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791

Ramón del Valle-Inclán, La cara de Dios. Con prólogo de D. García-Sabell, Madrid, Taurus, 1972, pp. 63-4.

 

792

Si «Víctor Rey, en opinión del juez, era absurdo como hipótesis criminal» (p. 144), Vicente Vellido, en cambio, sí parece adecuarse al prototipo atávico. Hasta su nombre da razón de su aspecto terrible; en él, «el europeo había desaparecido para dar paso al salvaje, al hombre-bestia. El tratante de esclavos [Vellido lo fue en China, por diez años, se dice en pp. 361 y 364] se presentaba de repente en toda su brutalidad, en toda su barbarie, en todo su horror. Se le veía a través de los desiertos y de las selvas, defendiéndose con los dientes y con las uñas de los reptiles y de las bestias feroces, y estrangulando al esclavo que, harto de sufrir, se rebelaba» (p. 366). Vellido es, pues, «el hombre criminal», en contraste con Víctor Rey, que parece encarnar más bien al delincuente epiléptico, propenso a las crisis morbosas, «que apenas disipadas le restituían a su habitual individualidad» (p. 207), como una que le llevó casi a estrangular al gerente de la compañía de seguros donde trabajaba (p. 370). El carácter inestable de Víctor le lleva, ¡cómo no!, a pasar su sarampión anarquista: en Santiago leía «opúsculos y periódicos librepensadores» que su amigo Antonio Palomero le enviaba desde Madrid, y «saboreaba la lectura de tales publicaciones con placer de vicios ocultos y [...] iba adquiriendo una creciente exaltación de apóstol» (p. 244). No faltan tampoco declaraciones genéricas, de relleno, como la de que «el genio es una enfermedad y el crimen lo mismo» (p. 269), etc. Por lo demás, en la obra periodística del joven Valle-Inclán encontramos el artículo «Psiquismo» (en El Universal, México, 7-VIII-92), a propósito de los estudios de Lombroso sobre espiritismo, que termina con una confidencia absolutamente fantasiosa de Valle: pretende haber asistido en Nápoles (en 1891) a las pruebas que el antropólogo italiano había hecho de los poderes de la «medium» Eusapia Paladino (Dicho artículo está recogido en R. del Valle-Inclán, Publicaciones periodísticas anteriores a 1895, edición, estudio preliminar y notas de William L. Fichter, El Colegio de México, 1952, pp. 213-5).

 

793

Véase nuestro ensayo «La concepción barojiana de la figura del golfo», Bulletin of Hispanic Studies, abril de 1968, pp. 102-22.

 

794

Pío Baroja, Obras Completas, ed. cit., VII, p. 570.

 

795

Pío Baroja, Obras Completas, VII, pp. 933-4.

 

796

Pío Baroja, El árbol de la ciencia, I, 6. En Obras Completas, II, p. 458.

 

797

Pío Baroja, El árbol..., III, 2. En Obras Completas, II, p. 500.

 

798

Pío Baroja, El árbol..., VI, 1. En Obras Completas, II, p. 544.

 

799

Pío Baroja, El árbol..., VI, 5. En Obras Completas, II, p. 552.

 

800

Alfredo Nicéforo, Bosquejo de antropología de las clases pobres. Traducción y notas de C. Bernaldo de Quirós, Madrid, Revista de Legislación y Jurisprudencia, 1908. Se trata de un libro de clara orientación lombrosiana. Leemos, por ejemplo, en la p. 20: «Creemos que los individuos pertenecientes a las bajas clases sociales, que viven, por consiguiente, en estado de miseria fisiológica, de privaciones y fatiga, llevan en la fisonomía las huellas de la pobreza física, que afectan a todo su organismo. Estas huellas no consisten, como se podría creer a primera vista, en actitudes musculares adquiridas durante el trabajo manual en ambientes casi siempre antihigiénicos, sino en la estructura misma de los huesos que componen la cara y el cráneo anterior. Las anomalías óseas, que provienen de una detención o de un desorden del desarrollo, y se producen en el individuo cuando se encuentra aún en el seno de la madre o en los primeros años de la vida infantil, se agrupan en el rostro de los individuos, dándoles ese aire de familia que presenta la fisonomía de los pobres de las llamadas razas blancas. Diríase, en efecto, que la fisonomía del pobre presenta un conjunto de caracteres físicos que la hace diferir de la fisonomía fina y armoniosa del rico. Este tipo de fisonomía -repetimos- no es un tipo adquirido, sino innato» (el subrayado es nuestro).