171
Todas las referencias a obras de doña Emilia están tomadas de Emilia Pardo Bazán, Obras completas, II, introducción de Federico Carlos Sainz de Robles, 3.ª edición, 1.ª reimpresión (Madrid: Aguilar, 1973), y de Obras completas, III, introducción de Harry L. Kirby, 1.ª edición (Madrid: Aguilar, 1973). (N. del A.)
172
Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, en Novelas, II, Introducción de Federico Carlos Sainz de Robles, 1.ª edición, 2.ª reimpresión (Madrid: Aguilar, 1975), 465. (N. del A.)
173
Es interesante observar que en el caso de la joven Emilia el primer contacto con Francia tiene lugar poco tiempo después de la Guerra Francoprusiana, y produce unas vivas impresiones que continúan aún en 1906 cuando en una entrevista en el Mercure de France, la autora recuerda:
(p. 458 en Emilio Gómez Carrillo, «Lettres espagnoles: Mme. Pardo Bazán á Paris», Mercure de France, I-IV (1906) 457-462). (N. del A.)
174
En novelas como, El cisne de Vilamorta (1884) y las dos novelas escritas en ciclo Una cristiana (1890) y La prueba (1890) hay reflejos de la vida política y caciquil de la época en las provincias gallegas, pero estos elementos prestan más bien un interés anecdótico a la trama; la historia y los sucesos políticos no juegan un papel principal como en La Tribuna. (N. del A.)
175
En La piedra angular (1891), interesante novela que se inspira en reflexiones sobre la pena de muerte, y que trata de Juan Rojo, el verdugo de Marineda, la autora también estudia bastante a fondo la clase baja marinedina. (N. del A.)
176
J. Manuel González Herrán, «La Tribuna de Emilia Pardo Bazán y un posible modelo de su protagonista», Ínsula, 346 (1976), 6. (N. del A.)
177
Ver Xoan Manuel Moreno González, «Federales y proletarios: los orígenes del movimiento obrero en Galicia (1868-1874)», Estudios de Historia Social, 15 (1980), 215-228. (N. del A.)
178
Es de notar como doña Emilia se recrea en desarrollar su talento particular de colorista en las varias descripciones que hace de los personajes. En uno de sus paseos por Marineda, Amparo se cruza con Baltasar Sobrado: «la muchacha, morena de rojos labios, con su pañuelo de seda carmesí, y las olas encendidas que servían de marco a su figura, semejaba hecha de fuego» (II, 120). En cambio, el muchacho con su pelo rubio y los galones de su uniforme de teniente «parecía de oro» (II, 120). El rojo es el color identificado con Amparo desde el comienzo de la novela; da relieve a sus sentimientos políticos y a su fervor republicano y representa también el carácter apasionado y espontáneo de Amparo a diferencia de la personalidad fría y calculadora de Baltasar, al cual se le identifica con el color del oro, y quien era «frío y concentrado» (II, 163). (N. del A.)
179
Obsérvese la manera en que doña Emilia enlaza no sólo fechas del calendario religioso a la trama de la historia, pues la autora recalca a través de toda la novela la sincera devoción religiosa de Amparo y de las demás obreras (capítulos XXII, XXIV, XXV). (N. del A.)
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Recordemos la imagen de la propia autora que aún adolescente -a punto de cumplir los diecisiete años- se casa dos meses antes de estallar la revolución. (N. del A.)