41
El DRAE no incluye su valor como adjetivo.
42
El DRAE no recoge su sentido de «ladrón», derivado del caló choro, de donde, por sufijación y etimología popular, chorizo y los verbos chorear, chorrear; aunque sí incluye «hablar a chorretadas» para «hablar mucho y atropelladamente».
43
Aunque en la acepción de «taimada» se usa, al menos, en la República Argentina, equiparada con el masculino. El uso español parece preferir el diminutivo, es muy zorrita.
44
No aparece en el DRAE; en la Argentina, «homosexual», peyorativo, agresivo.
45
No aparece en el DRAE; en la Argentina, «ordinario».
46
No aparece en el DRAE; en la Argentina, «sucio, desarreglado». Procede del apellido del político Croto Posse, quien dictó un edicto en el que autorizaba a los linyeras o vagabundos a viajar gratis en los trenes, lo que provocó la fuerte reacción de los ciudadanos que pagaban su pasaje.
47
El DRAE no recoge el sentido peyorativo «presumido, -a» en países de América, como Venezuela (Rosenblat).
48
El Salvador: «desdentado», se dice de los niños que mudan los dientes de leche. No está incluido en el DRAE.
49
En la Argentina: «persona muy inteligente y estudiosa», según Haensch, Werner et al., Diccionario del español de Argentina, Madrid, Gredos, 2000. Estos autores señalan la equivalencia española pitagorín. La palabra es un sustantivo usado como adjetivo, originariamente en forma masculina, pero que se va ampliando al femenino; aunque en este caso con influjo del coloquial bocha, «cabeza humana», sentido que coincide con el masculino. El sentido peyorativo del sustantivo originario se aprecia en las expresiones como estar del bocho, «estar zumbado», «tener perturbadas las facultades mentales»; hacerse el bocho con alguien (en especial, para hombres), «hacerse ilusiones amorosas con alguien». No está incluido en el DRAE.
50
Como adjetivo viene del sustantivo usado vulgarmente en la República Argentina en lugar de preservativo. En un comienzo, era frecuente escuchar: «te usaron como un forro», esto es, que usaron y luego descartaron a una persona en una relación personal o en un trabajo. Por ejemplo: si a uno lo contrataron en un banco, lo hicieron trabajar muchísimo y, una vez terminado el contrato, lo despidieron sin más, no hay dudas de que lo usaron «de forro» o «como un forro», o lo «tuvieron de forro». Poco después, sin embargo, se empezó a decir: «sos un forro», pero no tanto referido a la condición descartable inicial, sino a ciertas características personales. No tiene el mismo sentido que las terminaciones en -udo, sino que es algo más sutil. Se aplica a alguien más bien insoportable, pero aquí se confunden los sentidos, pues se le puede decir «forro» tanto a un tipo al que lo usan y que es medio pusilánime, como al que da vueltas y no define las cosas. Muy frecuente entre adolescentes, para mujeres existe la adaptación «forra». Se ha formado también el verbo «forrear». Una persona «forrea» a otra cuando la usa y la descarta, o bien cuando da vueltas, no define una cosa, no termina de decir la verdad. No está incluido en el DRAE.