Fechada en Madrid,
abril de 1876, la novela se publicó en la Revista de
España, en cinco números consecutivos (194-198),
de marzo a mayo. Esto parece indicar que la impresión
comenzó antes de que el libro estuviese concluido, que
quizá el autor iba escribiendo atenido a las necesidades de
la revista; lo que daría validez a su afirmación, en
carta a Clarín incluida por éste en su
opúsculo Galdós: «[...] la
comencé sin saber cómo había de desarrollar el
asunto. La escribí a empujones, quiero decir, a trozos, como
iba saliendo, pero sin dificultad, con cierta afluencia que ahora
no tengo» (Obras de Clarín, ed. cit., I, 27).
La improvisación es patente, examinado el texto de la
Revista; ella explicaría el precipitado y absurdo
final de la primera versión y algunas incoherencias que el
autor no pudo o no quiso suprimir de la que hoy leemos.
Aquella primera
redacción discrepa de esta última en líneas
generales, quizá menos que la de El Audaz discrepa
de la que hoy circula, y las diferencias son de la misma
índole: una polvareda de variantes introducidas por
escrúpulo del estilista, acertadas casi todas, como las de
El Audaz y otras enteramente caprichosas. Hay menos
supresiones, y ninguna de importancia. Pero lo que sí es
importante es lo que leemos al final de la novela, en dos de las
cartas de Don Cayetano Polentinos, las últimas, tan
disparatado e inconciliable con lo que antecede, que se
diría que no son obra de Galdós, que alguien se
apoderó de sus papeles y le hizo la jugarreta de
adicionarlos con un desenlace descabellado. Júzguese.
[Revista,
1876, L, 265:]
«Perfecta me
encarga muchas expresiones para V. Se ha reído mucho con la
especiota de su casamiento. La verdad es que en nuestro pueblo se
dice también. Ella lo niega, y ríe mucho cuando se le
dice. En caso de que esto tenga visos de formalidad, yo le
negaré mi aprobación porque Jacinto tiene
veintidós años menos que ella, y aunque Perfecta se
conserva muy bien y ahora ha echado carnes y se ha puesto muy
guapa, no creo que tal unión pueda ser provechosa. Si he de
decir la verdad, no veo al chico muy entusiasmado. Su madre,
doña María Remedios, es la que me parece que se
dejaría cortar ambas orejas porque este ante-proyecto fuese
siquiera proyecto. / Una sensible noticia». [Sigue el
texto de la vulgata.]
El momento era
como soñado para «echar carnes» y «ponerse
muy guapa». Aparte el asesinato de Pepe Rey, que no
dejaría de impresionarle, pues tanto impresionó al
penitenciario, ya había ocurrido el internamiento de Rosario
en un manicomio. Esto es malo, y un espantoso anticlímax,
pero lo que se nos antoja una mala broma y nada tiene de
galdosiano, lo que parece francamente apócrifo, es este
incalificable pasaje que se lee en la carta siguiente:
[pp. 266]
Orbajosa 23 de
Diciembre.
«Mi
carísimo amigo: escribo a V. a toda prisa para decirle que
no puedo remitir hoy las pruebas. Acaba de suceder en mi casa una
desgracia espantosa... Me llaman... Tengo que acudir... No
sé lo que es de mí.
Era cierto el
proyecto de casamiento de Jacinto con mi cuñada. Esta
mañana estaban todos en casa. Se había matado el
cerdo para las Pascuas. Las mujeres se ocupaban en las alegres
faenas de estos días, y viera V. allí a Perfecta con
media docena de sus amigas y criadas, ocupándose en limpiar
la carne para el adobo, en picarla para los chorizos, en preparar
todo lo concerniente al interesante tratado de las morcillas.
Entró Jacinto, acercose al grupo, resbaló en una
piltrafa y cayó... Horrible suceso que por lo monstruoso no
parece verdad!... El infeliz muchacho cayó violentamente
sobre su madre María Remedios, que tenía un gran
cuchillo en la mano. Por un mecanismo fatal, el arma se
envasó en el pecho del joven, atravesándole el
corazón.-Estoy consternado (sic.)... ¡Esto es
espantoso!... Mañana irán las pruebas».
[Sigue el texto de la vulgata.]
[...] No sé
cuándo desapareció de la novela, si ya ocurrió
al hacerse la primera edición en libro. No debió de
transcurrir mucho tiempo sin que el autor se hiciera cargo de que
su novela no tenía sino un desenlace posible. Perdida su
ilusión, perdida su vida, el fin de Doña Perfecta
sólo podía ser un lento declinar hacia la muerte.
|