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«According to the Carthusians, it was Dominique Hélion, established at the monastery in Trier in 1409, who first proposed the meditation on the mysteries of the life of Christ associated with the recitation of the Ave Maria. This devotion was continued in the fifteenth century by Jean de Rhodes, a prior of the same monastery. In Spain, where the cult of the Virgin was strong, the Carthusian scholar Juan de Madariaga wrote at great length in his Vida del seráfico padre San Bruno (Valencia, 1596) on the favors accorded his order by the Virgin, including her revelation of the rosary. Hence the many representations of Marian themes in the Carthusian monasteries of Spain» (Baticle 230).

 

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En 1898, por ejemplo, León XIII promulgó una constitución apostólica de la cofradía en la que declara que todo lo que tenga que ver con la devoción del rosario es patrimonio de la orden («Rosary Altar Society»).

 

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Muñoz Iglesias clasifica las menciones del rosario en Don Quijote en dos: «El rosario-objeto [que] pasó al lenguaje vulgar para indicar conjuntos de cosas o de personas iguales, puestas en fila o ensartadas»; y el «rosario-práctica», o sea, «instrumento para contar las Avemarías» (252).

 

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8 I, 26; 292, nota 12. Gaos da una lista completa de las expurgaciones de la Inquisición portuguesa, que solamente en la primera parte suman seis (136)

 

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El historiador Henry Kamen estudia la devoción mariana post-tridentina y su enlace con la Contrarreforma en su libro Cambio cultural en la sociedad del Siglo de Oro: Cataluña y Castilla, siglos XVI-XVII: «Un efecto de la piedad tridentina fue que provocó un notable aumento de la devoción a la Virgen María, que surgió por todas partes como patrona e intercesora universal, y su nombre fue invocado como protectora de todo lo que requiriese protección: viajeros, marineros, cosechas, plantas... El crecimiento de su culto fue quizá uno de los más impresionantes logros de la Contrarreforma en Cataluña» (136). Y más adelante, hace mención directa del efecto de la victoria de Lepanto en la devoción al rosario: «atribuida desde el primer momento a Nuestra Señora del Rosario pues se combatió el día de su festividad, el 7 de octubre. Barcelona sólo supo de la noticia el día 31, pero la recibió 'con tan gran alegría y gozo que los hombres tenían lágrimas en los ojos, otros con otros estados de ánimo que parecían fuera de sí, a otros les parecía cosa de sueño y apenas lo podían creer' ...Cataluña, desde donde había zarpado el contingente español, se consideró particularmente en deuda con la Virgen, y después de 1571 hubo numerosas dedicaciones al Rosario» (138-39).

 

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Dada la casi equitativa distribución de menciones del rosario en la Primera y Segunda partes, y la algo más atenuada ironía en ésta última, se hace difícil aceptar que una de las posibles razones para la actitud hacia el rosario en Don Quijote se deba al deseo de Cervantes de burlarse de Avellaneda, a quien Riquer identifica con Jerónimo de Pasamonte. En su libro sobre el tema, Riquer arguye que Pasamonte era soldado en Lepanto y posiblemente conocido de Cervantes. Si, como afirma Riquer, «Miguel de Cervantes sabía muy bien quién era el autor del Quijote apócrifo» (Riquer, Cervantes, Passamonte 97), y ese autor era el Jerónimo de Pasamonte cuya autobiografía, Vida de Jerónimo de Pasamonte, Cervantes conocía lo suficiente como para burlarse de ella en el episodio de los galeotes (I, 22), tendría entonces Cervantes que saber que una de las características más notables de su antiguo compañero de armas era la devoción al rosario: «rezo 4 rosarios al día, que solía rezar 15 rosarios... Estos 4 rosarios tengo como por obligación, y algunas fiestas principales rezo los 15 rosarios» (Riquer, Cervantes, Passamonte 108). De haber sido el deseo de venganza la causa de la actitud hacia el rosario en Don Quijote, al menos habrían aumentado las alusiones al mismo a partir del famoso capítulo 59 de la Segunda parte, donde don Quijote descubre el libro de Avellaneda, pero no ocurre así. Solamente vemos otra mención del rosario, en el capítulo 71, que estudiaremos más adelante.

 

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El simbolismo guerrero del rosario en sus orígenes se refuerza en vida de Cervantes, aunque esta vez ocasionado por otro tipo de amenaza a la ortodoxia católica: «In reaction to Protestant critiques of Marian worship and the Eucharist, the Catholic Reformation expanded devotions to the Virgin, especially Our Lady of the Rosary, and to the Holy Sacrament» (Poska 72). Sigue aún usándose la terminología bélica como metáfora del rosario. Una ojeada a la bibliografía del tema revela dos títulos relativamente recientes: The White Flower Rosary: A Pro-life Weapon, de 1983, y The Rosary: Great Weapon of the Twentieth Century, de 1987.

 

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Luis Murillo, en una nota a su edición de Don Quijote (I, 304, n. 21), hace un breve estudio de la relación entre la narrativa hagiográfica de santos y anacoretas que se retiran a hacer penitencia, y los libros de caballerías cuyos héroes los imitan.

 

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Jerónimo Fernández, Hystoria del magnánimo, valiente e inuencible cauallero don Belianís de Grecia. 2 vols. Introducción, texto crítico y notas de Lilia E. F. de Orduna. Kassel: Reichenberger, 1997. lxxx + 431, 531 pp.

 

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Daniel Eisenberg, La interpretación cervantina del Quijote (Madrid: Compañía Literaria, 1995), pp. 39–69. The suggestion is repeated in Eisenberg and Maricarmen Marín Pina, Bibliografía de los libros de caballerías castellanos (Zaragoza: Prensa Universitaria de Zaragoza, 2000), p. 279.