
imaginación se percibe muy claramente en la primera parte del
Quijote en los debates sobre los libros
de caballería. En la segunda parte siguen separados -aún
más agudamente- los protagonistas que sostienen una actitud negativa
hacia la imaginación (Sansón Carrasco; el eclesiástico) y
los que afirman el aspecto saludable, aun necesario, de los productos
fantásticos de tal facultad (los duques, Sancho). La oposición
entre los dos, sin embargo, se ha disuelto sutilmente a causa de un cambio
ontológico que se puede notar en las obras cervantinas de sus
últimos años. Trato de manifestar aquí los indicios en el
segundo
Quijote que revelan un desmoronamiento de
la oposición ficción / realidad, y, por lo tanto, de lo que
jerarquiza la distancia entre imaginación e intelecto. La realidad llega
a presentarse en el segundo
Quijote no como dato, sino como
creación -consciente o inconsciente- de quien la percibe. Los
protagonistas que llegan -en las últimas obras de Cervantes- a tener una
posición de sabiduría o auto-dominio, aprenden a vivir su
realidad como creación. Para, por ejemplo, Pedro de Urdemalas, Chirinos
y Chanfalla, Persiles y Sigismunda, Basilio, y tantos otros, la
imaginación funciona no como fuente de obras de arte fantásticas,
sino como el centro desde el cual uno se crea a sí mismo y al mundo que
le circunda.