En
La Galatea Cervantes declara que ha sido
atrevido al publicar su libro. El
Persiles, por otra parte, se atreve a
competir con Heliodoro. La tesis del presente ensayo es que esta trayectoria
refleja la actitud de Cervantes ante la problemática de su
profesión, o sea, desde la composición de la obra a solas hasta
el escrutinio del libro por el público. Fijándonos sobre todo en
las dos partes del
Quijote (pero con alguna que otra mirada
a otras obras cervantinas), podemos apreciar una evolución desde el
ansia ocasionada por la recepción del público hasta la franca
confianza en su labor. El temor ante el desconocido lector que lee su obra
sólo por estar desocupado queda reemplazado por la confianza en el
amable lector suave que viene esperando otra obra
cervantina.
Los
comentaristas del final de
El celoso extremeño no se han
enfocado en la modificación del testamento de Carrizales a la luz del
esfuerzo de Leonora para vencer a Loaysa. A la larga esta muestra de libre
albedrío pone de relieve la incomprensión de Carrizales y la
pertinacia de sus celos. Al modificar su testamento Carrizales intenta hacerse
un ejemplo. Esta tentativa de imponer una ejemplaridad sobre unos hechos
malentendidos corre parejas con la moraleja superficial del narrador al final.
Además, Carrizales en efecto propone un nuevo final para la historia de
su matrimonio, pero se resume esta historia en el «triste
espectáculo» de marido y mujer desmayados con los rostros juntos,
un cuadro vivo labrado por el autor.
En la
crítica cervantina el bandolero catalán Roque Guinart se ha
considerado un héroe romántico -valiente, magnánimo y aun
trágico- que eclipsa al mismo Don Quijote.Este artículo mantiene que el personaje y el episodio
requieren una interpretación más bien irónica que
romántica. Principalmente por medio de una técnica de
eufemismo irónico Cervantes
sustituye un término explícito que denota la realidad violenta de
la vida de Roque («ladrón», «robo»,
«repartir botín») por un término que intenta
legitimarla («caballero», «limosna», «hacer
justicia distributiva»). Don Quijote y los viajeros asaltados por Roque
aceptan esta sustitución eufemística, y por lo tanto quedan
ciegos ante la injusticia de la que son
víctimas.Roque Guinart no es
un caballero andante
manqué, como cree Don Quijote (y
como han sostenido varios críticos cervantinos) sino
«ladrón conocido» perdido en el laberinto de su propio
mito.