En la biblioteca
provincial de Toledo se guarda un ejemplar original de las actas de este
Concilio. Forman un cuaderno en 4.º, de 182 hojas escritas numeradas, 24
sin numerar, y otras varias en blanco; y las tapas están forradas de
terciopelo azul con cintas del mismo color. Contiene, en primer lugar, el tomo
regio, ó sea la Cédula Real de 21 de Agosto de 1769, dirigida
á los Arzobispos de las Indias é islas Filipinas, que Tejada
Ramiro dejó reservada264
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Siguen á continuación los decretos del Concilio, que sacó á luz por vez primera Tejada Ramiro en el tomo VI de su citada Colección, páginas 177-302. El manuscrito, que tengo á la vista, mucho más precioso, acota al margen de los decretos las fuentes legales de cada uno. Vienen luego las cuatro Instrucciones aprobadas por el Concilio, que figuran en dicha Colección266; pero esta omite una quinta Instrucción, aprobada por el mismo Concilio, Instrucción que el manuscrito contiene, y creemos, por consiguiente, estar en el caso de dar á conocer. Al final del manuscrito aparece una lámina de incorrecto dibujo, representando el orden de asientos en las funciones de iglesia durante el Concilio. Algunas notas insertas al pie de la misma lámina, nos dicen que hubo cinco días de funciones; en el primero predicó el Sr. Arzobispo; en el segundo el Obispo de Yucatán; en el tercero el de la Puebla; en el cuarto el Canónigo Magistral, y en el quinto el Canónigo doctor Luís de Torres. Todos los días se celebró Misa de Pontifical, alternando entre sí los señores Obispos; luego se recitaban las preces y se leían las actas del Concilio. Asistieron el Virrey, los diputados de la ciudad y varios consultores del Clero secular y regular. No se expresa cuántos días duraron las sesiones conciliares.
Las firmas y
rúbricas de los Padres del Concilio están registradas por el
manuscrito con el orden siguiente:
Franciscus, Archiepiscopus
Mexicanus, electus Toletanus.-Michael, Episcopus Antequerensis.-Fr. Antonius,
Episcopus Jucatanensis, electus Novae Galiciae.-Franciscus, Episcopus
Angelopolitanus.-Doctor Vincentius de los Rios, Procurator Rmi. Episcopi
Michocarensis.-Dr. Mattheus Joseph Arteaga, Procurator Capituli S. V.267
Ecclesiae Guadalaxarensis.-Dr. Franciscus de
Roldan Maldonado, Procurator Ecclesiae novae Cantabriae in absentia Episcopi,
de mandato Concilii.-In veritatis testimonium meum nomen subscripsi, Lic.
Andreas Martinez Campillo, Secretarius S. Concilii.
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La existencia de este ejemplar original del Concilio IV Mejicano en la biblioteca provincial de Toledo fácilmente se explica; la mayor parte de libros y manuscritos que forman hoy esta biblioteca son despojos de la arzobispal, que espléndidamente dotó y amplió el Sr. Lorenzana. El cual, cuando era ya Arzobispo electo para Toledo, presidió este Concilio Mejicano, cuyas actas trajo consigo al venir á España. Ni hay que extrañar que no las diese á luz, como lo había hecho con las de los Concilios Mejicanos anteriores en la magnífica edición publicada en Méjico en 1769; porque tomó posesión por poder de la Silla Primada en Marzo de 1772, y en Julio del mismo año había desembarcado ya en el puerto de Cádiz. En este breve intervalo, transcurrido desde la celebración del Concilio IV en Octubre de 1771, no era posible obtener para las actas su aprobación en Roma ni el pase en el Real Consejo, requisitos indispensables para su publicación. El Concilio III, celebrado en 1585, no salió á luz por primera vez hasta 1622, por las dificultades que hubo que vencer para llenar dichos requisitos.
El Sr. Tejada Ramiro, al disponer
para la impresión las actas del Concilio Mejicano IV, no tuvo presente,
ni conoció el manuscrito, hoy existente en la biblioteca provincial de
Toledo, pues él mismo previene que le sirvió de original uno de
los dos ejemplares, remitidos á S. M. por orden del Concilio, que se
guardaba en el Ministerio de Ultramar. Así nos explicamos cómo
pasó por alto
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Instrucción que pone este Santo Concilio para el arreglo y govierno de los Hospitales que están encargados al Sagrado Orden de Sn. Juan de Dios conforme y según previenen las Leyes 1.ª y 5.ª, Lib. 1.º, Tít. 4.º y 24, Tít. 14 del mismo Libro y la Rl. Cédula de 1695, con el motivo de ciertas dudas acaecidas en la Concepción de Chile, sobre el modo con que el Obispo de aquella Ciudad debía hacer la visita de San Juan de Dios.
I. A los Religiosos de San Juan de Dios, que han pasado á esta Nueva-España con licencia de S. M., no pueden encargárseles los Hospitales así de Indios como de Españoles, ni la administración de las Rentas y Limosna de ellos, si no fuere obligándose primero dichos Religiosos á que darán cuenta, y se dexarán visitar, en lo tocante á esto por las Justicias Eclesiásticas ó Seculares, sin que se puedan eximir, porque digan que tienen Bula de la Sede Apostólica y ser Religiosos, ordenados algunos de Orden Sacro, y por eso solo subordinados á un Prelado Regular; ni por otra alguna escusa de que se quieran valer: según mandó el S.or Felipe IV en Madrid á 30 de Noviembre de 1630, que es la Ley 24, Lib. 1, Tít. 14 de la Recopilación de Indias.
II. En este supuesto, las obligaciones de que se hace memoria en la Ley antecedente, se expresan con la mayor claridad por el mismo S.or Felipe IV en la Ley 5, Libro 1, Tít. 4, y con arreglo á estas deben los Religiosos proceder en todo, sin poderse eximir por causa alguna.
III. No pueden tener dichos
Religiosos en las Indias más Conventos ó Casas Matrices, que en
México, Lima, Panamá, Santa Fé del Nuevo Reyno de Granada,
Santiago de Chile y Villa Imperial de Potosí: de modo que estas solo
sean como Casas Conventuales y de Noviciado, y de ellas salgan los Religiosos
que fueren menester para los Hospitales. Por lo que en esta Nueva-España
no hai más Convento, Casa Matriz ó Conventual, que la Grande de
México, en que ha residido y reside el Comisario ó Vicario
General de la Religión; y los demás Hospitales que tienen en este
Reyno ni son ni pueden llamarse Conventos, sino Hospitales, que por la piedad
del Rey, ó por fundaciones de Ciudades
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IV. En ningún Hospital, que estuviere á cargo de dichos Religiosos, puede haber mas que los que fueren necesarios para el servicio, cuidado y limpieza de los Pobres que en cada uno se curaren; y quando más podrá haber uno ú otro, por si faltare de pronto alguno de los necesarios, que reemplaze la falta; porque la Renta y Limosna principalmente es para los Enfermos, y por contemplación de estos se da lo necesario á los precisos Religiosos que los asisten.
V. El señalar el número de Religiosos para cada Hospital toca á los Virreyes ó Presidentes, y Audiencias Reales de las Indias, de acuerdo con los Arzobispos ú Obispos respectivos, oyendo primero estos el Informe del Vicario General, ó del Prior ó Hermano Mayor del Hospital.
VI. El número que se señale de Religiosos para cada Hospital ha de ser con consideración á las Rentas de él, Limosnas que se junten, y Pobres enfermos que curen un año con otro.
VII. En cada Hospital puede haber uno ó dos Sacerdotes para que digan Misa á los Enfermos, y les administren los Sacramentos, sujetos hábiles, examinados y aprobados, y con las Licencias necesarias de los Obispos para confesar y administrar; y no podrá haber más, aun en las Casas Matrices; y dichos Sacerdotes no podrán ser Prelados ó Superiores, según está dispuesto por Bulas Apostólicas.
VIII. En los Hospitales que no son Conventos, los Superiores de ellos no pueden llamarse Priores, según la citada Ley 5.ª, sino Hermanos Mayores, ni pueden dar Hábitos, ni hacer otras gestiones propias de los Conventos ó Casas Matrices; porque en dichos Hospitales los Religiosos están solo con el instituto y principal objeto de asistir á los Enfermos; y conforme á esto en esta Nueva España, solo pueden darse Hábitos en el Convento Grande de México, porque todos los demás Hospitales del distrito de este Virreynato, no son Conventos, sino Hospitales sujetos en todo á la Disposición de dicha Ley.
IX. Los Religiosos que se
señalaren para cada Hospital del distrito de este Virreynato,
deberán entender que no son Dueños
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X. Han de recibir por cuenta y razón todos los bienes de los Hospitales, así muebles, como raíces, y la han de dar de todo lo que hubieren recibido, cobrado, gastado ó pagado á las personas que ya se expresan.
XI. Para que no haya omisión en tomar esta cuenta cada año, se tomará ó empezará á tomar indefectiblemente en el Lunes después de la primera Dominica de Cuaresma en la Sala del Hermano Mayor del Hospital, á quien toca, por las personas siguientes: En los Hospitales del Real Patronato, por el Provisor y Vicario General del Obispo, en concurrencia de un Oficial Real en nombre de S. M., y del Religioso Hermano Mayor del Hospital; y el Administrador deberá estar pronto, fuera de la Sala, para dar razón de lo que se le pregunte. En los Hospitales que no son de Patronato Real, deberán concurrir con el Provisor y Vicario General el Diputado de la Ciudad, el Patrono del Hospital, por sí ó por su Apoderado, y el Hermano Mayor del Hospital. En las Villas ó Pueblos fuera de las Capitales, concurrirán á tomar la Cuenta el Juez Eclesiástico ó Cura en nombre del Obispo, el Corregidor ó Alcalde Mayor, ó la persona que nombrare el S.or Vice-Patrono, si el Hospital fuere del Patronato, y si no lo fuere, un Diputado de la Villa, y el Patrono ó su Apoderado si lo hubiere, y también el Hermano Mayor del Hospital; estando, como se ha dicho, fuera de la Sala el Administrador, para dar razón de lo que convenga.
XII. La obscuridad con que parece que habla la citada Ley
5.ª, en este punto de Cuentas en los
20 y 21, por lo que toca á los Hospitales del Real Patronato, y á
los de las Villas y Lugares, se aclara del todo con la citada novísima
Real Cédula, en que reiteradamente se encarga á los Obispos que
por sí, ó por las personas que nombraren, tomen las Cuentas de
todos los Hospitales, aunque sean del Real Patronato, con tal que en estos
hagan la Visita y tomen la Cuenta con asistencia de la persona que nombrare el
S.or Vice-Patrono, y de que se exprese en el Auto
ó cabeza de la Visita que lo executan así y toman la Cuenta por
particular Comisión y encargo de S. M.
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XIII. Tres ó pocos más días antes de la dicha Dominica primera de Cuaresma, el Ordinario Eclesiástico mandará al Hermano Mayor del Hospital que pase recado á las personas que van señaladas en los dos párrafos antecedentes, á fin de que ocurran y se junten respectivamente las que deban, en los Hospitales que les tocan, en el dicho día Lunes, á fin de tomar ó empezar á tomar la Cuenta: con lo que no podrá pretextarse olvido ó inadvertencia en punto de esta importancia.
XIV. En las Ciudades, Villas ó Lugares en que hubiere la costumbre laudable de nombrar algunos Regidores ó Diputados para que asistan por meses ó semanas á ver como se sirven y curan los Enfermos, se procurará guardar tan loable costumbre, y se procurará eficazmente introducir en donde no la haya.
XV. Será conveniente que el Administrador del Hospital sea un Secular con el nombre y privilegios de Síndico, sujeto abonado y acreditado en la Ciudad ó Pueblo, así para quitar toda sospecha en el manejo de caudales por manos religiosas, como porque ha enseñado la experiencia que estos Síndicos son por lo común proficuos á las Religiones, como lo están siendo en la actualidad los de San Hipólito, que estaba destruída, y empieza felizmente á alear.
XVI. El Administrador ó Síndico deberá ser nombrado por la Junta respectiva al Hospital de que se trata, y no por el Vicario ó Comisario General ó por la Religión, sino es que la Junta le dé para ello sus veces, y así en este caso deberá aprobar el nombrado dicha Junta.
XVII. El Comisario ó Vicario General de la Orden no podrá pedir las Cuentas de los Hospitales tomadas en la forma arriba dicha, ni el Administrador ó Síndico se las deberá manifestar.
XVIII. Los Religiosos, que se nombraren por el Comisario ó Vicario General para cada Hospital, deberán estar sujetos al Superior de su Religión en quanto á sus Personas y en quanto á la Disciplina Regular; pero de ningún modo en quanto á las Rentas ó Administración de los Hospitales, pues aun el reparo de las Iglesias y de los Hospitales ha de correr por la Junta respectiva.
XIX. Quando la Junta dicha advirtiere
que faltan Religiosos en los Hospitales para la puntual asistencia de los
Enfermos,
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XX. Se declara que todas las Mandas ó Legados, y Limosnas que por los Fieles se hicieren á dichos Hospitales, y los Bienes que quedaren de los Enfermos mismos deben ser de los Hospitales, y no de los Religiosos; ni estos podrán pretender que fueron dexados á la Religión y no á las Enfermerías, porque no es creible así de la intención de los Bienhechores.
XXI. Los Religiosos de San Juan de Dios entran en los Hospitales solo para asistir y cuidar los Pobres: y por eso no se les debe permitir en modo alguno que muden las fábricas de ellos, ni que á su voluntad hagan Iglesias, Claustros ó Celdas; pues el fin principal de estos piadosos Institutos es tener Salas capaces de Curación para los Pobres, con Capilla correspondiente: y por eso para executar cualquiera Obra ó Reparo considerable, la Junta respectiva debe proponerlo al Virrey, si el Hospital fuere de Patronato Real, y si no lo fuere, al Obispo.
XXII. En las Iglesias de dichos Hospitales no podrán enterrarse ni se entierran más Difuntos que los que muriesen en ellos, si no fuere pagando enteramente los Derechos que pertenecieren y legítimamente se deban á las Iglesias Parrochiales.
Esta es la
Instrucción que en cumplimiento de lo acordado y resuelto por el Santo
Concilio en el día doze del presente mes, se formó por el Sr. Dr.
D. Luís de Torres y Tuñón, Canónigo de esta Sta.
Iglesia Metropolitana y Consultor Canonista de él, con arreglo á
lo prevenido por S. M. en las Leyes Reales 5, tít. 4, y la 24,
tít. 14 del Libro 1.º de la Recopilación de Indias; y la
Real Cédula de 18 de Diziembre de 1768, para el manejo de las rentas
vissita, y govierno de los Hospitales que están á cargo de la
sagrada Religión de San Juan de Dios; y era su inteligencia
haviéndola aprobado uniformemente los Padres del Santo Concilio, y
pedido los Sres. Diputados de esta N. C. la observancia y egecución de
las mencionadas Leyes y Real Cédula, sus Srías. Illmas. digeron
se dé quenta á S. M. con dicha Instrucción, á fin
de que siendo de su Real agrado se digne interponer en ella su suprema
autoridad y
Real Decreto para su puntual y efectiva
egecución: De todo lo qual doi fe y firmé en México
á diez y nueve días del mes de Octubre de mil setecientos y
setenta y un años.-Licenciado D. Andrés Martínez
Campillo, Secretario del Concilio268.
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Toledo, 18 de Febrero, 1888.
Ramón Riu y Cabanas.
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