—89→
University of California at Santa Cruz
Los muchos libros que tenía los redujo a unas Horas de Nuestra Señora y un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba. |
Cervantes (El Licenciado Vidriera) |
Algunos datos concretos sirven de punto de partida a esta
reflexión. En la segunda parte del
Quijote, entre reminiscencias y citas
textuales, Garcilaso es mencionado quince veces (ver Apéndice). Ya 1947
don José Manuel Blecua había destacado «el
extraordinario fervor con que Cervantes leyó la obra del divino
toledano»
(Blecua 141) y en 1948 don Juan Antonio Tamayo
insistía en el bien conocido «entusiasmo de Cervantes por
Garcilaso, a quien constantemente leyó y a quien sabía de
memoria, como todos sus contemporáneos alguna afición a las
letras»
(Tamayo 391). El porqué de dicha
admiración cervantina era entonces el problema que se planteaba resolver
Blecua y Tamayo. Retomando ahora tal inquietud95. Nos
—90→
proponemos indagar sobre el porqué
de la presencia de Garcilaso en el
Quijote.
Lo curioso del caso es que tal presencia sólo se da en
la segunda parte del libro; en la primera, por el contrario, el poeta toledano
pasa casi desapercibido. Apenas si se utiliza, en el capítulo XIV96, un verso suyo en la «Canción
de Grisóstomo» («echa con la doliente ánima
fuera»
, Égloga II, vs. 606), y si aceptamos la
posibilidad de que tal poema haya sido escrito por Cervantes antes de concebir
literariamente el
Quijote97,
constituyendo así una suerte de poema interpolado, entonces la presencia
de Garcilaso se reduciría prácticamente a tres reminiscencias:
A. En la «Canción de Antonio» (I, cap. XI) leemos:
|
(I, 157)98 |
Garcilaso, Canción IV, vs. 91-92:
|
B. Don Quijote en su discurso sobre la Edad Dorada (I,
cap. XI) menciona: «las solícitas y discretas
abejas»
(I, 154).
Garcilaso, Égloga II, vs. 74: «la
solícita abeja susurrando99»
.
C. En el capítulo L, primera parte, don Quijote en
conversación con el canónigo dice: «el dulce y no
aprendido canto»
(I, 587).
Garcilaso, Égloga II, vs. 67-69:
|
—91→
Buscar el porqué de dicha ausencia en el libro de 1605 sólo tiene sentido, sin embargo, si primero constatamos la súbita presencia de Garcilaso en el libro de 1615, en el cual el eco de su poesía es para el Quijote un intertexto casi tan importante como lo son los libros de caballerías101. Tal es, por tanto, el eje de nuestra reflexión: la ausencia-presencia de Garcilaso en el Quijote.
Comencemos por lo segundo. ¿Por qué Cervantes decide utilizar, como subtextos de su texto, versos de Garcilaso en la segunda parte del Quijote? Para responder a dicha pregunta veamos primero cómo emplea Cervantes tal mecanismo. Lo más notorio es que casi siempre es don Quijote quien recuerda a Garcilaso; las seis ocasiones en que otros personajes lo mencionan102, directa o indirectamente, estos tienen como interlocutor a don Quijote; es decir, lo hacen sólo porque reconocen de antemano que aquél es un lenguaje familiar en el hidalgo, lo cual puede de hecho facilitar su comunicación con él. Así pues, llegamos a la primera conclusión: Hay una estrecha relación entre el «corpus» poético de Garcilaso y el personaje central de la obra de Cervantes; tal relación, a nuestro entender, va más allá de la simple memorización de versos por parte del hidalgo manchego.
Decía Gallego Morell, tratando de explicar la voz de
Garcilaso en don Quijote, que el poeta toledano y el hidalgo manchego
habían pasado por la vida «tristes y a caballo»
(Gallego 2). Y aunque ello no deja de ser cierto, resulta
insuficiente para explicar el asunto que nos concierne. Ha dicho acertadamente
Elías Rivers que «no podemos comprender bien la complicada
actitud cervantina con respecto a la poesía garcilasiana si no
comprendemos toda su ideología literaria. Dentro de esta
ideología, parece que Garcilaso representa uno de los polos
fundamentales, el ideal puro de eterno clasicismo»
(Rivers
966-7). Lo que importa ahora dilucidar es qué aspectos de aquella
«ideología literaria» consideró Cervantes en la
constitución de su personaje. Analicemos este proceso.
Permítasenos, primero, transcribir una cita en la que
podemos constatar la importancia que la poesía tenía en la
mentalidad de Cervantes / don Quijote103, ya que como indicó D. Finello «para la
comprehensión de la actitud de Cervantes hacia lo pastoril en el
Quijote, es fundamental su postura ante
la poesía en general»
(Finello 221). Dice el
hidalgo manchego, en conversación con el Caballero del Verde
Gabán quien para J. B. Trend es «un antiguo pastor de la
Arcadia, que se ha casado y vive tranquilamente en su casa de campo»
(Trend 500), que la poesía:
(II, 143)104 |
El aprecio que don Quijote tiene por la poesía explica, en primer lugar, la importancia que le confiere en la segunda parte del Quijote —93→ a los textos de Garcilaso, los mismos que lee -como a continuación veremos- desde su perspectiva de héroe.
En la primera parte del Quijote -pese al deseo de soslayar casi toda mención explícita sobre Garcilaso, por razones que más adelante discutiremos- encontramos un texto que, en nuestra opinión, presenta los principios generales de lo que va a ser la «ideología literaria» de don Quijote. En el capítulo L de la primera parte, aparece el episodio del Caballero del Lago; en él, respondiendo a las críticas del cura, dice don Quijote:
(I, 587) |
Y aunque aquí se combinan tópicos «del
viaje al mundo subterráneo de los relatos caballerescos»
(Murillo, I, 585), creemos percibir también cierta
relación con algunos versos de Garcilaso que el mismo don Quijote
menciona luego en la segunda parte. Veamos primero los versos de la
Égloga I:
|
(DQ, II, 64) |
Versos que más adelante serán aludidos por el
mismo don Quijote en su respuesta al canónigo, en casa de los duques:
«¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se
gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las
asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad?»
(II, 281). Lo que interesa a don Quijote en esta elegía
-vía Cervantes, se entiende- es exactamente lo que destaca Lapesa en su
análisis de la misma: «La novedad consistió precisamente
en añadir amplias consideraciones sobre la fortaleza de ánimo, la
fama y la inmortalidad»
. (Lapesa 144) En el episodio del
Caballero del Lago, la voz del lago le
—94→
promete a éste
«ver las altas maravillas» (léase 'fama e inmortalidad') si
es que se atreve el caballero (léase 'fortaleza de ánimo') a
arrojarse sobre las negras aguas (léase 'asperezas'). Veamos ahora, sin
olvidarnos del aludido episodio, las tres primeras octavas de la égloga
III de Garcilaso, que parcialmente serán citadas en el
Quijote.
(DQ II, 573, 2da. octava completa) |
|
Sobre los versos 14-16, transcribimos las opiniones
de Herrera y Rivers, pues creemos que guardan relación con el episodio
del Caballero del Lago: «Normalmente se llamaba 'la laguna Estigia' o
'el Estige'»
(H-766); «las aguas del
olvido»
, en cambio, son las del río Lete (H-768).
Aunque el poeta se refiere a su propia voz, «aquel sonido»
,
como dice Herrera (H-767), «toca la fábula de la
música de Orfeo»
, implícita en toda la estrofa. Es
posible, por tanto (sólo posible), que aquella «voz
tristísima»
que sale del lago y que don Quijote menciona,
esté de alguna manera emparentada con «aquel sonido»
que, para Garcilaso, «hará parar las aguas del
olvido»
. Ambos, Garcilaso y don Quijote, cantan la ausencia de la
amada y, por ella,
—95→
muestran su férrea voluntad de superar
cualquier prueba a fin de llegar a la cima de la inmortalidad. «Yo me
quejaré de ausencia»
(II, 564), ése
será el dolor que nos cantará don Quijote hecho pastor. Para
ambos, también, seguir los dictados de esas «voz-sonido» es
la única forma de revivir a la amada, así como soportar con
estoicismo los avatares de la Fortuna es el único camino de
salvación y gloria. Así, no es fácil imaginar que un
ávido lector como don Quijote reemplazara la María Osorio
Pimentel de Garcilaso por su amada Dulcinea del Toboso y, además hiciera
su propia lectura de los textos garcilasianos. De ser cierta esta
intertextualidad entre el mundo poético de las églogas de
Garcilaso y el ínterin de don Quijote, podríamos incluso
señalar que Cervantes ha urdido tan bien la trampa para filtrar la
poesía del primero en el segundo, que ni siquiera éste lo ha
notado. Nos explicamos: la última alusión a Garcilaso en el
Quijote está rodeada de ese
afán lúcido tan típico en Cervantes. Después que el
músico ha cantado dos estancias ante el supuesto cadáver de
Altisidora, la segunda de las cuales ha sido la segunda octava de la
égloga III de Garcilaso, él mismo es interrogado por don
Quijote:
-Por cierto -replicó don Quijote-, que vuestra merced tiene estremada voz; pero lo que cantó no me parece que fue muy a propósito; porque, ¿qué tienen que ver las estancias de Garcilaso con la muerte de esta señora? -No se maraville vuestra merced deso -respondió el músico-; que ya entre los intonsos poetas de nuestra edad se usa que cada uno escriba como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se atribuya a licencia poética. |
(II, 583) |
El propósito de Cervantes no es, ciertamente, que el
lector del
Quijote crea en la simplicidad argumental
del músico, sino que se encargue de unir los cabos sueltos dejados por
él, para así encontrar el
«corpus»
poético de su personaje. Sólo entendiendo el lirismo de
aquél podrá el lector compenetrarse con sus sentimientos, pues,
aunque un personaje literario puede ser conocido por sus actos o por la
información que sobre él nos da el autor, ello es insuficiente y
acaso superficial. Sólo a través de su
«poética» el personaje abre su intimidad ante el lector. Eso
sin duda lo sabía Cervantes, como narrador y poeta que también
era, así como sabía que ésa era la única forma de
filtrar sus propios gustos poéticos ante el lector. No olvidemos que la
doble personalidad de Cervantes, como ha señalado Spitzer, «no
se debe tanto a que así requiera la naturaleza de Don Quijote, sino al
revés, de que Don Quijote es un personaje de
—96→
doble
personalidad porque su creador era un crítico-poeta, que sintió
con igual fuerza la necesidad urgente de belleza ilusoria y de transparente
claridad»
(Spitzer 222).
Vayamos ahora a la última parte de nuestra
reflexión. ¿Cómo explicar la ausencia de Garcilaso en casi
toda la primera parte del
Quijote y su presencia en la segunda?
Primero, por la propia inseguridad de Cervantes, cuando escribía la
primera parte del
Quijote, ante el mundo lírico y
pastoril. Recordemos que los dos episodios, del libro de 1605, donde don
Quijote se asoma al mundo pastoril -las historias de Marcela y Leandra-
terminan de una manera truncada. En la primera, don Quijote no puede encontrar
a Marcela, alejándose así de la pastoral y, en la segunda
aventura, por defender don Quijote la libertad de Leandra, termina
peleándose con el pastor Eugenio; «estos golpes a la narrative
pastoril [en la primera parte de el
Quijote] ayudan a vislumbrar que
Cervantes debía sentirse algo incierto ante un género que daba
gusto a los lectores de libros de caballerías. Sospechamos que Cervantes
dudaba de su capacidad artística para la literatura pastoril»
(Finello 213). Inseguridad que se irá desvaneciendo en la
segunda parte del
Quijote.
Segundo, por la gradual confianza, y por lo tanto madurez, de Cervantes en sí mismo como escritor que le permitirá ya no intercalar sino enzarzar géneros y a sus poetas favoritos en un mismo fluir narrativo. Al Quijote de 1605, Cervantes llegó desde la Galatea (1585), una bucólica sui generis donde el escritor no dio con la solución acertada a ese nuevo género literario que ya se comenzaba a llamar novela. En consecuencia, Cervantes calló por veinte años. Muy distinto es el Cervantes de la segunda parte del Quijote; al libro de 1615, llega Cervantes desde el entusiasmo y la confianza105 que le dio el éxito de la primera parte y con la experiencia de diez intensos años de lectura y composición que dieron como fruto: las Novelas ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso (1614) y las Ocho comedies y ocho entremeses (1615). Diez años en los que Cervantes, dejándonos —97→ constancia de su capacidad para el cultivo de los distintos géneros literarios, se afirma como prosista y poeta.
Tercero, por razones históricas. «De
La Galatea al
Quijote transcurren veinte años.
Entre 1585 y 1605 las innovaciones de Lope, Góngora y Quevedo
transformarán el panorama de la literatura española. El
barroquismo en el teatro, en la novela y en la lírica triunfan
totalmente»
(Claube 174). Así, pues, al escribir
Cervantes la primera parte del
Quijote, pudo no haber querido aparecer
como obsoleto ante la crítica de su tiempo, así como
también es posible suponer que no había decidido aún la
forma de filtrar a su poeta favorito a través del personaje central de
su obra. Una acotación de Rivers apunta en el sentido mencionado;
señala él que «entre 1590 y 1600 parece que Cervantes
sufrió una crisis espiritual, literaria y social, después de la
cual no le bastaban ya los ideales clásicos que representaba la
poesía garcilasiana. Pero estos ideales no se borraron de la nueva
escritura cervantina: entre los corchetes irónicos de mentalidades
quijotescas seguían viviendo en los textos de Cervantes el mito pastoril
y el estilo clásico»
(Rivers 967).
En cuarto lugar, la ausencia-presencia de Garcilaso puede ser
explicado por la evolución de don Quijote como personaje; mejor
aún, como individuo. Don Quijote lector, al ir escribiendo su propio
texto, va descubriéndose a sí mismo. «In a novel the individual acquires the ideological and
linguistic initiative necessary to change the nature of his own image (there is
a new and higher type of individualization of the
image)»
(Bakhtin 38). Vemos entonces que
don Quijote de la primera parte es un empedernido caballero andante, para el
cual la misma Dulcinea parece ser tan sólo un «deber» de
caballero. El lenguaje poético de Garcilaso hubiera estado fuera de
lugar en un personaje con tales características. Pero en la medida en
que el hidalgo va tomando conciencia de su fracaso como caballero, va serenando
su espíritu, y comienza entonces a volcar toda su energía hacia
su amada. Hay, por tanto, una relación ascendente en el amor de don
Quijote hacia Dulcinea. Cuando el don Quijote de la segunda parte, ya
más pasivo y reflexivo, toma consciencia de la «irrealidad»
de su Dulcinea, tiende a cerrarse en sí mismo. Sólo entonces,
cuando la sensación de pérdida comienza a condicionar su
existencia (ter Horst 335), asume como suyo el
«corpus» poético
de Garcilaso. Así, consciente o inconscientemente, lo cierto es que
Cervantes prepara a su personaje para enfrentarle con su derrota como
caballero. Recapitulemos: después de la aventura pseudo-amorosa con
Altisidora en casa de los duques, en su camino hacia Zaragoza, don Quijote se
—98→
encuentra con la fingida Arcadia (Cap. LVIII) «que sirve
de disparador del idealismo de don Quijote»
(Avalle-Arce
259); pasa la noche en una posada donde escucha las aventuras del falso
don Quijote y para demostrar su autenticidad cambia de rumbo y se dirige a
Barcelona (Cap. LIX)106 donde será derrotado por el
Caballero de la Blanca Luna (Cap. LXIII). En su forzoso regreso a su aldea
manchega, don Quijote vuelve a pasar por el mismo lugar donde encontró
la fingida Arcadia (Cap. LXVII). Una vez ahí, y cumpliéndose
así el temor profético de su sobrina107,
como sabemos, decide hacerse pastor y poeta:
Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. |
(II, 562) |
La derrota en la playa de Barcelona por el Caballero de la Blanca Luna, cierra para don Quijote toda posibilidad de continuar viviendo en el mundo de las novelas de caballerías; pero recordemos que don Quijote no renuncia a todas las fantasías de su antigua identidad poética:
Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra. |
(II, 547) |
Dulcinea del Toboso, o mejor dicho una re-nacida Dulcinea
pastora, es la clave, la conexión, el puente por el cual pasará
don Quijote de un mundo idealizado a otro; y ni tan siquiera tendrá que
volver a bautizar a su amada «pues el de mi señora cuadra
así al de pastora como al de princesa»
(II, 563).
La transfiguración literaria de don Quijote y de su amada Dulcinea ya
contaba con un precedente
—99→
en el episodio del regreso a la aldea
después de la primera salida (Parte I, capítulo V), donde don
Quijote se transforma en el moro Abindarráez y Dulcinea en Jarifa:
«-Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que
esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por
quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de
caballerías que se han visto, vean y verán en el mundo»
(I, 108).
Los libros de poesía pastoril (caso Garcilaso) y los
libros de caballerías, que tanto admiraba don Quijote, no son, en
verdad, incompatibles, sino precisamente todo lo contrario. Ambos tipos son
idealizaciones (abstracciones) de la realidad, experiencias poéticas
alejadas del vivir cotidiano. También la relación de
pleitesía entre el pastor y la pastora es muy similar a la
relación de vasallaje entre el caballero y la dama, con la salvedad que
el primero de ellos -según opinión del cura- «no hacen
ni harán daño»
(I, 118) a nadie. No
resulta pues extraño que don Quijote «que ha hallado su
identidad en el vivir poético»
(Avalle-Arce 260)
y tan dado a las aventuras literarias, encontrara refugio en el mundo de las
églogas de Garcilaso. Las aventuras de don Quijote, sin embargo,
más que hechos concretos son hechos imaginados, son sueños
convertidos en palabras; es decir, «es el placer de prefigurar
experiencias y de participar en el misterio de crear a través del
lenguaje»
(Testa 532). Y eso es, precisamente, lo que
hace Cervantes con la poesía de Garcilaso, poesía que va
concretizándose, en el transcurso de la narración, en el vivir
del personaje don Quijote. En aquel bucólico e irónico nuevo
mundo, los modelos a imitar no pueden ser Amadís u otros héroes
de las novelas de caballerías; ahora serán las lamentaciones de
los pastores, como las de Salicio y Nemoroso: «Yo me quejaré de
ausencia, tú te alabarás de firme enamorado; el pastor
Carrascón, de desdeñado»
(II, 564). El
cambio de modelos no ha sido abrupto, la metamorfosis ha sido ascendente y
paulatinamente perfecta. Cervantes ya había preparado al lector y a su
héroe para dicha transformación. Así hemos visto a un
mismo tiempo cómo el mundo de los caballeros andantes se iba difuminando
y el mundo pastoril, mediante la voz de Garcilaso, fue adquiriendo forma y
presencia. «En suma, don Quijote ha efectuado una
pastorilización uniforme y absoluta»
(Avalle-Arce
261); fusión admirable de la vida activa con la contemplativa, de
la voluntad heroica con la idílica, de la espada con la pluma. Ya bien
señaló Farinelli que «aquella sosegada vida en la dulce
soledad»
, que cantó Garcilaso, jamás dejó de
sonreírle, en medio de aquellos torbellinos de luchas mortales que una
férrea
—100→
religión del honor imponía a su
voluntad. Marchitada y caída la corona del heroico caballero, otra
corona debía hacerle suspirar: la del pastor» (Farinelli, 5).
El propio Cervantes nos había advertido del voluntarismo de su héroe:
Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: «Donde una puerta se cierra, otra se abre». Dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos..., ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura». |
(I, 248-249) |
Todo lo anteriormente expuesto no nos debe sorprender, por
cierto, pues lo pastoril, ideológica y estéticamente, es un tema
esencial en Cervantes» (Castro 181) constituyendo una coherente unidad de
pensamiento a lo largo de toda la obra cervantina: desde
La Galatea al
Persiles, pasando por los cuentos y
episodios pastoriles del
Quijote -Grisóstomo - Marcela, La
historia de Leandra, Las bodas de Camacho, La fingida Arcadia y El pastor
Quijotiz- lo cual se corrobora con la gradual presencia de Garcilaso en el
Quijote. Sutilmente, Cervantes pone punto
final a uno de los propósitos iniciales que lo llevó a escribir
la segunda parte del
Quijote: un mundo idílico, el de los
libros de caballerías, es reemplazado por otro igualmente
idílico, el de la lírica pastoril, pero como bien señala
Avalle-Arce: «La compensación cabal del
Quijote no debe disociar ambos mitos [el
mito caballeresco y el mito pastoril], pues se corre el riesgo de presentar un
héroe mutilado»
(Avalle-Arce 262). Las
metamorfosis cervantinas, como vemos, parecen ser de nunca acabar, pues si
«Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el
esfuerzo y el ánimo será imposible»
(II,
153).
(Citas y / o reminiscencias de Garcilaso en la segunda parte de Don Quijote)
Las siglas y / nombres que aparecen junto a la numeración de los textos corresponden a los personajes que pronuncian las citas. Al —101→ final de cada una de éstas, además, indicamos tanto el texto de procedencia en Garcilaso así como la página en que las mismas aparecen en Don Quijote.
I. DQ
|
(Elegía I, vss. 202-204) (DQ II, 64) |
Garcilaso dice «aquí» en el último verso. En II, cap. XXXII Cervantes vuelve a recordar estos versos.
II. DQ
«Mal se te acuerdan a ti, ¡oh Sancho!, aquellos
versos de
nuestro poeta donde nos pinta las labores
que hacían allá en sus moradas de cristal aquellas
cuatro ninfas que del Tajo amado sacaron
las cabezas, y se sentaron a labrar en el prado verde aquellas ricas telas que
allí el ingenioso poeta nos describe, que todas eran de oro, sirgo y
perlas contestas y tejidas»
(DQ II,
75)
«De quatro nymphas que del Tajo amado»
(Égloga III, vss. 53 y ss.)
III. DQ
«-Levántate, Sancho -dijo a este punto don
Quijote-; que ya veo que la
Fortuna, de mi mal no harta, tiene
tomados los caminos todos por donde pueda venir algún contento a
esta ánima mezquina que tengo en
las carnes»
(DQ II, 94)
«Mas la fortuna, de mi mal no harta»
(Égloga III, vs. 17)
«Siempre 'sta en llanto esta ánima
mezquina»
(Égloga I, vs. 81)
IV. Caballero del Bosque (Sansón Carrasco) - DQ
«-¿Quién va allá?
¿Qué gente? Es por ventura de la del número de los
contentos, o la del de los afligidos?»
-De los afligidos -respondió don Quijote.
-Pues lléguese a mí -respondió el del
Bosque-, y hará cuenta que se llega a la mesma tristeza y a la
aflicción mesma»
(DQ II,
111)
|
(Égloga II, vss. 95[-]97) |
Sobre esta estrofa véase Avalle-Arce, «Tres notas al Quijote» Nueva Revista de Filología Hispana I (1947): 86-89.
V. Caballero del Bosque
«-Partes son ésas -respondió el del
Bosque- no sólo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde
bosque»
(DQ II, 115)
«¡Nymphas del verde bosque, a vos
invoco»
. (Égloga II, vs. 805)
VII.
«y [se] dejó calar al fondo de la
caverna espantosa»
. (DQ II,
200)
Posible reminiscencia, notada por Clemencín, de Garcilaso:
|
(Égloga III, vs. 83-84) |
VIII. DQ
«¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal
gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos
dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la
inmortalidad? Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos,
los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta irreparable;
pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron
las sendas de la caballerías, no se me da un ardite: caballero soy y
caballero he de morir, si place al Altísimo»
(Elegía I, Ver cita I) (DQ II, 281)
IX. DQ
«-No -dijo creyendo a su imaginación, y esto,
con voz que pudiera ser oída-; no ha de ser parte la mayor hermosura de
la tierra para que yo deje de adorar la que tengo grabada y estampada en la
mitad de mi corazón y en lo más escondido de mis entrañas,
ora estés, señora mia, transformada en cebolluda labradora, ora
en ninfa del dorado Tajo, tejiendo telas de oro y sirgo compuestas, ora lo
tenga Merlín, o Montesinos, donde ellos quisieren»
(Égloga III. Ver cita II) (DQ II,
402)
X. Pastora DQ
«Traemos estudiadas dos églogas, una del famoso
poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes... tendimos la noche
pasada estas redes de estos árboles para engañar los simples
pajarillos que, ojeados con nuestro ruido, vinieren a dar en ellas»
.
(Égloga II, vss. 209 y ss. / se tejen y se arman redes) (DQ II, 490)
XI.
Patrick Gallagher sugiere influencia de Garcilaso (Égloga II, vs. 1602-1637) en el pasaje donde se describe el mar Mediterráneo, cuando don Quijote y Sancho, en el día de San Juan, visitan las playas de Barcelona (II, cap. LXI, pp. 519-520). Gallagher también insinúa analogías entre Albanio y don Quijote y entre Fernando y don Quijote. Debido a la larga extensión de los párrafos remitimos al lector al artículo de Gallagher: Patrick Gallagher, «Garcilaso's second eclogue and Don Quixote: tradition or polygenesis?» Beitraege zur Romanischen Philologie, XI (1972) 38-49.
—103→XII. DQ
«... el barbero Nicolás se podrá llamar
Miculoso, como ya el antiguo Boscán se llamó Nemoroso»
.
('nemus': bosque. Error de interpretación. La identificación de
Nemoroso con Boscán se debe al Brocense en su edición anotada de
Garcilaso. La crítica contemporánea identifica a Nemoroso como el
propio Garcilaso) (DQ II, 562)
XIII. Músico (mancebo vestido a lo romano) Cadáver de Altisidora (observa DQ).
|
(Orfeo. Égloga III, vs. 128) |
|
(DQ II, 573) |
XIV. Altisidora -DQ.
«Dos dias ha que consideración del rigor con
que me has tratado, "Oh más duro que mármol a mis quejas",
empedernido caballero, he estado muerta...»
(Égloga I,
adaptación del verso 57)
DQ II, 580). Garcilaso dice dura.
Músico (el mismo de la cita X) DQ.
«-Por cierto- replicó don Quijote-, que vuestra
merced tiene estremada voz; pero lo que cantó no me parece que fue muy a
propósito; porque ¿qué tienen que ver las estancias de
Garcilaso con la muerte desta señora?
-No se maraville vuestra merced deso -respondió el
músico-; que ya entre los
intonsos poetas de nuestra edad se usa
que cada uno escriba como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga
a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se
atribuya a licencia poética.
(DQ II,
582-583)
«intonso», epíteto tradicional de Apolo.
«el mancebo / intonso y ruvio, Phebo»
.
(Égloga II, vs. 1287)
—[104]→ —105→
Avalle-Arce, J. B. La Novela Pastoril Española. Madrid: Istmo, 1974.
Bakhtin, Mikhail. The Dialogic Imagination. Austin: Univ. of Texas Press, 1983.
Blecua, José Manuel. «Garcilaso y Cervantes» en Homenaje a Cervantes. Madrid: Ínsula, 1948, 141-150.
Claube, Joseph M. «La poesía lírica de Cervantes» en Homenaje a Cervantes. Madrid: Ínsula, 1948, 151-187. Según Elías Rivers, este artículo pertenece a José Manuel Blecua.
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