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En ese sentido Caballé valora negativamente esta influencia: «en mi opinión, la influencia de las Memorias de Mesonero no es del todo positiva, pese a su carácter canonizador en el desarrollo del género, pues imprimen a las obras posteriores dos rasgos desafortunados: la servidumbre del autobiógrafo al discurso histórico (en la primera mitad del siglo se trataba del sometimiento al discurso político) que, finalmente, resultará coloreado por la vivacidad de la anécdota costumbrista, pero que permanecerá ajeno al desarrollo de la personalidad individual y, en consecuencia, alejado del objetivo primordial de la literatura de índole confesional. En segundo lugar, el anhelo por captar lo pintoresco de los acontecimientos convierte las Memorias de un setentónen una colección de estampas que fácilmente recuerdan al castizo autor de las Escenas matritenses pero que carecen de profundidad narrativa: la visión constructiva y con sentido del pasado no se logra sólo acumulando hechos, solía recordar don Américo Castro» (Caballé 1995, pág. 153).
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LasMemorias de Mesonero actúan también como fuente histórica. En determinado momento, Zorrilla habla del Liceo de Madrid en la década de 1830 y elude extenderse porque: «...ya ha dicho lo que era, en La Ilustración, el ameno Curioso Parlante don Ramón de Mesonero Romanos; y ante él arría bandera quien en su juventud supo aprovecharse de su picante y donosa crítica, y hoy se complace en hallar una ocasión de darle una prueba de consideración y respeto» (Zorrilla 1943, II, pág. 1749). En otro pasaje explica: «...las mal empedradas calles y peor alumbrados callejones de la villa y corte de entonces, de la cual dan tan exacta idea las Memorias de Mesonero Romanos» (Zorrilla 1943, II, pág. 1810).
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El título completo es: Historia compendiada de una larga vida. Resumen de un siglo. [palabra hebrea] = [?]eleth = Colección.-- Miscelánea = Mischlé = [palabra hebrea]. Personas, cosas y sucesos que han pasado y yo he visto en el siglo XIX / (desde 1800, en que nací, hasta 1900, en que habré acabado ya). Anécdotas, paradojas, cuentos, sucedidos, vicisitudes, leyes y costumbres religiosas, políticas, familiares, sociales, públicas y privadas, naturales y preter o sobrenaturales, maravillas (MIRABILIA), profecías dignas de saberse y llegar a noticia de todos los españoles. A. Mª G. B. faciebat.
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(Blasco 1904, págs. 7-8) |
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(Castillo y Soriano 1923, pág. 5) |
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(Espina 1926, págs. 10-11) |
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Este modelo de rememoración autobiográfica, anecdótica y costumbrista parece haber declinado mucho en la segunda mitad del siglo XX, aunque no es imposible citar casos tan recientes como el de José Alfaro López (n. 1887), Madrid. Primera década del siglo XX. 1901-1910(1979), que mantiene viva esa manera de gestionar los recuerdos de un tiempo pasado.
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Crónicas retrospectivas del Teatro por un cómico viejo (1910);Memorias de un comediante. Nueva serie de crónicas retrospectivas del teatro: historias, costumbres, anécdotas, sucedidos, leyendas y cuentos (1911); Dentro y fuera del teatro. Crónicas retrospectivas, historias, costumbres, anécdotas y cuentos (1913); Páginas del pasado. Reseñas retrospectivas del Teatro.- Crónicas macabras.- Leyendas interesantes.- Cuentos morales.- Crítica.- Anécdotas, sucedidos y antiguallas verídicas(1915); Relatos de un vejancón. Serie 5ª. Narraciones estupendas.- Crónicas y reseñas.- Crítica.- Costumbres rurales.- Casos grotescos.- Historias interesantes.- Cuentos alegres (1919); El sexto todo lo charla. Historias del teatro.- Vida y hechos de comediantes.- Sucedidos de la farándula.- Biografías y cuentos.- Crítica.- Reseñas (1923). El vejancón de la quinta serie parece un lejano eco del setentón de Mesonero.
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La citada obra de Juan Ríos Sarmiento, por ejemplo, contrapone memorias a autobiografía, para rechazar esta última porque el autor «hablando de sí mismo [...] aniquila o rebaja la enjundia de los hechos que relata, cuya verdadera sustancia no llega a los lectores. [...] Pensando en esto, decidí que lo esencial de mi narración fuera la anécdota, y que yo hablara de mí lo menos posible, únicamente para servir de engarce entre las anécdotas, que serán lo interesante para el lector» (1956, págs. 5-6).
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En un artículo ya clásico de Ricardo Gullón encontramos una vasta nómina de autores vinculados a la generación del 36. Se trata de una información de primera mano sobre los protagonistas, ya que el propio Gullón figuró entre los críticos y prosistas de esa generación. Los criterios generacionales que sigue no son rígidos, pero nos proporciona la nómina más completa: «Llegado a este punto considero conveniente señalar los nombres de quienes, a mi juicio, figuran en la generación de 1936. No entro en materia sin antes haber reflexionado sobre el criterio más adecuado para redactar la nómina de quienes la constituyen, advirtiendo desde luego que queda abierta a eventuales rectificaciones; después de algunas vacilaciones he optado por aceptar una norma algo ambigua, pero bastante clara, que tiene en cuenta simultáneamente la edad, la dedicación a la literatura en la fecha (1936) señalada como definitoria de la generación, la convivencia, la publicación en las mismas revistas, colecciones literarias, diarios y otras publicaciones, y la participación en las experiencias de la época desde los mismos círculos de acción. / Los poetas de la generación, según esta norma, serían: Miguel Hernández, Luis Rosales, Leopoldo y Juan Panero, Luis Felipe Vivanco, Ildefonso-Manuel Gil, Germán Bleiberg, José Antonio Muñoz Rojas, José María Luelmo, Pedro Pérez Clotet, Rafael Duyos, Gabriel Celaya, Arturo Serrano Plaja y Juan Gil Albert. En el grupo de prosistas figurarían: Enrique Azcoaga, José Antonio Maravall, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Faraldo, Eusebio García Luengo, María Zambrano, Antonio Rodríguez Moñino, José Ferrater Mora y yo mismo. / A este núcleo central de la generación es preciso añadir los nombres de quienes se incorporan a ella durante la guerra civil, o inmediatamente después de acabar ésta, y que desde antes puede decirse que figuraban idealmente junto a los ya dichos: Dionisio Ridruejo, José Luis Cano, Ramón de Garciasol, Pedro Laín Entralgo, Juan López Morillas, José Luis Aranguren, Francisco Yndurain, Julián Marías, Segundo Serrano Poncela, José Antonio Gaya Nuño, José Suárez Carreño, Jorge Campos, Ernesto G. da Cal y José Manuel Blecua. Hay escritores de incorporación más tardía, pero a quienes no sería abusivo incluir entre los recién citados: ejemplos, Concha Zardoya, Juan Ruiz Peña, Luis Monguió, Carlos Clavería y Antonio Rodríguez Huéscar» (Gullón, 1969, pp. 166-167).