—47→
The university of British Columbia
La publicación en 1949 de El Quijote como obra de arte del lenguaje marcó nuevos rumbos a la crítica cervantina. Oscar Walzel, Karl Vossler, Leo Spitzer, Amado Alonso y Dámaso Alonso ya habían apuntado esta dirección, como Helmut A. Hatzfeld anota en su prólogo a la segunda edición en español de su obra76, pero el minucioso análisis lingüístico de Hatzfeld es todavía ejemplo de laboriosidad y metodología para críticos e investigadores del Siglo de Oro español. Sólo un estudio detallado de la obra de Hatzfeld le puede dar a uno una idea aproximada de la erudición, paciencia y años de —48→ investigación que el autor volcó en ella. El propósito de este artículo es estudiar el trabajo de Hatzfeld y proyectar su labor hacia otras secciones del Quijote.
La intención crítica y las conclusiones
intercaladas al principio del estudio parecen claras y evidentes. Hatzfeld
nota: «Todos los críticos que se han ocupado de la
composición del
Don Quijote... han acentuado decididamente
el dominio de lo ideológico y de la proporción interna... con
desventaja de la estructura externa»
(págs.
24-25). «Las observaciones esporádicas que sobre [los
medios estilísticos al servicio de la técnica novelística]
han hecho Clemencín, Cortejón y Rodríguez Marín son
insuficientes y los estudios estructurales modernos evitan
sistemáticamente considerar los detalles estilísticos»
(pág. 55). «Cervantes tiene bien unidas las dos
partes por una composición sinfónica en la que diferentes
motivos, en el sentido musical, procuran una vinculación fuerte y del
todo evidente entre los dos 'Quijotes'» (pág. 7), y su arte
«es una síntesis»
(pág. 2) de obras
anteriores.
El
Quijote
como obra de arte del lenguaje se convierte,
así, en tres estudios completamente diferentes: (1) un estudio de los
temas dominantes del
Quijote (págs. 7-53), (2) un estudio
estilístico del
Quijote (págs. 55-283), y (3) un
estudio comparativo (págs. 285-362), y algunas de las correspondientes
conclusiones de Hatzfeld son: (1) la «misión caballeresca de
Don Quijote, su relación con Dulcinea, su discreta locura, la avaricia y
afán de mando de Sancho, etc., exprimidos en forma de motivos fueron
cadenas enlazadas destinadas a vincular las dos partes de la novela»
(pág. 53), (2) el
Quijote enlaza los episodios
«fuertemente en una
unidad de composición»
(pág. 111), y (3) el
Quijote es «una obra
artística de fusión [de estilos anteriores y la]
coordinación armónica de experiencias originales y aprendizajes
culturales, es decir el estilo nacional español y el estilo
clásico italiano unidos»
(págs. 283 y
365). Pero la intrínseca disparidad de los diferentes
tópicos hace que las citas, referencias y conclusiones parciales se
entrecrucen, se contradigan, se repitan, y que el bosque termine por
desaparecer tras la inmensidad de árboles que se nos ponen por delante.
El lector acaba, en realidad, con sólo una percepción borrosa
—49→
de exactamente cuáles eran las intenciones críticas
del autor, de qué conclusiones específicas sacar de su trabajo y
de cómo usarlas.
Hatzfeld, valga un ejemplo, da 46 citas para demostrar que la «misión caballeresca» (págs. 8-13) es uno de los motivos que le da unidad temática al Quijote: Primera Parte, capítulo 1 (una cita), 2 (1), 3 (1), 4 (3), 9 (1), 11 (1), 18 (1), 19 (2), 22 (2), 29 (1), 31 (1), 45 (1), 46 (1), 52 (4); Segunda Parte, 1 (1), 4 (2), 7 (1), 9 (1), 10 (1), 16 (3), 18 (1), 25 (1), 26 (1), 27 (1), 32 (1), 36 (2), 38 (1), 48 (3), 52 (2), 55 (2), 73 (1)77. Aquí cabría preguntarse qué pasó en los capítulos 5, 6, 7, 8, 10, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 20, 21, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 30, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 47, 48, 49, 50, y 51 de la Primera Parte, y en los capítulos, 2, 3, 5, 6, 8, 11, 12, 13, 14, 15, 17, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 28, 29, 30, —50→ 31, 33, 34, 35, 37, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 49, 50, 51, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, y 74 de la Segunda Parte. Y se dan aún menos citas para los otros motivos: Dulcinea, 18; sosiego, 26; cólera, 11; cuerdo-loco, 21; gobernador, 27; la vuelta, 7; encantamiento, 30; la antítesis don Quijote-Sancho, 40. El escaso número y la fortuita localización de las citas que Hatzfeld da para probar que hay una unidad temática en el Quijote en realidad demuestran todo lo contrario, es decir, que el sistema carece de unidad temática.
Algo muy semejante ocurre con la sección dedicada a los medios estilísticos, donde cientos de citas del Quijote se mezclan con citas sacadas de, entre otros muchos autores y obras, La Celestina, La Galatea, Erasmo, El Lazarillo de Tormes, Las novelas ejemplares, La Diana de Montemayor, las obras de San Agustín y Calderón, Guzmán de Alfarache, Amadís de Gaula, el Roman Comique de Scarron, Guía de pecadores, El Persiles, Marcos de Obregón y, sobre todo, las obras de Boccaccio (véanse, especialmente, págs. 246-283). Mucho de esto es inevitable en un estudio comparativo, lingüístico o estilístico, claro está, pero quizá hubiera sido mejor separar los diferentes elementos: citas del Quijote en el texto mismo, citas tomadas de otras obras en las notas a pie de página, comparaciones directas en estudios separados dentro de la sección «Paralelos artísticos78». Es más, como la secuencia de las citas no sigue el orden en que aparecen en el Quijote, no es posible discernir si hay un desarrollo interno en los diferentes componentes estudiados, si existe un proceso creativo en el estilo global de la obra, si se usan otros elementos estilísticos, o si el uso de los estudiados se mantiene constante a todo lo largo de la novela. El número total de citas y referencias dadas en las secciones dedicadas a estilística es 2107 (Primera Parte 909, Segunda Parte 1198). Con un número tan elevado de citas y con tantos aspectos lingüísticos considerados, es de esperar que haya una relación directa entre el número de citas por capítulo y el número de páginas que éste tiene, y la hay. La mayoría de los capítulos con menos citas son, en efecto, los capítulos más cortos del Quijote. Verbigracia: los capítulos 32, 38, 42 y 50 de la Primera Parte tienen 8, 5, 8 y 8 páginas respectivamente, y sólo 9, 8, 9, y 10 citas fueron sacadas de ellos; los capítulos 9, 15, 39 y 72 de la Segunda Parte tienen 4, 2, 3 y 5 páginas respectivamente, y sólo 7, 4, 3 y 7 citas fueron sacadas de ellos79. Así mismo, de la mayoría —51→ de los capítulos más largos también se sacaron números de citas más altos. Sirvan como ejemplo: Primera Parte, capítulos 20 (16 páginas, 28 citas) y 25 (20 páginas, 40 citas); Segunda Parte, capítulos 49 (11 páginas, 16 citas) y 60 (13.5 páginas, 29 citas). En otras palabras, lo normal es que se hayan tomado entre 1 y 2.2 citas por página, y la gran mayoría de los capítulos de ambas partes se ajustan perfectamente a esta proporción80. Pero las excepciones confrontan al lector con un sinnúmero de preguntas. Por ejemplo, ¿por qué los números de citas tomados de los primeros capítulos de la Primera Parte son tan irregulares en relación a los números de citas tomados de la mayoría de los otros capítulos? ¿Quiere esto decir que Cervantes usó —52→ más componentes estilísticos al principio de su obra que al final? ¿Indica esto algún desarrollo creativo, o es sólo una prueba más de que su intención original había sido la de escribir una novela corta? ¿Hay, o no hay paridad estilística en el sistema? El editor del Quijote no sólo tiene que hacerse estas preguntas, y muchísimas otras, sino que tiene que contestarlas porque toda nueva edición implica una revalorización tanto del texto editado, como de la crítica anterior.
Comencemos con los capítulos que contienen la novela
intercalada
El curioso impertinente. Los capítulos
33, 34 y 35 de la Primera Parte tienen 58 páginas en total, pero
Hatzfeld sacó de ellos sólo 32 citas. Es más, de estas 32
citas, 6 se sacaron de las 4.5 páginas del episodio de los cueros de
vino tinto (Hatzfeld: página 26, línea 34, página 38,
líneas 12 y 34; página 44, líneas 10-11; página 61,
líneas 1-3; y página 254, líneas 4-5)81. Es decir, de las 53.5
páginas que corresponden a
El curioso impertinente se sacaron solamente
26 citas (0.49 citas por página), lo que las hace sumamente irregulares,
y esto a pesar de que Hatzfeld dedicó una de sus subsecciones
exclusivamente al «estilo italianizante y de Boccaccio»
(págs. 264-283). De las páginas en las que se narra
el episodio de los cueros de vino tinto, por otra parte, se sacó un
número regular de citas (4.5 páginas, 6 citas). ¿Por
qué existe esta diferencia tan marcada entre el número de citas
que se sacaron de
El curioso impertinente y el que se
sacó del episodio de los cueros de vino tinto y de la mayoría de
los otros capítulos del
Quijote? La respuesta nos la proporciona el
mismo autor, aunque de manera indirecta. La «única falta
grave»
de Cervantes contra su ideal de hacer una unidad de su obra,
escribe Hatzfeld, fue «la inclusión de la novela del
Curioso Impertinente»
(pág. 112). Hatzfeld buscaba unidad temática en el
Quijote y como no
—53→
consideraba
que
El curioso impertinente formara parte del
todo, lo relegó consciente o inconscientemente, a un segundo
término, no prestándole la misma atención que les
había dado a otras secciones del
Quijote. Las irregularidades en los
números de citas por capítulo parecen ser, por lo tanto,
resultado no de variaciones en el estilo de Cervantes, sino de cómo se
acercó Hatzfeld a la obra que estudiaba. Si esta teoría es
válida, algo muy parecido ha de haber sucedido en otros capítulos
con narraciones ajenas a la trama principal. Veamos: Cardenio, Dorotea y el
Cautivo cuentan su historia en los capítulos 27, 28 y 39-41 de la
Primera Parte (21.5 páginas, sólo 11 citas; 18.5 páginas,
sólo 17 citas82; 50.5 páginas, sólo 29 citas), las
bodas de Camacho ocurren en el capítulo 21 de la Segunda Parte (7
páginas, sólo 6 citas), y la muerte de don Quijote
(capítulo 74, 7.5 páginas, sólo 4 citas -en este
capítulo don Quijote reniega y renuncia a la mayoría de los
motivos temáticos estudiados por Hatzfeld al principio de su libro:
misión caballeresca, Dulcinea, cólera, cuerdo-loco, Sancho
gobernador, encantamientos, antítesis don Quijote-Sancho; lo que es una
negación más de la elusiva unidad temática). Es obvio,
pues, que los capítulos con menos de una cita por página
señalan secciones del
Quijote en las que Hatzfeld no estaba muy
interesado. Los capítulos con más de 2.2 citas por página
son los siguientes: Primera Parte, capítulos 1-10, y 16-18; Segunda
Parte, 2-3, 7, 12-14, 17, 26, 28-34, 44, 48, 53, 55, 58, 61, 66, 68, 70-71, y
73. Creo que el que Hatzfeld haya sacado más de tres citas por
página en los primeros diez capítulos de la Primera Parte (69
páginas, 215 citas) es un hecho que simplemente refleja la
emoción de todo aquél que principia una labor fascinante.
Hatzfeld comenzó reuniendo un gran número de citas para ilustrar
su sección sobre los medios estilísticos, pero pronto se dio
cuenta de la enormidad de la tarea que se había echado sobre los hombros
y empezó a sacar menos citas (capítulo 11, 8 páginas,
sólo 9 citas). Ésta fue una decisión bien pensada; si no,
Hatzfeld hubiera acabado con cuatro mil citas en vez de las dos mil y pico que
sacó. Los otros capítulos con más de dos citas por
página contienen pasajes de interés temático: las
desventuras y encantamientos que don Quijote y Sancho sufrieron en la venta que
aquél tomó por castillo (Primera Parte, capítulos 16-18),
la aparición de Sansón Carrasco (Segunda Parte, capítulos
2-3), las preparaciones de don
—54→
Quijote y Sancho, y el principio de
su tercera salida (capítulos 7), la batalla entre el Caballero de los
Espejos y don Quijote, y el triunfo de éste (capítulos 12-14), la
aventura de los leones (capítulo 17), la batalla entre don Quijote y los
títeres de Maese Pedro (capítulo 26), la desilusión de
Sancho con las aventuras caballerescas de su amo, la aventura del barco
encantado, la llegada de amo y escudero al palacio de los Duques, y su salida y
regreso a él (capítulos 28-34, 58 y 68), los capítulos
donde Sancho toma el mando de su ínsula, sólo para abandonarlo
más tarde (capítulos 44 y 53), el episodio de doña
Rodríguez (capítulo 48), las angustias de Sancho en la sima en la
que cayó al salir de su gobierno (capítulo 55), la entrada de don
Quijote a Barcelona y su salida de la ciudad (capítulos 61 y 66), la
cuestión de los azotes y el episodio en que Sancho se decide a azotar
los árboles en vez de a sí mismo (capítulo 70-71), y el
retorno de don Quijote y Sancho a su aldea (capítulo 73). Es importante
notar que los capítulos con números irregulares de citas
generalmente se siguen unos a otros (Primera Parte, 1-10, 16-18, 27-28,
33-34-(35), 39-41; Segunda Parte, 2-3, 12-14, 28-34, 70-71) o señalan el
principio y final de una situación episódica (Segunda Parte, 7 y
73; 30 y 58; 31, 58, y 68; 44 y 53; 61 y 66; 7 y 73). Estas secuencias no
pueden ser simplemente coincidencias. Es obvio que siguen un propósito
subconsciente por parte del investigador, dándoles más
importancia a los pasajes que él consideraba cruciales o de más
interés. Y es precisamente por esta razón por lo que no
encontramos en el trabajo de Hatzfeld ni una sola cita sacada de los poemas que
abren y cierran la Primera Parte del
Quijote, o de los Prólogos. Como estas
secciones de la obra no son parte integral de la narración, es posible
que no tengan elementos que soporten la teoría de la unidad
temática que Hatzfeld le había prometido al lector, el Santo
Grial del investigador.
No me acerqué al
Quijote, escribe Hatzfeld, con
«ningún principio prejuzgado y parcial, con ninguna
cuestión tendenciosa, con ningún cuestionario prefabricado... La
materia misma lo dictó todo»
(pág. 363).
Pero el hecho de que Hatzfeld haya llegado a la conclusión opuesta de lo
que su data sobre la unidad temática sugiere, que haya relegado
El curioso impertinente, y las narraciones de
Cardenio, Dorotea, y el Cautivo, y los episodios de las bodas de Camacho y la
muerte de don Quijote a un segundo plano sin regresar jamás a ellas
aún después de haber abandonado la cuestión
temática, y que no haya tocado ni los poemas que abren y cierran la
Primera Parte ni ninguno de los Prólogos, son prueba concluyente de todo
lo contrario de lo que el investigador estipula en su epílogo. Hatzfeld
inició su estudio con prejuicios críticos y con conclusiones
preformadas,
—55→
lo que hace
El
Quijote
como obra de arte del lenguaje tanto una
fuente de preguntas, como de respuestas. Algunas de estas cuestiones ya han
sido aclaradas en las páginas precedentes, pero aún queda por
saber si el estilo cervantino de las secciones estudiadas por Hatzfeld es
consistente con el estilo de las secciones que él sólo
tocó y el de aquéllas que excluyó completamente de su
estudio crítico.
Según el orden cronológico en que se escribieron las secciones físicamente independientes del Quijote, los Prólogos están idealmente situados para estudiar la naturaleza y número de los elementos estilísticos que Cervantes usó cuando estaba a mitad de su obra y cuando la concluyó (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha > poemas laudatorios > Prólogo de la Primera Parte > El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha > Prólogo de la Segunda Parte). Otra razón que hace atractivos los Prólogos, es el hecho de que en su definitiva obra sobre el lenguaje del Quijote, Rosenblat también haya sacado de ellos sólo una cita por página83. Así que aquí me limitaré a estudiar sólo estas secciones del Quijote. Las citas que se dan a continuación son listas de algunos de los componentes estilísticos considerados por Cejador, Hatzfeld y Rosenblat en relación a otras secciones de la obra84.
—56→Motivo de la misión caballeresca: (3)
«sacar a luz las hazañas de tan noble
caballero»
(188), «[don Quijote fue] luz y
espejo de toda la caballería andante»
(246),
«[y] el más valiente caballero»
(376).
Motivo de la alabanza a Dulcinea: (1)
«[don Quijote] fue el más casto
enamorado»
(375); alabanza indirecta, casto enamorado
> enamorada honesta.
Motivo cuerdo-loco: (0) (3)
Los dos cuentos de loco (20949-20984),
«discretas locuras»
de don Quijote. (21016)
Antítesis don Quijote-Sancho: (1)
«la historia del famoso don Quijote de la Mancha..., las
hazañas de tan noble... y tan honrado caballero..., luz y espejo de toda
la caballería andante..., [y] las gracias escuderiles... del famoso
Sancho Panza, su escudero»
. (373, 188, 378-379, 246, 382, y
380-381)
Antítesis: (8)
«hermoso... gallardo... discreto... seco...
avellanado... antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca
imaginados»
(142, 147-148), «calumnien...
premien»
(171-172), «mal... bien»
(172), «falta de... sobra de»
(239-240), «confundo... remedio»
(242-243),
—57→
«claridad... caos»
(248-249), «verdad... mentira»
(259-260), «aborrecido de tantos, y alabado de muchos
más»
. (363)
Elipsis: (3) (3)
«Muchas veces tomé la pluma... y estando
una»
(179-180), «De aquí nace la
suspensión y elevamiento, ...bastante causa para ponerme en ella la que
de mí has oído»
(225-227), «la
imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más
perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere»
(346-348), «heridas... las que»
(20919), «si él lo dijo por quien parece que lo
dijo... que del tal adoro»
(20930-20931),
«modestia... la que»
(20937-20938).
Pleonasmos verbo-complemento: (2) (2)
«procures nombrar estos nombres»
(314), «escribiere. Y pues esta tu escritura»
(348), «son estimados... en la
estimación»
(20913-20914),
«descargó la carga:»
(20968).
Enlaces abstracto-concretos: (14) (6)
«toda incomodidad tiene su asiento»
(149-150), «todo triste ruido hace su
habitación»
(150-151), «el amor... le
pone una venda en los ojos»
(157-158), «tienes
tu alma en tu cuerpo»
(165), «duermo en el
silencio del olvido»
(191-192), «disparando en
una carga de risa»
(228-229), «estás tan
lejos de [ser discreto y prudente] como lo está el cielo de la
tierra»
(233-234), «ingenio tan maduro y tan
hecho a romper y atropellar por otras dificultades»
(237-239), «luz y espejo»
(246),
«llenar el vacío de mi temor»
(248),
«muerdan y murmuren»
(258-259),
«entrarte... por la escritura divina»
(273),
«lo humano... lo divino, ...género de mezcla... ha de vestir...
cristiano entendimiento»
(343-345),
«Pintando... tu intención»
(355-357),
«manco, como si hubiera sido en mi mano»
(20909-20910), «manquedad hubiera nacido»
(20911), «en alguna taberna, sino en la más alta
ocasión»
(20911-20912), «que vieron los
siglos pasados... ni esperan ver los venideros»
(20912-20913), «si mis heridas no resplandecen en los
ojos»
(20913-20914), «heridas... estrellas...
cielo... honra»
(20920-20921).
Caracterización de los personajes por medio del lenguaje: (5)
Cervantes al lector:
«no quiero... suplicarte..., lector carísimo, que
perdones o disimules las faltas que... vieres, y ni eres su pariente, ni su
amigo..., y estás en tu casa»
. (161, 162, 163-165,
166)
Cervantes a su amigo:
«Porque, cómo queréis vos»
(188-189), «De aquí nace la suspensión y
elevamiento, amigo, en que me hallastes, bastante causa para ponerme en ella,
la que de mí habéis oído»
. (189,
225-227)
Amigo a Cervantes:
«me acabo de desengañar de un engaño en que
he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he
tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones»
(229-233), «se puede remediar en que vos mesmo
toméis algún trabajo en hacerlos, y después los
podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes»
(252-254).
Expresiones exclamativas: (3) (1)
[Amigo de Cervantes] «Por dios»
(229), «A la fe»
(239),
«os voto a tal»
(317).
[Cervantes] «Válame dios»
(20898)
Lengua popular en las imágenes y bordones: (6) (4)
«con las lágrimas en los ojos»
(162), «como el más pintado»
(166), «una leyenda seca como un esparto»
(193), «un abrir y cerrar de ojos»
(242), «que vengan a pelo»
(265),
«caigo en la cuenta»
(333),
«castíguele su pecado»
(20907),
«con su pan se lo coma»
(20907-20908),
«allá se lo haya»
(20908),
«Olvídaseme de decirte»
(21019).
Lengua popular para ironía: (5)
«si yo... pidiese [los sonetos] a dos o tres
oficiales»
(215), «no se te dé dos
maravedís»
(259), «que vengan a pelo
algunas sentencias o latines»
(264-265), «yo te
diré la historia de Caco, que la sé de coro»
(300), «con dos onzas que sepas... toparás con
León Hebreo»
(307-309).
Diminutivos: (3) (1)
«sermoncico cristiano»
(204-205),
«tantico de curiosidad»
(274), «Y con
esos latinicos, y otros tales»
(280-281),
«palmaditas»
(20956).
Refranes: (2) (2)
«eres señor de [tu casa], como el rey de sus
alcabalas»
(167), «debajo de mi manto, al rey
mato»
(168-169), «no se ha de añadir
aflicción al afligido»
(20937-20938),
«este es podenco, ¡guarda!»
(20981).
Uso del latín: (5)
«Non bene pro toto libertas venditur
auro»
(268), «Palida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque
turres»
(270-271), «Es autem dico vobis, diligite inimicos vestros»
(275-276), «De corde exeunt
cogitationes malas»
(277-278),
«Donec eris felix, multos numberabis amicos,
tempora si fuerint nubila solus eris»
(279-280).
Alusiones mitológicas: (2)
«las musas más estériles»
(154), «Medea..., Calipso, ...Circe»
(303-305).
Metáforas y Silepsis: (3) (7)
«salgo ahora con todos mis años a
cuestas»
(192), «se quede sepultado en sus
archivos»
(219), «no te han de cortar la mano
con que lo escribiste»
(260-261), «como si
hubiera sido en mi mano haber detenido»
(20909-20910),
«detenido el tiempo que no pasase por mí»
(20910-20911), «las heridas..., estrellas son que
guían a los demás al cielo de la honra»
(20920-20921), «no se escribe con las canas, sino con el
entendimiento»
(20922-20923), «soltar la presa
de su ingenio»
(20985-20986), «como la virtud
dé alguna luz de sí»
(21005-21006),
«esta segunda parte... es cortada del mismo artífice y del
mismo paño que la primera»
(21010-21012).
Acumulación: (4) (1)
«El sosiego..., el lugar..., la amenidad..., la
serenidad..., el murmurar..., la quietud»
(151-153),
«seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo,
pobre de conceptos, y falta
—60→
de toda erudición y
doctrina»
(193-195), «sentencias de
filósofos, consejos de la divina escritura, fábulas de poetas,
oraciones de retóricos, milagros de santos»
(351-353), «el melancólico..., el
risueño..., el simple..., el discreto..., el grave..., ni el
prudente»
(359-362), «dilatado... muerto y
sepultado»
(21013).
Acumulación casi sinónima: (16) (3)
«estéril y mal cultivado»
(146), «de maravilla y de contento»
(155), «feo y sin gracia alguna»
(156-157), «discreciones y lindezas»
(158-159), «agudezas y donaires»
(159-160), «respeto y obligación»
(170), «monda y desnuda, sin el ornato»
(173), «es un contento y un regalo»
(205), «señor y amigo mío»
(218), «insuficiencia y pocas letras»
(222-223), «soy poltrón y perezoso»
(223), «suspensión y elevamiento»
(225), «discreto y prudente»
(232), «anotaciones y acotaciones»
(316), «simple y sencilla historia»
(328), «oración y periodo, sonoro y
festivo»
(355), «en realidad de
verdad»
(20926), «buen donaire y
gracia»
(20947-20948), «ladridos y
aullidos»
(20967).
Acumulación casi sinónima verbal: (6) (1)
«se muestren fecundas y ofrezcan partos»
(154-155), «perdones o disimules»
(163), «te exenta y hace libre»
(169), «suspender y absortar»
(237), «intricarlos y oscurecerlos»
(358), «sin ponerlas en disputa, las
aprobé»
(368), «ando muy limitado y...
me contengo»
(20936).
Acumulación dinámica («estilo veni-vidi-vici»): (0) (1)
«bajó el canto, dióle en la cabeza,
alzó el grito el molido perro, viólo y sintiólo su amo,
asió de una vara de medir y salió al loco y no le dejó
hueso sano»
(20970-20973).
Repetición de vocablos: (11) (7)
«el más hermoso, el más gallardo y
más discreto»
(141-142), «toda
incomodidad... todo triste»
(149-150), «ni eres
su pariente ni su amigo»
(164-165), «Todo lo...
todo respeto... todo aquello»
( 169, 170 y 171),
«Muchas veces tomé..., y muchas la dejé»
(179-180), «ni quería hacerlo, ni menos sacar a
luz»
(187-188), «sin acotaciones... y sin
anotaciones»
(195-196), «ni tengo qué
acotar..., ni qué anotar..., ni menos sé qué»
(207-208), «tan simple... la simple»
(327-328), «los seguiste... los seguiste»
(332), «ni dijo..., ni
—61→
alcanzó... Ni
caen..., ni las observaciones..., ni le son..., ni la confutación..., ni
tiene»
(337-342), «del... del... del»
(20906), «lo dixo... lo dixo»
(20930), «de todo en todo»
(20931), «tanta fama como dineros, y tantos dineros
cuanta fama»
(20946-20947), «perro...
podenco... podenco mi perro... podenco»
(20973-20975),
«de hito en hito»
(20980), «digas
más... decirte más»
(21009).
Enumeración: (10) (3)
«sonetos, epigramas, y elogios»
(175), «el papel delante, la pluma en la oreja, el codo
en el bufete y la mano en la mejilla»
(181-182),
«de Aristóteles, de Platón, y de toda la
caterva»
(198-199), «leídos, eruditos y
elocuentes»
(200), «Aristóteles...,
Xenofonte..., Zoilo, o Zeuxis»
(210-211),
«duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas»
(213-214), «sonetos, epigramas o elogios»
(250), «Aristóteles..., San Basilio...,
Cicerón»
(337-338), «palabras
significantes, honestas y bien colocadas»
(354),
«la discreción de mi amigo, la buena ventura mía..., y
el alivio tuyo»
(370-372), «venganzas,
riñas y vituperios»
(20900), «asno...,
mentecato..., atrevido»
(20906), «a la santa, a
la noble y bien intencionada»
(20927).
De una simple enumeración y repetición de vocablos
resultaría un estilo aburrido, monótono y por demás
pesado, claro está, pero el arte de Cervantes es repetir sin repetirse.
Cervantes escribe: «Desocupado lector»
(139),
«Lector carísimo»
(163),
«antiguo legislador que llaman vulgo»
(190),
«que en el vulgo tienen»
(350),
«lector suave»
(370), «Prólogo
al lector»
(20897), «lector ilustre (o quier
plebeyo)»
(20899), «lector amigo»
(20960); o: «hijo de mi entendimiento»
(141), «la historia de un hijo»
(146-147), «se engendró»
(149), «cada cosa engendra... qué podía
engendrar»
(144-145), «se muestren fecundas y
ofrezcan partos al mundo»
(154-155), «padre...
hijo»
(156), «padre... padrastro»
(160), «este mi hijo»
(164),
«sacar a luz»
(188), «sacar a la luz
del mundo»
(245),
«ahijándolos»
(254), «se
engendró... y nació»
(20901-20902),
«hubiera nacido»
(20911). Cervantes, como se
ve, es capaz de acarrear una melodía temática en el trasfondo de
toda su narración sin afectarla, y sin que al lector le parezca cargante
la repetición, gracias a continuas y sutiles variaciones internas de
orden, de tono, y de vocabulario. Lo que le da substancia al sistema narrativo
es la interacción de una palabra clave con las que la califican (ya sea
recta: lector -desocupado, carísimo, suave, prólogo al, ilustre,
amigo;
—62→
o elípticamente, «antiguo legislador»,
«o quier [lector] plebeyo»), o de palabras que son semántica
o figuradamente afines (hijo, padre, padrastro, ahijar, engendrar, fecundar,
sacar a luz [dar a luz], parto, nacer). Esta polifonía
lingüística, este don natural, porque es impensable concebir que
Cervantes se preocupara de estas nimiedades estilísticas y regresara al
texto después de haberlo escrito para asegurarse que cada
repetición fuera una sutil variación de las otras, es
idéntico al natural don de Sancho de repetir el mismo refrán de
seis maneras diferentes.
Pero además de todas estas variaciones tonales, del
número de citas dado, y de la variedad de componentes
estilísticos presentes en estas secciones del
Quijote, están también
representados en los Prólogos los intercambios entre don Quijote y
Sancho y la naturalidad de su diálogo, los cómicos y punzantes
despropósitos de Sancho y su habilidad para ensartar refranes y
bordones, y los diferentes tratamientos que usa don Quijote para dirigirse a su
escudero según la situación en que se encuentran. Hallamos estos
componentes en la calma resignación del tono de Cervantes en contraste
con el rápido fuego lingüístico y las expresiones
exclamativas de su amigo, en un cómico despropósito de
éste («te henchirá las medidas» se convierte en
«te hinchará las medidas», expresión que
encontrará eco en el Prólogo de la Segunda Parte en el loco que
hinchaba perros, 309)85, en los tres eslabones de la cadena
«castíguele su pecado, con su pan se lo coma, y allá se
lo haya»
(20907-20908), y en el empleo de las formas del
tú para dirigirse al lector y al autor
del
Quijote apócrifo, las del respetuoso
vuestras mercedes que usa el loco de uno de
los cuentos para dirigirse a los curiosos, y que Cervantes pone en boca del
lector para que se dirija a Avellaneda (20958-20959), y las del
vos (incluyendo aquéllas con la -d-
intervocálica en forma esdrújula que aun estaban en uso en aquel
entonces) para dirigirse a un caballero (Cervantes y su amigo), para dirigirse
a inferiores como signo de distanciamiento social (en el caso de amo a
escudero), o para ofender (Cervantes a Avellaneda). El selectivo empleo de
todas estas formas no sólo revela una diferenciación
lingüística evidente
—63→
para Cervantes, sino
también el cambio de siglos y de usos. El
vos es remanente de las caballerías de
don Quijote y el añeja habla de la Primera Parte. En la Segunda Parte
las formas antiguas y los arcaísmos se hacen menos y el
vos caballeresco se empequeñece con
ellos. Cuando don Quijote y el Caballero de la Blanca Luna se encuentran, don
Quijote le da el tratamiento de
vos, pero le habla de
tú después de que aquél
lo vence (37785). Ni don Quijote ni Cervantes se quedan estáticos en una
época de vacilación y transición lingüística,
sino que usan todas las formas a su alcance como puente entre triunfo y
derrota, entre la Primera Parte y la Segunda. El uso del
tú y del
vos en el diálogo es parte del humor
en el Prólogo de la Primera Parte. Es el cuchicheo inocente de
complicidad entre el autor y el desocupado, carísimo, suave e ilustre (o
quier plebeyo) lector de sus Prólogos. El brusco, permítaseme la
tautología, anacoluto del cambio sin transición de lector a amigo
sugiere un, 'tú y yo sabemos lo ridículo del
voseo, pero ¿qué se le va a
hacer?'. Es el medio para zaherir entre chistes y veras a escritores de la
época y burlarse de sus pendanterías, ignorancia y presunciones
literarias con un 'tú -vos- tú y yo sabemos lo ridículo de
estos aires de grandeza, pero ¿qué se le va a hacer?'. El
tú del Prólogo de la Segunda
Parte pone a Avellaneda en el lugar.
Otro componente estilístico cervantino que encontramos en
estas secciones del
Quijote es uno de los elementos narrativos
característicos del mester de juglaría: el decir a su
público que quisiera hacer lo que no hace («quisiera [darte la
historia] monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la
innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y
elogios»
, dice Cervantes, 173-175; pero la Primera Parte
del
Quijote cuenta con prólogo, sonetos y
elogios); el asegurarle que no necesita lo que acaba por necesitar
(«soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan
lo que yo me sé decir sin ellos»
, 223-225; e
inmediatamente después Cervantes cita o alude a Aristóteles,
Platón, Gualterus Anglicus, Ovidio, Horacio, San Mateo, Lope de Vega,
Fray Antonio de Guevara, Homero, Virgilio, Julio César, Plutarco,
León Hebreo, Fray Cristóbal de Fonseca, Xenofonte, Zoilo, Zeuxis,
San Basilio y Cicerón; en el Prólogo de la Segunda Parte, en
flagrante contraste con el de la Primera Parte, Cervantes cita del
Entremés de la Perendenga y menciona
las coplas de Mingo Revulgo); el tratar de convencerle que no le pide lo que
termina por pedirle («puedes decir de la historia, [lector
carísimo,] todo aquello que te pareciere»
,
170-171; pero acaba con un, «yo no quiero encarecerte el
servicio que te hago, [lector suave...,] pero quiero que me
agradezcas»
377-379); el negarle que sea lo que es
(«aunque parezco
—64→
padre, soy padrastro»
, de
«este mi hijo»
, 160 y 164); y el decir que no
escribirá lo que está escribiendo («quisieras tú
que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido [al autor del quinto
Quijote], pero no me pasa por el
pensamiento»
, 20905-20907).
Está claro, pues, que el humor de los Prólogos es
un juego constante entre lo que no es y lo que es, y viceversa. Es achacarle a
Catón lo que es de Ovidio (279), o a Horacio lo que es de Gualterus
Anglicus: «Como será poner, tratando de libertad y cautiverio,
Non bene pro toto libertas venditur
auro, y luego en el margen citar a Horacio. Si trataras del poder de
la muerte, acudir luego con
Palida mors aequo pulsat pede pauperum
tabernas, Regumque turres»
(267-271).
Aquí, Cervantes está liando con una socarrona
interrogación el nombre de Horacio con lo que no es de éste, e
inmediatamente después cita lo que sí es de Horacio sin darle
crédito a su autor. Para ilustrar todas los variantes que uno encuentra
del componente estilístico 'humor' en los Prólogos, habría
que citar el Prólogo de la Primera Parte
in toto, puesto que la fuente del
humor es el contraste entre inconsecuencias de construcción gramatical y
preciosismos técnicos, entre lo que Cervantes escribe y lo que implica,
entre retórica y habla popular, entre ignorancia fingida y fingida
sabiduría, entre
tuteo y
voseo, entre el descaro y la picardía
del amigo de Cervantes y la honestidad de éste, a quien, después
de todo, no se le puede acusar de nada porque sólo le dio al lector lo
que su gracioso y bien entendido amigo le dijo a él. Las últimas
palabras que el amigo de Cervantes le dice a éste en el Prólogo
de la Primera Parte son: «En efecto, lleva la mira puesta a derribar
la máquina mal fundada de estos caballerescos libros»
(362-363). Rodríguez Marín escribe de este pasaje:
«En este y los anteriores consejos el 'gracioso y bien entendido'
amigo de Cervantes se pasa de listo; pues ¿a qué cuento
podían venir, escrita ya la historia de don Quijote y pendiendo
sólo del prólogo el sacarla a correr mundo?»
(pág. 10). Pero, ¿no podría verse todo este
pasaje como una prenoción creativa de lo que se materializaría en
1615? Cervantes ya veía en 1605 la posibilidad de escribir la Quinta
Parte del
Quijote como una continuación a su
novela, como una futura labor para su bien cortada pluma. Baste para esto
recordar que su promesa de 1585 de escribir una segunda parte de
La Galatea aún estaba en pie en 1605
(el cura dice: «es menester esperar la segunda parte»
de
La Galatea que promete su autor al fin del
libro, 1985-1986)86 y en 1615
—65→
(en el Prólogo de la Segunda Parte, Cervantes escribe:
«Se me olvidaba decirte que esperes... la segunda parte de
Galatea»
,
21019-21022).
Igualmente, al dejar fuera del Prólogo de la Primera Parte
el nombre de Dulcinea y hacer de don Quijote «el más casto
enamorado»
(375), Cervantes ya está prefigurando
con diez años de anticipación la resignada aceptación de
Alonso Quijano de que Dulcinea nunca existió y de que todas sus
caballerías fueron una fantasía: «en los nidos de
antaño no hay pájaros hogaño»
(39666-30679). Al prometer
El Persiles y una segunda parte de
La Galatea una vez concluido el
Quijote y Alonso Quijana muerto, Cervantes se
está abriendo nuevos destinos creativos en su camino. Está
proyectando en el presente, un posible futuro.
Por otra parte, el misterioso, «se engendró en
Tordesillas y nació en Tarragona»
(20902),
refiriéndose al anónimo autor del falso
Quijote, es una variación más
del poder autorial para decir o callar, para obscurecer o aclarar, para revelar
u ocultar nombres y hechos según uno lo quiera. Los enfáticos,
«Pero yo, que aunque parezco padre, soy padrastro de don
Quijote»
(160), y «[los] libros, en siendo
malos, son más duros que las peñas»
(20986-20987), y el sugerente, «hay opinión por
todos los habitadores del distrito del campo de Montiel»
(373-375), son todos referencias veladas a algunos de los enigmas
plasmados en la Primera Parte de su obra, son ecos de anónimos
'autores', del escrutinio de la biblioteca de don Quijote y la discusión
de éste con el canónigo, y del 'lugar de cuyo nombre' Cervantes
no quiso acordarse al abrir de la novela. Este recordar lo que ya
sucedió, y aquel predecir lo que aún está por suceder, son
dos facetas más de la maestría de Cervantes y de su omnisciencia
artística87.
Los juegos de palabras y de ideas, y los malabarismos con los
distintos niveles del habla tan característicos del cuerpo narrativo del
Quijote, ocurren así mismo en los
Prólogos. Del preste Juan de las Indias y del emperador de Trapisonda,
dice el amigo de Cervantes «yo sé que hay noticia que fueron
famosos poetas, y cuando no lo hayan sido, y hubiera algunos pedantes y
bachilleres que por detrás te muerdan y murmuren de esta verdad, no se
te dé dos maravedís,
—66→
porque ya que te averigüen
esta mentira, no te han de cortar la mano con que lo escribiste»
(256-261). En vez de decir, 'yo sé que fueron', el amigo de
Cervantes dice, yo «sé que hay noticia que fueron»
,
cuidándose así de asegurar algo que él sabe bien no ser
cierto; «y cuando no lo hayan sido»
, continúa,
«y murmuren de esta verdad»
. ¿De qué van a
murmurar los pedantes y bachilleres?, ¿de que 'no lo fueron' y la
noticia 'no es verdad', o de que 'lo fueron' y Cervantes está poniendo
en duda esta 'verdad'? Pero no te preocupes de que murmuren «de esta
verdad... [y] te averigüen la mentira»
, le dice a Cervantes.
¿Mentira o verdad, verdad o mentira? Y, ¿cómo es que
encontramos expresiones tales como: «por detrás te
muerdan», «no se te dé dos maravedís»,
«no te han de cortar la mano»
, y «que vengan a
pelo»
(265), y al preste Juan de las Indias y al
emperador de Trapisonda, pareados casi en seguida con Horacio y «Palida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque
turres»
(269-271)? «Un
análisis detenido de la lengua de Cervantes»
, nota Rosenblat,
«revela un fino y complejo juego de intenciones, hasta en las palabras
más inocentes, hasta en lo que parece puro juego acústico:
detrás de las burlas se ocultan las veras, y en las veras las
burlas»
(pág. 205). Pero, ¿quién
hubiera podido haber previsto que la burla del amigo de Cervantes
resultaría tristemente profética unos años después?
Cervantes y su profundo conocimiento del alma humana ya lo habían
presupuesto de antemano. El
Quijote apócrifo del apócrifo
Alonso Fernández de Avellaneda apareció en 1614. En el
Prólogo de la Primera Parte del
Quijote ya se había preguntado
Cervantes qué diría el vulgo al verlo salir con su novela y todos
sus años a cuestas, y su amigo más tarde le dice que no se
preocupe si algunos pedantes y bachilleres lo mordieran por detrás
cuando leyeran su Prólogo, porque no le iban a cortar la mano con la que
lo había escrito. Avellaneda lo atacó viciosamente en estos dos
puntos:
No le parecerán a [Cervantes ingeniosas] las razones desta historia, que se prosigue... con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos [los otros escritores] hemos de decir dél que, como soldado tan viejo..., tiene más lengua que manos...; Y [como] es ya de viejo como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo, que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que cuando quisiera —67→ adornar sus libros con sonetos campanudos, había de ahijarlos, como él dice, al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, por no hallar título quizá en España que no se ofendiera de que tomara su nombre en la boca..., con permitir tantos [Títulos que] vayan [sus nombres] en los principios de los libros del autor de quien murmura88. |
Cervantes se defendió de este ataque
en el Prólogo de la Segunda Parte del
Quijote diciéndole al lector:
«no he podido dejar de sentir... que [ese señor] me note de
viejo, y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo,
que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna
taverna..., que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual
suele mejorarse con los años..., [y las heridas] que el soldado muestra
en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás
al cielo de la honra»
(20908-20911, 20922-20924,
20919-20921). Y para demostrarle a Avellaneda que sí tenía
amigos, y de título, escribió que con dos le bastaba, el Conde de
Lemos y don Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, y que a ellos se
acogía.
En sus Prólogos, Cervantes nos
lleva así, de la mano, paso a paso, de dudas inspiradas por su edad y
falta de letras («salgo ahora con todos mis años a cuestas con
una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de
estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y
doctrina»
192-195), a suficiencia autorial y sapiencia
(no necesito «andarme buscando autores que digan lo que yo me
sé decir sin ellos»
, 224-225), a crítica
de lo que otros escritores hacían («[lo] de los sonetos,
epigramas y elogios... se puede remediar en que tú mismo tomes
algún trabajo en hacerlos y después los puedes bautizar y poner
el nombre que quisieras»
, 250-254), a orgullo creativo y
seguridad artística (en Sancho Panza «te doy cifradas todas las
gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías
están esparcidas»
, 381-383) y, cerrando
finalmente el ciclo que había iniciado diez años antes al
referirse a su edad en el Prólogo de la Primera Parte, al conocimiento
pleno de que la vejez par un escritor no es una desventaja, sino una
acumulación de experiencias.
El número (158 citas:
Prólogo de la Primera Parte, 113 citas, 8 páginas; Prólogo
de la Segunda Parte, 45 citas, 3.5 páginas), la
—68→
variedad y
la naturaleza de las citas catalogadas, además de los de las citas dadas
en el texto mismo de este estudio, y de los otros componentes
estilísticos considerados aquí, son prueba concluyente de que el
característico sistema estilístico de Cervantes corre intacto y
señor a todo lo largo del
Quijote y, muy posiblemente, a lo largo
también de toda su obra. Se puede concluir, así mismo, que el
número de citas por página que se ha sacado de los
Prólogos (un promedio de más de 14 citas por página), ha
de ser muy aproximado al número de citas que se podría sacar de
toda página de la obra. Tratar de hacer un trabajo comprensivo de este
aspecto del
Quijote, catalogando, enumerando y citando
toda ocasión en que Cervantes empleó alguno de estos componentes
sería una labor monumental. El que ha llegado más cerca a esta
meta es Cejador, quien, refiriéndose a sólo una figura
retórica se conformó con apuntar la enormidad del proyecto:
«El campo de la metáfora en el
Quijote es inmenso, y llenaría un
buen volumen si hubiésemos de espigarlo»
(tomo 1,
pág. 540).
Solamente ahora es posible comprender y apreciar la paciencia, la dedicación, y la tenaz y difícil labor de Hatzfeld, y de Cejador y de Rosenblat antes y después de él. Aunque sólo nos dan un vislumbre de la riqueza de la veta lingüística escondida en el Quijote, sus trabajos hacen patente la gran variedad de figuras retóricas y otros componentes característicos del estilo cervantino. Pero el gran valor de sus obras está en la cuidadosísima lectura del texto, en la enjundiosa erudición de sus autores, en las intuiciones críticas que uno encuentra página tras página, y en el detallado estudio de la escala valorativa de cada grupo de elementos estilísticos y de cada ejemplo citado. Lo dicho por Cejador, Hatzfeld y Rosenblat sobre los medios estilísticos usados en el texto de la novela, también cabe decirse tratándose de los Prólogos. Los casi invisibles hilos que le dan coherencia interna a toda la obra y hacen del Quijote un discurso único y personal son el policroísmo producido por el carácter y número de los elementos estilísticos, por la interacción de palabras entre sí, y por el entrecruzar de los varios sistemas lingüísticos producidos (Cervantes al lector, Cervantes al amigo, el amigo a Cervantes, Cervantes a Avellaneda, el loco del cuento a los curiosos, el bonetero del cuento al loco, el lector a Avellaneda). Pero, a final de cuentas, no es esto lo más sorprendente de la obra. Lo que es más de admirar en el Quijote es el hecho de que Cervantes, a pesar del recargado ambiente literario y social de su época, se haya escapado de caer en los excesos en los que cayeron la mayoría de sus culteranos y conceptistas contemporáneos. Cervantes se yergue a horcajadas, —69→ por un lado, sobre la triste realización del alto renacimiento de que las palabras pueden ser usadas para engañar, por el otro, sobre la descarada aceptación del barroco decadente de que las palabras son para engañar89.
Gracias a que Hatzfeld decidió excluir de su estudio todos
los medios de la antigua tradición literaria y concentrarse en los que
aún conservaban su fuerza plástica y pintoresca a pesar de estar
anclados en la tradición, y en los que traducen aprehensiones originales
y peculiares asociaciones del autor, y gracias también a que Rosenblat
siguió sus pasos,
El
Quijote
como obra de arte del lenguaje, La lengua del
Quijote, y
Cervantes's Theory of the Novel (Oxford: The
Clarendon Press, 1962) se complementan. «Desde el libro de E. C.
Riley»
, escribe Hatzfeld, «se sabe mucho mejor que antes,
cómo Cervantes siguió de cerca las preceptivas literarias y las
artes poéticas y los comentarios de Aristóteles florecientes en
su época. Que Cervantes hubo de mesurar se originalidad con tantas
'servitudes', así se hizo muy claro»
(pág.
56). Riley nos apunta a la poquísima originalidad de Cervantes
como teorista y a sus fuentes. Las secciones de las obras de Hatzfeld y
Rosenblat dedicadas al estudio de los componentes estilísticos del
Quijote dirigen nuestra atención al
genio creativo de Cervantes, a su enorme originalidad como escritor y como
generador de nuevas imágenes y de nuevas formas
lingüísticas. La publicación del falso
Quijote nos revela el profundo conocimiento
que Cervantes tenía del alma humana. Avellaneda no le cortó a
Cervantes la mano con que había escrito el Prólogo de la Primera
Parte, pero lo tachó de manco y se burló cobardemente de su mal y
de su avanzada edad. Cervantes, sin embargo, sí 'dio dos
maravedís' e hizo del Prólogo de la Segunda Parte la palestra
desde la cual atacó al pedante y bachiller autor del
Quijote apócrifo, conocido sólo
pseudónimamente ahora en contraste y como pobre reflejo del nombre de
Cervantes y del de su obra maestra.
«Procura»
, le dice el amigo a Cervantes,
«que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien
colocadas, salga tu oración y periodo sonoro y festivo, pintando en todo
lo que alcanzaras y fuera
—70→
posible tu intención, dando a
entender tus conceptos sin intricarlos y oscurecerlos. Procura también,
que, leyendo tu historia, el melancólico se mueva a risa, el
risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de
la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de
alabarla»
(353-362). El Prólogo de la Primera
Parte, se podría concluir, es una invectiva contra la falsa
erudición y la presunción de los escritores contemporáneos
de Cervantes, y tiene en sí la simiente de lo que se
materializaría en 1614 y justificaría el Prólogo de la
Segunda Parte como una invectiva contra todos los libros que, «en
siendo malos, son más duros que las peñas»
(20986-20987).
Estas secciones del Quijote son claro muestrario de la polifonía y polimorfía características del sistema total. Son ejemplo, también, de la habilidad única que Cervantes tenía para aunar componentes dispares, y aun contradictorios, en la producción de un todo; para mantenerse dentro de los límites, y alcanzar los objetivos que él mismo se imponía; para acarrear a todo lo largo de su narración una melodía de trasfondo sin hacerla monótona; para aludir y referirse de una manera casual a hechos, ideas y temas de lo ya escrito; y para predecir sin alardes lo que aún estaba en el tintero del porvenir.